Son sus terceras navidades con Anita, ese cascabel que corretea por el pasillo de su casa y enciende las luces del árbol. Ana Obregón ha recuperado la ilusión por estas fechas agridulces desde que la pequeña está junto a ella. No cabe duda de que la ausencia de su hijo le duele en el alma. Le duele siempre, pero, en Navidad, desgarra. Sin embargo, por Anita y sus caras de ilusión ante un belén, un Papá Noel o un nacimiento, ella le pone al mal tiempo buena cara. A estas alturas de su vida, y con todo lo que carga a sus espaldas, muy pocas cosas le dañan.
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"Está enorme. ¡Y es una muñeca, no se puede con ella —ríe—, ¡es demasiado! Te sale con unas cosas, me hace reír todo el día con las ocurrencias que tiene", nos dice entre risas. La conversación, que comenzó aclarando toda la verdad sobre su relación con Jeffrey Epstein, de la que se ha hablado tanto estas últimas semanas, gira radicalmente y también su mirada se ha transformado. Ahora solo hay palabras y momentos para Anita.
"Esta Navidad, en realidad, es en la que ya se da cuenta de todo. La estoy reviviendo a través de ella, porque todo es absolutamente una ilusión"
—Es tu tercera navidad con Anita en casa.
La primera Navidad, que tenía solo unos meses, fue muy bonita porque la bautizamos. Pero esta, en realidad, es en la que ya se da cuenta de todo. La estoy reviviendo a través de ella, porque todo es absolutamente una ilusión. Fíjate que comencé a poner el abeto hace casi un mes, así que estamos viviendo la Navidad desde finales de noviembre. El árbol está lleno de globos rojos, de duendes, de Papás Noel, de bolas con nieve... Mi casa ya no es mía, es la casa de Anita; ella la ha tomado, hay juguetes por todos lados, está todo patas arriba y me encanta. Yo creo que las casas son para vivirlas.
—Bendito caos, Ana.
Totalmente, bendito caos; con esa energía que tienen te agotan, pues bendito cansancio también. No veas cómo corre, hago 15.000 pasos diarios sin fallar —ríe—. Prefiero estar con Anita a machacar el músculo, que me da igual, o si no estoy con ella, leer un buen libro antes que ir al gimnasio. Y con esto no quiero decir que esté en contra del deporte, que es buenísimo practicarlo y moverse, pero esa obsesión que hay ahora de ir todos los días y estar horas, de verdad que no.
Cuando nació Aless
—Anita crece, su energía también, ¿cómo le sigues el ritmo? Porque cada vez costará más…
Cuando nació Aless yo estaba en los treinta y pico, que no es lo mismo que ahora, claro. Pero es que te sacan la energía aunque no la tengas. Hay un momento en que mis hermanas me dicen: "Pero, Ana, siéntate", aunque no me quiero sentar, porque eso es peor, es mejor seguirle el ritmo hasta que se duerma y ese es el momento en que tú descansas. Considero que estoy haciendo algo que es un privilegio y que muchas madres, como me pasó a mí con mi hijo, no pueden hacer porque trabajamos y no hay tiempo.
—Te has dado cuenta de todo lo que te perdiste, claro.
Sí, y muchas veces me pregunto si merecía la pena. ¿Merecía la pena rodar una serie, hacer una película y presentar Qué apostamos y no poder ver a mi hijo? Cuando todo el mundo te llama y te quiere, hay una especie de ambición de la cual me arrepiento muchísimo. Es de lo único que me arrepiento en mi vida y no me he dado cuenta de todo lo que me he perdido hasta ahora que estoy con Anita. Me he perdido todo.
"Me han ofrecido muchísimas cosas, programas, una serie… No quiero. Aunque viniera Spielberg y me dijera que me da el papel protagonista de su próxima película. ¡Quiero disfrutar de Anita!"
"Mi casa ya no es mía, es la casa de Anita; ella la ha tomado, hay juguetes por todos lados, está todo patas arriba y me encanta"
—Tu no volverías a eso ni por todo el oro del mundo, claro.
No. Me han ofrecido muchísimas cosas, programas, una serie… No quiero. Aunque viniera Spielberg y me dijera que me da el papel protagonista de su próxima película, no lo haría, te lo prometo. Me da igual quién venga y lo que me ofrezca, que no; yo quiero disfrutar de Anita.
—Entonces, ¿ya nunca te vamos a volver a ver dando las campanadas de Nochevieja? ¿Esa era se ha terminado?
Empecé en el año 1994, con Joaquín Prat, y las últimas las di en 2022. Han sido casi tres décadas de manera intermitente. No quiero campanadas, aunque me pusieran un helicóptero para llegar hasta allí y volver. No.
—Después de tantos años, seguro que la gente te dice que te echa de menos, Ana.
Sí, y cuando llegan las campanadas todo el mundo se acuerda de cuando las dábamos Ramonchu y yo. Pero lo cierto es que no sabía ya qué inventarme para decir que no, porque lo que quería en ese momento era estar con mi hijo, y muchas veces me iba llorando a la Puerta del Sol. Y ahora llegan las campanadas y todo el mundo me pregunta por las de 2020, que fue el año en que Aless nos dejó. No tengo ni idea de cómo lo hice, no quiero ni acordarme de esa Navidad. Me pasé cinco meses metida en mi cama y no sé cómo me pude levantar para hacer eso; tiraron de mí desde arriba, desde el cielo me dieron fuerza. Yo no me acuerdo de nada.
Lo más difícil
—Qué distinto ahora, Ana. ¿Cómo ha cambiado la Navidad desde que ha llegado Anita?
Durante tres años, mi casa estuvo oscura, no puse nada, no había ni una bola de adorno. Justo la Navidad anterior a nacer Anita, la mañana del día de Nochebuena, salí de mi casa, cogí un tren sola, me fui a un hotel en Málaga, llegué a la habitación y recuerdo que pedí un sándwich mixto. Imagina lo que ha cambiado. ¡Esta Nochebuena vendrá Papá Noel presencialmente y traerá todos los regalos! Con Anita llegó la luz y la resurrección de todo en mi vida.
—¿De qué manera consigues equilibrar el dolor con la ilusión, por otro lado, que te ha traído Anita?
Es lo más difícil que puede plantearse un ser humano. Estar por las noches en el sufrimiento más profundo y de día intentar darle a Anita las sonrisas, la energía y todo el amor que necesita. Mis noches son muy oscuras, muy negras, de muchas lágrimas, pero cuando amanece y escucho su vocecilla a las 6:30, ya no hay vuelta. A veces la llamo Aless, porque se parece tanto... El otro día se me queda mirando y me dice: "¿Pero quién es Aless?". Le dije: "Es tu papá". Qué le voy a hacer.
—Hablará ya muchísimo, ¿qué te cuenta?
Me cuenta mil historias, tiene mucha imaginación. Nos pasamos el día persiguiendo monstruos por casa y no tiene miedo a nada. Tiene muchísima energía, no para, y de carácter, como Aless, es muy payasa y tiene un gran sentido del humor. Y cada día me suelta una. Como me oye decir: "Siri, llama a…", pues el otro día cogió su teléfono de Peppa Pig y le dijo: "Siri, llama a Papá Noel", así, directamente —ríe—.
—Vamos, que no pararás de reír con ella. ¿Qué le ha pedido a Papá Noel?
Bueno, esa es otra —ríe—. Las muñecas no le hacen mucha gracia y ¿sabes lo que ha pedido? ¡Una cama elástica! Me parto con ella. Hay un vecino que tiene una y en casa tenemos un castillo hinchable, porque liberan así la energía saltando y es bueno. Mejor que salten en la cama a que se puedan dar un trompazo saltando en el sofá.
—¿Y luego también estará ilusionada con los Reyes Magos?
Sí, conoce a Melchor, Gaspar y Baltasar y sabe que le van a traer regalos. Les ha pedido otra cama elástica para su bebé, pero su bebé es una almohada de la que no se separa desde que tenía meses. Me la regaló una madre que había perdido a su hijo cuando pasó lo de Aless; tenía su carita porque dijo que a ella le ayudaba. Anita la descubrió, la agarró y ya no se ha separado de su bebé, como ella dice, solo que ya no tiene la cara, porque se ha borrado de tantas veces que la hemos lavado.
"Las muñecas no le hacen mucha gracia y ha pedido a Papá Noel ¡una cama elástica! Me parto con ella. Mejor que salten en la cama a que se puedan dar un trompazo en el sofá", ríe Ana
Haciendo galletas
—¿Qué tradiciones navideñas has recuperado o creado especialmente para ella?
Somos una familia muy unida y la Navidad se celebraba siempre en casa de mis padres, los cinco hermanos y los doce sobrinos, y mi madre organizaba las mesas, la comida, los regalos, y era todo tan bonito… Desde que faltan ellos, eso ya no es así, pero con ella he recuperado a Papá Noel, la Nochebuena, ponemos el belén. Por cierto, el otro día me sorprendió, ¡tiene cada una! Le digo: Mira, el niño Jesús, y me dice: No, la niña Jesusa. ¿Qué ocurrencia no? —Ríe—. Pensé: ¡Pero esta niña, qué feminista1 —ríe de nuevo—.
—¿Y estas Navidades, entonces, cómo las planteáis? ¿Os reuniréis también en familia?
Sí, como hay muchos niños, haremos merienda… Además, estoy muy feliz, porque, como ya sabéis, mi ahijado Javier, el hijo de mi hermano Javi y de Paloma, y su mujer, Eugenia, van a ser papás en febrero, y por parte de mi hermano Juancho, mi sobrino Juanchito, al que adoro, y su mujer, Cristina, también serán papás en marzo. Con lo cual, Anita va a tener muchos primos; ya tiene dos, los dos que vienen y los que vendrán, porque tengo once sobrinos.
—¿Tenéis una receta tradicional familiar o vais cambiando?
La tenía mi madre, que hacía un pavo buenísimo con puré de castañas. Ahora mis recetas son las que le hago a Anita; le hago la comida porque me encanta. Y como tradición hemos empezado Anita y yo a hacer galletas de jengibre. Bueno, lo hemos intentado —ríe— y nos hemos puesto de harina hasta arriba.
—¿Qué te da fuerza en los momentos de dolor?
Me reconforta saber que con Anita he cumplido la última voluntad de mi hijo. Y qué madre en el mundo no cumpliría la última voluntad de su hijo.
—¿Hay alguna frase que tú te repitas a ti misma cuando necesitas darte ánimo para seguir?
Necesito darme fuerza, para ser sincera, muchas veces, porque no es tan fácil hacer de mamá, papá, abuelo, abuela, de todo. No es fácil…pero sí es fácil. Viendo lo que ha luchado mi hijo para poder vivir, y con esa sonrisa y con ese sentir humor, lo que me pasa a mí me parece que es superfácil.
"Me cuenta mil historias, tiene mucha imaginación. ¡Tiene cada una! Le digo el otro día: “Mira, el niño Jesús”, y me dice: “No, la niña Jesusa”. ¿Qué ocurrencia no? Pensé: “¡Pero esta niña, qué feminista", ríe
—¿Qué crees que diría él al ver estas Navidades con Anita y contigo?
Siempre lo digo, no creo que Aless esté feliz donde esté, porque amaba la vida y estaba loco por tener hijos, quería cinco. Pero sí creo que tendrá paz de saber que hay algo suyo en la tierra, que cuando Anita se case habrá más y que su línea y su existencia en la tierra sigue con descendencia. Estoy convencida porque lo siento.
—Hiciste obra en casa, una nueva habitación para Anita. ¿Está contenta en su cuarto?
Si te soy sincera, seguimos durmiendo en el cuarto de papá. Y en la habitación nueva estamos para jugar. Ha sido, por otro lado, difícil cambiarla a una cuna más grande, porque no cabía. Está altísima, tiene dos años y mide como una niña de cuatro. Se ha salido ya de todos los percentiles. Es normal, su papá medía 1,95.
Dos cosas
—¿Cómo imaginas vuestras Navidades en unos años, cuando sea Anita un poquito más mayor?
Igual que ahora, pero con más ilusión. Además, ya me he planteado empezar a cuidarme, porque quiero estar fuerte para vivir el máximo de años posible y estar con Anita. Los últimos siete años me he dedicado a cuidar de mi hijo primero, luego a mis padres y ahora a Anita. Y me he planteado el año que viene retomar yoga o algo de ballet, que era lo que me gustaba; tomarme una hora al día para mí.
—¿Qué te ha enseñado esta tercera Navidad sobre tu propia resiliencia?
En una ocasión, una señora me dijo que en el mundo solo había dos tipos de personas: las que habían perdido un hijo y las que no. Cuando pierdes a un hijo, el dolor es tan grande y buceas tanto dentro de ti intentando salir de esa oscuridad que relativizas todos los problemas y las tonterías de antes. Así que aprendes a relativizar, pero no a ser más fuerte; yo no soy fuerte, porque siempre digo que la fuerza es para levantar pesas. Tengo coraje de poder seguir donde estoy, dándole a Anita todo lo que necesita por mi hijo, por amor. Y es verdad que el dolor con amor duele un poquito menos.
"Puedo decir que Alessandro fue un gran padre para Aless. Su hijo lo adoraba a unos niveles increíbles y está muy involucrado en la fundación. Pero de lo demás no voy a opinar, no me incumbe"
—Antes me comentabas que Anita se lanza a todo, que no tiene miedo a nada.
A todo, qué horror.
—La que no puede quitarse los miedos eres tú, forman parte de tu día a día.
Y cada vez son más. Es humano y es lógico. Porque yo tenía un hijo sano y, de un día para otro, tenía un tumor de diez centímetros, un cáncer muy agresivo. Mis hermanas me dicen que exagero, pero ponte en mi lugar: ahora, cualquier cosa me da pánico y tengo unos miedos horribles que antes no tenía. Y creo que los tendré siempre.
—Es algo que no vas a poder evitar.
Hay dos cosas que no me voy a quitar. La primera es el duelo por mi hijo, porque por un hijo el duelo inicia, tiene una parte intermedia y luego el resto de tu vida; esas son las tres etapas y ya sé que eso nunca se me va a pasar. Y en segundo lugar, los miedos no se me van a pasar, los tengo, los vivo y no puedo hacer nada por evitarlos.
En cuerpo y alma
—¿Qué te gustaría que Anita supiera de su padre cuando sea mayor?
Pues todo. Cómo fue como ser humano, tan íntegro, tan bueno, tan inteligente, tan rápido, tan empático, con ese sentido del humor, tan luchador. El ejemplo de vida que nos ha dado a toda la familia, eso es lo que quiero que sepa. Y su amor por España, porque mi hijo amaba España.
—Anita ha heredado mucho de su carácter, pero ¿qué crees que tiene de ti?
Creo que el sentido del humor, siempre he tenido mucho, aunque ahora no tanto, y también lo tenía Aless. Y no es por tirarme flores, pero tengo un cociente de inteligencia muy alto, lo tenían mi padre y Aless también. Y Anita es muy inteligente. Y luego lo rápida que es, la ilusión que tiene por todo es la misma que tengo yo, aunque ya no sea una niña, de ver una luna preciosa o un atardecer, por ejemplo. Todo le emociona.
"Necesito darme fuerza, para ser sincera, muchas veces, porque no es tan fácil hacer de mamá, papá, abuelo, abuela, de todo. Aunque viendo lo que ha luchado mi hijo, lo que me pasa a mí en realidad sí me parece superfácil"
—Aless está presente en tu casa, siempre lo dices.
Siempre. En cada rincón, cada momento, cada segundo. Nos está protegiendo a Anita y a mí, siempre.
—Estás muy implicada con la fundación.
Estoy en cuerpo y alma con mi niña y con la fundación. Y tampoco sé de dónde saco las fuerzas, porque a veces pienso: "¿Y si ahora se descubre la cura y lo estoy impulsando yo?". Bueno, pues que sirva para que ningún padre tenga que pasar por lo que hemos pasado nosotros.
—Será duro, además, porque conoces muchos casos que también te recordarán de alguna manera lo que tú viviste.
Es tremendo, sí, es duro, muy difícil. Alguien me preguntaba el otro día que cómo sigo en pie, pues por Anita y por Aless.
—¿Qué aprendizaje te ha traído Anita sin tú esperarlo?
¿Qué aprendizaje me ha traído Anita? Pues volver a vivir, que se me había olvidado.
—Por último, Ana ¿has hablado con Alessandro tras su salida de televisión?
Te puedo decir que Alessandro fue un gran padre para Aless. Aless lo adoraba a unos niveles increíbles y está muy involucrado en la fundación. Pero de lo demás no voy a opinar ni decir nada. Es la vida de otros y a mí no me incumbe.
