Pros y contras de la autosuficiencia

Daniela Silva, médica: "Cuando una persona intenta llegar a todo sin apoyo el cuerpo es el primero en dar la voz de alarma"


Una experta en salud relata las consecuencias que tiene para nuestro bienestar tratar de gestionar todo de manera autosuficiente


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Paula MartínsColaboradora de Moda y Estar Bien
16 de noviembre de 2025 - 7:02 CET

Vivimos en una época que aplaude la autosuficiencia. Desde pequeños nos enseñan a ser fuertes, resolutivos, capaces de salir adelante sin depender de nadie. "Tú puedes solo", "no necesitas ayuda", "sé independiente" son tan solo algunas de las frases que suenan a éxito, pero que a veces esconden una trampa silenciosa

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En nombre de esa autonomía idealizada, muchas personas cargan con más de lo que pueden sostener, intentando demostrar que pueden con todo (el trabajo, la casa, la familia, la salud) hasta que el cuerpo empieza a pasar factura. Porque aunque la independencia sea una virtud, cuando se lleva al extremo puede convertirse en una fuente de estrés crónico, ansiedad y agotamiento

Y, como recuerda Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España (www.cignasalud.es), "la fortaleza no siempre está en resistir, sino en saber cuándo pedir ayuda".

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Consecuencias de no pedir ayuda (cuando la necesitas)

"Cuando una persona intenta llegar a todo sin apoyo, el cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos de supervivencia, estimulando al sistema simpático, también conocido como de ‘huida y lucha’”, señala la experta. Esa activación sostenida, explica, implica una liberación continua de cortisol y adrenalina, hormonas que preparan al organismo para responder al peligro. Pero cuando este estado se mantiene durante mucho tiempo, deja de ser una ayuda y se convierte en un desgaste real.

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Que muchas veces sintamos que el cuerpo nos está advirtiendo de determinadas situaciones es completamente normal. Resulta fácil de entender si pensamos en esas veces en las que el nerviosismo hace su aparición estelar. Nudos en la garganta, presión en el pecho, el estómago revuelto... 

Así lo señala la experta, quien apunta que hay señales claras que nos alertan de que estamos asumiendo demasiado:  "Lo anterior genera una liberación sostenida de mediadores neurohormonales como el cortisol y la adrenalina, la cual puede alterar nuestro patrón de sueño, elevar la tensión arterial, provocar contracturas musculares, dolores de cabeza o molestias digestivas. Por resumirlo de alguna manera, diría que es como si el cuerpo viviera en un estado de alerta permanente".

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El autoconocimiento, clave para saber cuándo pedir ayuda

A menudo, el cuerpo es el primero en dar la voz de alarma, incluso antes de que seamos conscientes de lo que ocurre: "Cuando alguien llega a consulta y me dice que se despierta cansado o que siente que nunca desconecta siempre los interpreto como síntomas que deben explorarse más a fondo”, explica la especialista. ¿Los motivos? 

Ella lo deja claro: "Si no se interviene a tiempo puede acabar derivando en problemas físicos más serios como insomnio, contracturas, colon irritable o alteraciones hormonales”.

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Sabido es que, para alguien que no suele pedir ayuda y que le da reparo hacerlo, cambiar al otro lado y comenzar a instaurar estas demandas en el día a día no es una tarea fácil. Para hacerlo, Daniela Silva ofrece varios consejos:

  • No se trata de renunciar a la independencia, sino de entenderla de forma más saludable. Según la experta, el equilibrio pasa por redefinir lo que significa ser autónomo. "Lo principal es trabajar la autocompasión y la reflexión. Entender que la independencia también incluye la capacidad de delegar y de reconocer que a veces se pone el listón demasiado alto”.
  • Comprender que aceptar el apoyo de otros no nos hace menos capaces, sino más conscientes de nuestras necesidades y límites: "Pedir ayuda no te resta autonomía, sino que te permite cuidarte mejor", subraya.
  • Aprender a escuchar al cuerpo: Cuando notas tensión, fatiga o dificultad para concentrarte, son señales de que algo no va bien. Así lo manifiesta: "Parar, delegar o pedir apoyo en ese momento es una forma de prevenir el desgaste, no de mostrar debilidad".
  • Incorporar pequeños gestos de autocuidado en el día a día, como levantarse unos minutos, estirar o respirar profundamente, pueden marcar una gran diferencia: "Estos gestos sencillos ayudan a soltar tensión y te recuerdan que cuidarte no es una pérdida de tiempo, sino una inversión en tu bienestar”.
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Cuando no puedes más: el 'burn out'

Ignorar las señales del cuerpo puede llevar a un punto de agotamiento extremo: el famoso burnout o síndrome del trabajador quemado. "Suele manifiestarse cuando llevamos demasiado tiempo sin frenar, habiendo una incongruencia entre lo que esperamos y lo que obtenemos”, explica Daniela Silva.

Este desgaste no se limita al ámbito laboral; también puede aparecer en la vida personal o familiar, como ella misma explica: "es un punto de agotamiento profundo en el que cuerpo y mente dejan de ir al mismo ritmo. La fatiga se vuelve constante, los músculos se tensan, el sueño se altera y puede haber una alteración del sistema inmune". Tanto es así que parece que el cuerpo entra en "modo ahorro", es decir,  un estado en el que ya no responde igual y las tareas más simples se vuelven cuesta arriba.

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En un mundo tan hiperconectado, en el que la productividad parece ser un valor calculable de la meritocracia personal, resulta difícil distinguir cuándo hemos llegado a ese agotamiento extremo, de cuando simplemente estamos cansados. Acostumbrados a no parar, no siempre resulta sencillo. 

"Lo más preocupante es que muchas veces las personas no se dan cuenta hasta que ya están completamente agotadas", advierte la internista que, hace hincapié en la idea de que, antes de llegar a ese punto, resulta fundamental tomar medidas preventivas. "Hacer pausas reales, dormir bien, comer de forma equilibrada y evitar abusar de la cafeína o los estimulantes", concreta.

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Ser independiente está bien. Pero reconocer que necesitamos ayuda, también. Como concluye la experta, "El burnout no llega de un día para otro, se va gestando poco a poco. Si aprendemos a escuchar al cuerpo, es muy probable que logremos intervenir antes de que llegue a ese extremo”.

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