Adelaida Abruñedo, coach: “Si buscamos que nuestros hijos obedezcan ciegamente, les estamos robando la oportunidad de desarrollar la capacidad de pensar y decidir por sí mismos”


La crianza de niños y adolescentes es compleja, porque la vida misma lo es. Pero ¿cómo hacerlo fortaleciendo la inteligencia emocional y la resiliencia de los niños antes de los 16 años? Un libro explora las claves para lograrlo.


Adelaida Abruñedo© Adelaida Abruñedo
10 de octubre de 2025 - 12:00 CEST

Adelaida Abruñedo es coach, especialista en inteligencia emocional y resolución de conflictos. Acaba de publicar el libro 49 cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años (Ed. Espasa), un compendio de herramientas para fortalecer la conexión con los hijos en sus primeros años de vida. 

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Su objetivo es que, con el adecuado acompañamiento de los padres, puedan desarrollar sus capacidades emocionales al máximo, con seguridad y autonomía. Hemos charlado con ella para que nos descubra alguno de esos secretos.

Las familias que se ríen más, tienen mayor salud emocional, ven las cosas con más perspectiva, desarrollan más resiliencia ante los golpes de la vida y encuentran soluciones a los problemas, porque no los minimizan, pero tampoco los agrandan

Adelaida Abruñedo, coach y escritora

¿Por qué el libro sitúa la frontera temporal de esas enseñanzas en los 16 años y no en otra fecha, por ejemplo, la mayoría de edad?

A los 16 años los chavales ya no son tan pequeños como para no entender determinados conceptos, pero tampoco son tan mayores como para ser totalmente independientes o incluso que los padres pensemos que ya no hay nada que hacer. Los adolescentes están en una lucha interna por ser independientes y autónomos y al mismo tiempo la incomodidad, el miedo y el no saber cómo hacerlo.  

Por eso creo que es importante que dispongan de todas estas enseñanzas al menos como tarde a los 16 años, si pudiera ser antes mejor. Incluso si es un poco más tarde la información también les ayuda. Hay personas que con más de 40 años me han dicho que el libro les ha enseñado cosas que a esa edad ni siquiera conocían y que se podían haber ahorrado mucho sufrimiento de haberlo sabido antes.

© Ed. Espasa

Insistes en que hay que buscar la "necesidad que está por debajo del comportamiento de tu hijo o de tu hija".¿Cómo pueden encontrarla padres que están sobrepasados por el día a día y haciendo malabares con la conciliación?

Básicamente con una cosa: estar presente cuando estamos presentes, es decir, prestarles atención plena, no hacer más de una cosa a la vez, escuchándolos mirándolos a los ojos. Si estoy en casa y mi hijo me pregunta algo o quiere contarme algo, tenemos que apagar los ruidos que nos rodean (ruidos tanto externos como internos) para poder dedicarle la atención que se merece y ver más allá de sus quejas, protestas o actuaciones. 

Solamente de esa forma creo que podemos ver esa necesidad que está oculta. Nuestro hijo cuando entra en casa sin saludar y se mete en su cuarto dando un portazo, quizás no es porque no quiera saludarnos o sea un maleducado. Los padres vemos el portazo, la mala contestación o el mal genio. Lo que no vemos es que quizás debajo de esos comportamientos está que la persona que les gusta no les ha saludado, una mala nota de un examen para el que se habían esforzado mucho o está la frustración de que tú como padre o madre no le vayas a entender y vayas a la solución fácil: 'no has estudiado lo suficiente', 'no te has esforzado bastante'... Por eso es tan importante no quedarnos con lo que hace, sino profundizar y buscar esa necesidad (de calma, comprensión, de cuidado, de acompañamiento etc.).

En realidad, no se trata de conciliación y aunque suene a Perogrullo, para mí, se trata de estar presentes al menos, el tiempo que estamos presentes.

© Adobe Stock

Abogas por mantener con los hijos conversaciones sobre temas banales, como el tiempo, la moda, el deporte, series... ¿Qué beneficio tiene en la conexión que se establece con ellos?

La comunicación a cualquier nivel siempre es fundamental porque establece conexión. Hablar de temas profundos, corregir actuaciones que consideramos incorrectas, apoyarles o alentarles a que tengan disciplina y logren lo que se proponen es importante, puesto que tu labor como padre o madres es educarles, guiarles y proporcionarles herramientas para que afronten los desafíos de la vida. Al mismo tiempo hablar de cosas banales y que nos permiten profundizar en la relación de otra forma, facilita que la comunicación sea más fluida y surja de forma orgánica, así no sólo compartimos información, sino que nos interesamos por cosas que les interesan a ellos y sobre todo, porque no toda interacción con nuestros hijos tiene que ser “didáctica”o “pedagógica” porque si no es un aburrimiento para ellos. 

Cuando te interesas sin juzgar si está bien o mal, por la música que está escuchando, las series que ve o la moda actual le estás transmitiendo en cierto modo, que sientes curiosidad genuina por lo que hace (sin control) y te gusta la persona en la que se está convirtiendo.

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¿Cuál es el truco para formular una petición a los hijos y que esta sea atendida?

El único truco cuando formulas una petición a tus hijos es saber e interiorizar que, ante una petición, ellos tienen derecho a decir que no. De lo contrario no es una petición, es una orden. Ante una petición no se puede garantizar que las personas vayan a hacer lo que les pedimos. Podremos argumentar las razones por las que necesitamos o queremos que lo hagan, escuchar sus contraargumentos o abrir una negociación y aceptar que a veces no lo hagan. Ellos, al mismo tiempo, tienen que aceptar la responsabilidad de no hacer aquello que les hemos pedido. 

La clave aquí es pensar que si nuestro fin último como padres es que nos obedezcan plenamente en todo y a ciegas, les estamos quitando la posibilidad de entrenar muchas habilidades que les van a servir a futuro: capacidad crítica, asertividad, empatía, comunicación efectiva, negociación, poner límites, etc. Pero, eso sí, esto conlleva invertir tiempo en escucharles, explicarles, indicarles lo positivo o negativo de sus razonamientos...

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Subrayas una frase en el libro: "Que tú no lo entiendas no implica que no lo atiendas". ¿Cuál debe ser la actitud de los progenitores en estos casos?

No es trabajo de los padres y madres decidir si lo que sus hijos sienten es lícito. Todas las emociones son perfectamente válidas, las que más nos gustan como la alegría y también las que más nos incomodan, como la tristeza o el enfado. Quizás como progenitores no logramos entender las razones por las que nuestros hijos están tristes ante la pérdida de un juguete o ansiosos por una separación. Aunque yo no comparta esa emoción, mi trabajo es darle herramientas para que pueda afrontar esa situación que, en un momento determinado, le está superando y no sabe cómo solucionar. 

Por tanto, atiendo esa emoción, la sostengo y la acompaño. Les hago ver que estoy ahí para ellos a pesar de las cosas que están sintiendo. Como decía antes, estar presente es importante. Que ellos sepan de forma explícita que pueden contar con nosotros, que a pesar de estar enfadados o tristes siempre son merecedores de nuestro amor.

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Empiezas tu listado de 49 cosas que enseñar a los hijos por la risa. ¿Es la más importante? ¿Nos reímos poco en familia?

La risa es importante, al igual que el resto de las cosas que propongo en el libro, lo que ocurre es que cuando nos reímos en familia permitimos que los problemas del día a día se sientan algo más livianos. Creo que las familias que se ríen más, tienen mayor salud emocional, ven las cosas con más perspectiva, desarrollan más resiliencia ante los golpes de la vida, encuentran soluciones a los problemas, porque no minimizan los problemas, pero tampoco los agrandan. 

Creo que, en general, nos reímos poco, porque el panorama socioeconómico es algo complicado y es posible que afecte a cómo estamos en familia. En lo que a mí más me concierne, noto que los padres y madres sienten que tienen que tener el rol de padre/educador rígido y serio, que tienen que imponer las normas y establecer límites, corregir las cosas que hacen mal y guiarlos como una figura sólida. Y no solo es agotador, sino que es un aburrimiento. Porque en realidad somos personas divertidas que sabemos pasárnoslo bien. Mostrar esa faceta más relajada y graciosa a nuestros hijos es algo muy valioso para ellos. 

Si como padres o madres estamos protestando o quejándonos del trabajo, del coste de la vida o de que son unos desobedientes, replicarán estos comportamientos. Por tanto, es crucial que nos vean disfrutar y reírnos a lo largo del día, porque ¿no sería bonito que nuestros hijos aspiren a ser personas plenas, felices, divertidas como nosotros somos y demostramos?

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Otra de esas enseñanzas es que "la vida no es justa". ¿Cómo transmitírselo sin pesimismo?

Muchas veces escuchamos la frase “es que no es justo”, a nuestros hijos especialmente cuando son más pequeños porque tienen una conciencia de lo que creen que les pertenece que quizás está un poco equivocada, por la poca experiencia de vida que tienen. Pero, incluso así, cada vez hay más jóvenes e incluso adultos que consideran injustas las cosas que les suceden. Y no saben qué hacer. Es bueno hacerles entender que en ocasiones conseguimos las cosas que queremos y en otras ocasiones no, por mucho que trabajemos por obtenerlas. Y no es que la vida sea injusta, es que la vida simplemente “es” y debemos aceptarlo. No como una derrota, sino con la esperanza de, que a pesar de lo que suceda, saldremos fortalecidos. 

Aceptar las cosas como son pasa por enseñarles a superar las frustraciones y no evitarlas, hacerles una narrativa de lo que ha sucedido, acompañarlos para que aprendan a procesar sus emociones y plantearles escenarios diferentes para que estén abiertos a otras opciones entre otras cosas.

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En estas enseñanzas miras también al otro, no son solo consejos para sentirse bien uno mismo, sino para que la sociedad y el que tenemos enfrente mejore. La número 49 dice "hacer sentir bien a la gente no depende de ti; hacerles sentir mal, sí". ¿Depositamos sobre los hijos la responsabilidad que podrían tener según su edad o los sobreprotegemos?

Creo que, en general, no permitimos que nuestros hijos aporten todo lo que podrían hacer y dar. Son personas con un gran potencial y les estamos robando muchas oportunidades de sentirse válidos y capaces, ya que les facilitamos en exceso la vida. Comenzar por dejar que se involucren en las actividades diarias asumiendo poco a poco cada vez más tareas o responsabilidades debería ser un derecho desde que son pequeños. Sin embargo, les abrochamos los zapatos o el abrigo porque ellos tardan demasiado y nosotros vamos con prisa.

Cuando no les dejamos contribuir, se vuelven cómodos, se sienten poco capaces y terminan pensando que nosotros no confiamos lo suficiente en ellos. Y, al no dejarles participar, su autoestima no se desarrolla de una forma adecuada, no creen que pueden lograr las cosas que se proponen, no trabajan la disciplina para mejorar aquello que aún no se les da bien, sienten una insuficiencia asumida porque 'total, ¿para qué? si al final me lo van a dar hecho o solucionar'. Debemos buscar un equilibrio entre lo que pueden asumir y lo que podemos exigirles. Siempre desde el amor y la confianza de que saben y pueden hacerlo y, si no saben hacerlo todavía, enseñarles con mucha paciencia.

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