Un psicólogo explica qué significa hacer ejercicio solo en los días malos: "El movimiento se usa como paracetamol emocional"


Marc Rodríguez nos explica que cuando nos activamos en los días más complicados puede ser tanto una señal de autocuidado como una válvula de escape


mujer haciendo ejercicio al aire libre© Getty Images
31 de octubre de 2025 - 7:03 CET

Hay días en los que el cuerpo pesa más que nunca y la mente no nos responde. Justo en esos momentos, cuando todo invita a quedarse quieto, algunas personas eligen moverse. Hacer ejercicio solo en los días malos puede tener diversas explicaciones desde el punto de vista psicológico: autocuidado, una forma de reconectar con uno mismo, de buscar refugio... pero también una forma de evasión. Marc Rodríguez, psicólogo especialista en Inteligencia Emocional (@rodriemocion), lo explica de una manera muy gráfica: “Suele indicar que el movimiento se usa como ‘paracetamol emocional’: cuando el malestar sube (tristeza, ansiedad, enfado), la persona se activa para bajar la intensidad”.

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En su opinión, “no es necesariamente malo, pero pone el foco en apagar incendios, no en prevenirlos”. Además, comenta que puede esconder mensajes internos del tipo “solo merezco cuidarme cuando estoy mal” o “si me muevo, me gano la calma”.

Y nos pone un ejemplo muy claro para entenderlo mejor: “Después de una discusión te vas a correr 10 km, pero si el día está tranquilo, ni te planteas moverte. No significa que el primer caso sea negativo, al contrario, pero no debería ser el único motivador para moverte”.

Hacer ejercicio puede ser una señal de autocuidado si el ejercicio te ayuda a calmarte, duermes mejor y te tratas con respeto

¿Puede ser una señal de autocuidado?

Nos preguntamos si puede ser un acto de autocuidado o puede ir más allá y esconder una relación disfuncional con el cuerpo o con las emociones. 

En opinión del psicólogo, puede ser las dos cosas:

  • Autocuidado, si el ejercicio te ayuda a calmarte, duermes mejor, te tratas con respeto y no te haces daño.
  • Relación disfuncional, si lo usas para castigarte, para “pagar culpas”, o si te mueves solo cuando estás mal y el resto del tiempo te abandonas. 

“El autocuidado suena a cariño y coherencia; la disfunción suena a exigencia, culpa o todo/nada”, nos comenta.

© Adobe Stock

Válvula de escape vs. hábito de bienestar

Con la ayuda del psicólogo, tratamos de entender los dos extremos que pueden esconderse detrás de este comportamiento, cómo podemos considerarlo en ocasiones una válvula de escape o como un hábito relacionado con nuestro bienestar. 

  • Válvula de escape: “Estoy fatal, luego hago bici para no explotar”. Funciona “de urgencia”. La ventaja es que te saca del bucle mental. El riesgo es que dependes de estar mal para moverte y te saltas la prevención. 
  • Hábito de bienestar: “Me muevo también cuando estoy bien”. Es como cepillarse los dientes: no esperas a tener caries. La ventaja es que regula tu estado de base, mejora el ánimo y la energía a medio plazo. La clave es la constancia flexible (no hace falta épica cada día). 

El ejercicio es un gran aliado, pero no el único. Hay que sumarle también otros factores como el sueño, la alimentación, el apoyo social y las herramientas emocionales

El ejercicio como catalizador de emociones

También debemos valorar qué papel juega el ejercicio físico en la gestión de emociones como tristeza, ansiedad o frustración.

Para el experto, el cuerpo es un cable de tierra para el sistema emocional.

  • Tristeza: el movimiento suave (caminar, yoga, nadar) da estructura y te saca del inmovilismo.
  • Ansiedad: ritmo y respiración regulada (carrera suave, bici, remar) ayudan a bajar activación.
  • Frustración/ira: esfuerzos controlados (sprints cortos, circuitos de fuerza) liberan tensión sin descargarla sobre alguien. 

Y es que no podemos perder de vista que el movimiento puede ayudarnos a procesar lo que sentimos. “Al movernos, integramos mejor lo que nos pasa. Es como agitar una bola de nieve: si no la tocas, la purpurina del estrés sigue flotando; con movimiento y respiración, los copos decantan y ves el paisaje con más claridad. Además, caminando o pedaleando es frecuente que aparezcan ideas o nuevas perspectivas”, nos explica.

Y nos propone una práctica fácil: paseos de 10–20 minutos sin móvil después de una situación que te remueve. Solo caminar y respirar.

© Getty Images

Posibles riesgos de depender solo del ejercicio

Lo que no podemos perder de vista es que existen posibles riesgos de depender del ejercicio como única estrategia para sentirnos bien. Marc Rodríguez los resume en los siguientes:

  • Evasión emocional: no aprendes a nombrar y sostener las emociones, solo a “taparlas”.
  • Lesiones o sobreentrenamiento: entrenar fuerte estando agotado o enfermo.
  • Ansiedad de abstinencia: si un día no puedes entrenar, te hundes. 
  • Vida en túnel: el ejercicio se come otras áreas (amistades, ocio, descanso). 

“El ejercicio es un gran aliado, pero no el único. Súmale también sueño, alimentación, apoyo social y herramientas emocionales”, comenta el experto.

Señales de uso compulsivo o como castigo

  • Entrenas para “compensar” lo que comiste o porque “te portaste mal”. 
  • Te sientes culpable o “de peor persona” si no haces ejercicio. 
  • Subes intensidad, aunque estás lesionado/enfermo. 
  • Cancelas planes importantes por “no saltarte” el entreno. 
  • Todo o nada: semanas de exceso y semanas de cero, con mucha autoexigencia. 

Para el experto, si te reconoces en varias, conviene revisar con un profesional (psicología y, si procede, nutrición/entrenamiento).

Hay que estar atento a las señales que nos lanza nuestro cuerpo para indicarnos que estamos usando el ejercicio como castigo o de forma compulsiva

Una relación más amable con el ejercicio

Teniendo todo esto en cuenta, nos preguntamos qué estrategias debemos seguir para construir una relación más amable y constante con el ejercicio. El experto recomienda seguir 7 pasos:

  1. Baja el listón para subir la constancia: mejor 15 minutos diarios que 90 una vez al mes. 
  2. Cita contigo, no con el rendimiento: bloquea en calendario “moverme 20 minutos” sin objetivo épico. 
  3. Menú de tres opciones: según tu nivel de energía: A) suave (paseo), B) media (bicicleta/yoga), C) cañera (fuerza/sprints). Elige sin culpa. 
  4. Ritual de inicio mini: ponerse las zapatillas, dos respiraciones profundas y salir. El 80% es empezar. 
  5. Cierra con gratitud corporal: al terminar, di “gracias piernas/espalda/pecho”. Refuerza el vínculo amable. 
  6. Mezcla “cabeza y cuerpo”: mientras caminas, etiqueta emoción (tristeza/ansiedad/ira) y decide un gesto pequeño para atenderla después (mensaje, pausa, límite). 
  7. Día comodín: un día a la semana sin plan, solo estirar o pasear; así entrenas también la flexibilidad mental. 

Lo que debes tener en cuenta si solo te mueves cuando te sientes mal

“Lo que haces tiene sentido: has encontrado una llave que te ayuda a bajar el volumen del malestar. Ahora, probemos a usar esa llave también cuando estás bien. No para exigirte más, sino para mantener el terreno cuidado y que los ‘días malos’ te pillen más fuerte y más sereno”, nos comenta.

Para el experto, la idea es sumar bienestar, no ganarte el perdón. El ejercicio puede ser un puente para llegar a ti, no un peaje para “pagar” nada.

Usar el ejercicio para sentirte mejor es inteligente; convertirlo en tu único salvavidas te empobrece. Busca el punto medio amable: muévete como acto de cariño diario, ajusta intensidad a tu emoción y acompáñalo de otras herramientas (hablar, escribir, descansar, pedir ayuda). Así el movimiento deja de ser un paracetamol de urgencia y se convierte en tu base de salud y equilibrio”, concluye.

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