Desde hace unos meses, la 'dieta de las princesas Disney' o 'dieta de las princesas' se ha hecho muy popular. Consiste en seguir pautas alimentarias extremadamente restrictivas. Por ejemplo, el día de Blancanieves solo se comerían manzanas; el día de Ariel únicamente se bebería agua; y el día de la Bella Durmiente se pasaría durmiendo como forma de saltar las comidas.
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Al final, es una ingesta que ronda las 300-600 calorías diarias, muy inferior a las necesidades de un grupo de población, la adolescencia, que está en pleno crecimiento. Para hablar de ella y de sus riesgos hemos consultado con Alicia Hita, docente de la escuela Deusto Salud, especialista en psicoterapia y trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Es fundamental no minimizar la situación: si hay señales de riesgo, lo recomendable es buscar ayuda profesional cuanto antes
Los riesgos sobre la salud de este reto viral
"Este tipo de retos son peligrosos porque plantean una alimentación muy restrictiva, con calorías muy por debajo de lo que un cuerpo joven necesita. En la práctica, puede provocar mareos, cansancio, problemas de concentración, caída del cabello, alteraciones hormonales y freno en el crecimiento", advierte la especialista.
Pero la cosa no se queda ahí, porque también hay daños a nivel psicológico: "Aumenta la obsesión por la comida, la culpa al 'romper la dieta' y la distorsión de la imagen corporal, siendo un terreno muy fértil para que detone un trastorno de la conducta alimentaria", añade.
¿Puede provocar un trastorno de la conducta alimentaria?
Aunque "no todas las personas que siguen un reto así desarrollarán un TCA, pero para un adolescente vulnerable —alguien con inseguridad sobre su cuerpo, baja autoestima o un momento vital difícil— puede convertirse en la chispa que enciende el problema", aclara la experta de Deusto Salud.
Porque, además, "el hecho de que se presente como un juego o un 'reto inofensivo' hace que se baje la guardia, y la práctica repetida de dietas extremas puede abrir la puerta a patrones cada vez más rígidos y dañinos".
¿Qué hacer si descubres que tu hijo sigue la 'dieta de las princesas Disney'?
Hay una premisa básica que apunta Alicia Hita y es "evitar reproches, culpas, gritos o escándalos". Hay que partir de un lugar diferente: de la empatía, transmitiendo preocupación, pero escuchando sin juzgar. Hay que reconocer que el hijo puede sentirse presionado, inseguro o confundido, y "también se puede preguntar de forma abierta: “He estado viendo que últimamente comes menos / estás hablando de dietas nuevas… '¿qué piensas tú sobre eso?”.
Hay que estar atentos a señales físicas como pérdida rápida de peso, fatiga o problemas de salud y a otros emocionales como el aislamiento, la ansiedad o los cambios de humor. Pero, a la vez, "es fundamental no minimizar la situación: si hay señales de riesgo, lo recomendable es buscar ayuda profesional cuanto antes. Cuanto más temprano se actúe, más fácil es reconducir estos comportamientos", alerta Alicia Hita.
El importante papel de la familia: 6 claves básicas
Muchos niños y adolescentes (sobre todo chicas) no se sienten bien con su propio cuerpo y pueden desarrollar una imagen distorsionada de sí mismos, con el consiguiente peligro de caer en dietas como la de las princesas. ¿Qué protección puede proporcionar la familia en esto? "El papel de la familia es clave. Lo más importante es construir en casa un espacio seguro donde no se juzgue el cuerpo ni el peso, ni el propio ni el de los demás. Hablar de la salud en términos de energía, fuerza, bienestar, y no de talla o de báscula. También es importante reforzar la autoestima desde lo que la persona es y hace, no desde cómo se ve", subraya.
Por otra parte, es imprescindible saber escuchar sus inseguridades "con empatía, sin ridiculizarlas". Y, sobre todo, "predicar con el ejemplo: padres y madres que no viven a dieta permanente ni se critican frente al espejo, enseñan sin palabras que un cuerpo vale mucho más que su apariencia".
En este sentido, Alicia Hita propone 6 pautas principales para proteger a los hijos. Son estas:
- Promover una imagen corporal saludable desde casa: evitando comentarios sobre comida como 'bueno' o 'malo' o hablar de dietas propias. Además, no se deben reforzar ideas irreales: hay que mostrar diversidad corporal, hablar de la funcionalidad, la salud, la fuerza y la energía del cuerpo y no solo de estética.
- Fomentar la autoestima: se consigue valorando otros aspectos de la persona como sus habilidades, intereses, relaciones, talentos... También "reconocer logros pequeños no ligados al peso ni al cuerpo va a ayudar a nuestro objetivo".
- Desarrollar el pensamiento crítico respecto a los medios digitales: se les debe enseñar a cuestionar lo que ven las redes sociales, puesto que proliferan los filtros, los retoques... y falta realismo. Del mismo modo, es interesantes proponerles el ejercicio de pensar qué hay detrás de ciertos retos virales: ¿buscan seguidores, likes, visualizaciones...?
- Modelar comportamientos saludables: los progenitores deben cuidar su relación con la comida y no seguir dietas extremas que sus hijos puedan imitar. Padres y madres deberían ser ejemplo de hábitos saludables como una alimentación equilibrada, actividad física placentera, descanso y autocuidado emocional.
- Comunicación abierta sobre emociones: los hijos deberían poder hablar de cómo se sienten con su cuerpo y con su peso, si algo les molesta, si notan presión... Las emociones han de ser validadas, comentándoles que "es normal sentirse inseguro algunas veces, pero que hay formas de manejar eso sin dañar la salud".
- Buscar ayuda profesional temprana si hay señales de riesgo: "Si vemos señales de alerta, aunque no haya un trastorno como tal en desarrollo, es importante consultar con un psicólogo/a y si es necesario, con especialidad en adolescentes o en TCA, sobre todo para prevenir o coger el trastorno a tiempo. La intervención no tiene que esperar hasta que se convierta en un trastorno diagnosticado; detectar conductas riesgosas puede evitar la progresión", concluye Alicia Hita.