¿Desplazarte a la cocina medio sonámbula a por un café o ganarte unos puntos de vitalidad para el resto de la jornada desde que te levantas? El brebaje puede esperar. Estirarse, respirar siendo conscientes de que lo hacemos o recibir en la cara la primera luz del día oxigena cuerpo y mente y aleja el estrés.
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Abre los ojos y... ¡estírate!
Convierte en rutina el gesto instintivo de desperezarte. Para eliminar la rigidez del cuello, lleva la cabeza a un hombro, luego al otro, hacia delante y hacia atrás, y mantén cada postura 15 segundos; haz rotaciones de hombros en distintas direcciones; redondea la espalda arriba y cúrvala abajo (el "estiramiento del gato"), para mejorar la lumbar, y flexiona los pies.
Estos ejercicios restauran la musculatura, que se atrofia por la noche, y "riegan" tu organismo de salud, activando la circulación y llevando oxígeno al cerebro.
Tómate un tiempo para respirar
Parece una broma que llamemos tu atención sobre algo que haces cada día entre 21.000 y 30.000 veces sin pensar. La respiración que nos conviene al amanecer es diafragmática. Ponte cómoda, coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen.
Empieza inhalando profundamente y exhalando despacio. Haz cuatro respiraciones de este modo y, luego, ve alargando la exhalación unos segundos cada vez. Comienza con esta práctica durante un minuto y verás cómo tu cuerpo, progresivamente, te va pidiendo más.
Por favor, hidratación
El mundo se divide entre los que se levantan sedientos y los que no prueban ni gota de agua hasta el café. Lo ideal es hidratarse al despertar, ya que por la noche vamos perdiendo agua. ¿Qué bebidas te ayudarán a arrancar con energía?
Además del agua, una magnífica opción con un toque revitalizante es el té verde con un chorrito de limón. El primero activa tus mitocondrias (la fábrica de tu energía) y reduce la inflamación. El limón estimula la producción de bilis, que mejora la digestión, aporta vitamina C y ayuda a eliminar toxinas. Tómala caliente o tibia, nunca fría.
Sol, ilumíname
¿Estás taza en mano? Sal al balcón o acércate a una ventana. La luz solar aumenta la producción de vitamina D, esencial para nuestra salud ósea y el sistema inmune; estimula la serotonina, la conocida como "hormona de la felicidad", que contribuye al bienestar, y regula los niveles de cortisol, manteniendo a raya el estrés.
El cerebro interpreta ese primer "fogonazo" natural como una suerte de encendido del interruptor que le indica que es de día, una señal clara que ayuda a regular nuestro reloj interno y a dormir mejor.
¿Un ejercicio? Sal de paseo
Si no eres de las que se lanzan de la cama a hacer una tabla de core, no te preocupes. Una simple caminata te aporta un montón de beneficios sin que te cueste la vida. Sal a caminar cuando el sol ya esté fuera, a un ritmo que te permita hablar sin perder el aliento.
Bracea ligeramente e imagina que un hilo tira de tu coronilla, para mantener la faja abdominal activa. De esta manera, accionas tu metabolismo y despiertas a tus músculos para que vayan entrando en calor. Si al llegar a casa rematas subiendo escaleras, medalla de oro.
Despertar con agua fría
No necesitas lanzarte a una piscina de agua helada. Por la mañana, en la ducha, dirige la "alcachofa" a piernas y brazos y mantén 30 segundos en cada una de las extremidades.
A efectos físicos, el agua fría aumenta la producción de glóbulos blancos, clave para prevenir enfermedades, mejora las inflamaciones y los dolores musculares e incluso ayuda a quemar la conocida como "grasa marrón". Además, la sensación gélida estimula las terminaciones nerviosas y supone una inyección de fuerza. ¿Acaso no eres más resiliente por atreverte?
