Altas capacidades

Adicciones, accidentes y más: los grandes riesgos de no diagnosticar a menores con altas capacidades


Desarrollar adicciones durante la adolescencia es más común entre los chicos con altas capacidades, sobre todo cuando a esta condición se le une otra neurodivergencia. ¿Cuáles son los motivos? ¿Qué sustancias son a las que más recurren?


Chica adolescente con altas capacidades con una botella de alcohol en la mano© Adobe Stock
20 de agosto de 2025 - 14:00 CEST

Entre el 7 y el 10% de la población presenta altas capacidades, según datos procedentes de estudios internacionales. Sin embargo, tan solo un 0,5% tiene reconocida esta condición en países como España.

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Cuando las altas capacidades pasan inadvertidas, los niños y adolescentes que cuentan con esta condición no reciben las adaptaciones académicas que necesitan y esto acaba provocando en muchos casos un alto porcentaje de fracaso escolar en menores cuyo nivel cognitivo es muy alto. A este problema académico se unen otros como el mayor riesgo de adicciones, los embarazos no deseados, los accidentes y la delincuencia, como advierten desde la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD).

Altas capacidades: del 'maltrato amoroso' al malestar emocional

Además, el problema se acrecienta cuando a las altas capacidades se le suman otras alteraciones del neurodesarrollo como el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) u otras alteraciones del aprendizaje, que también están infradiagnosticadas (afectan a uno de cada cinco menores), como apunta el Dr. Miquel Casas, catedrático honorario de Psiquiatría y director del Programa SJD MIND Escoles, del Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, y miembro del comité ejecutivo de la SEPD.

“Las altas capacidades no forman parte de los trastornos del neurodesarrollo o del aprendizaje, pero tienen toda una serie de comorbilidades con estos. Hay muchas personas con altas capacidades con TDAH, con trastorno del espectro autista, con dislexias, con discalculias, con trastornos de la comunicación, que tienen serias dificultades en el colegio a pesar de tener un coeficiente intelectual muy alto”, recalca el Dr. Casas.

Que tanto las altas capacidades como los trastornos del neurodesarrollo o del aprendizaje no sean diagnosticados y tratados tiene una serie de graves consecuencias que se empiezan a observar, sobre todo, a partir de la adolescencia, "donde existe un número enorme" dentro de este colectivo en riesgo de caer en adicciones a sustancias.

“Estos niños y niñas sufren lo que llamamos 'maltrato amoroso': desde que son pequeños, tanto de su familia, como de los maestros y la sociedad reciben constantemente el mismo mensaje: que son unos vagos, que no atienden, que no estudian porque no quieren, que miren a su hermano y a su primo… Eso, repetido durante 10 años, puede derivar en un cuadro de 'malestar emocional”, comenta el psiquiatra, que por su experiencia ha comprobado que hasta los 8 ó 9 años estos niños intentan encajar, pero que a partir de los 10-12 años se rinden y ese malestar emocional empieza a derivar hacia cuadros de ansiedad y depresión.

 Una vía de escape en las adicciones

Cuando llega la adolescencia y estos menores se sienten mal psicológicamente, la marihuana y el alcohol se alzan como una vía de escape para muchos de ellos "y acaban desarrollando patología dual, ya que a la ansiedad y la depresión se une el trastorno por uso de estas sustancias".

“Para ellos, estas sustancias se convierten en medicamentos. Son personas que viven su vida como un maltrato y, cuando entran en contacto con la marihuana, que es un antidepresivo, y el alcohol, que es un ansiolítico, se enganchan a ellos. Y cuando se hacen mayores, sobre todo los adolescentes con TDAH no diagnosticado, se apuntan a todo lo que son las drogas estimulantes como una forma de automedicación”, reflexiona el Dr. Miquel Casas.

© © Adobe Stock

Otros problemas a consecuencia de la falta de diagnóstico

Pero la adicción es solo una de las consecuencias de la falta de diagnóstico y tratamiento de estos menores con altas capacidades. Además, suele haber, como ya ha quedado reseñado, fracaso académico, embarazos indeseados, accidentes e incluso comportamientos delictivos. De hecho, tal como apunta el psiquiatra de la SEPD, está aceptado a nivel internacional que entre el 30 y el 35% de los presos de las cárceles presentan algún trastorno del neurodesarrollo y no hubieran sido encarcelados si hubiesen recibido un diagnóstico y un tratamiento a tiempo.

“Algunas personas con este perfil tienen mucho éxito y son grandes emprendedores, pero no es el caso de la mayoría que, aunque son muy inteligentes, fracasan en los estudios y en la vida interpersonal y social y se meten constantemente en 'fregados' complicados. Al final a muchos de estos chicos y chicas se les diagnostica cuando son mayores por los problemas que tienen: muchos accidentes, embarazados no deseados, actos delictivos. Se les diagnostica por esos problemas y se les intenta tratar en base a los mismos, lo que muchas veces no sirve de nada, ya que habría que volver atrás y ver qué se esconde detrás de esos problemas: por regla general, una patología dual”, concluye el Dr. Casas.

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