Hace dos años, Tamara Gorro empezó a notarse ‘rara’. Se despertaba en medio de la noche con sudoraciones tras sufrir pesadillas. Durante el día tenía taquicardias y vómitos. “Al principio lo achaqué al estrés, porque no paro de trabajar y me ocupo de muchas cosas: los niños, la compra, el trabajo. Pero comencé a sentirme más y más rara”, explica la empresaria, presentadora e influencer en conversación con ¡HOLA! “Me hice chequeos y los médicos no dieron con nada. Hace un año y medio, empecé con terapia. Me derivaron a la psiquiatra y ella, finalmente, dio con el diagnóstico: depresión y trastorno de ansiedad”, relata Tamara, que está aprovechando su influencia en las redes sociales -tiene más de dos millones de seguidores en Instagram- para dar visibilidad a una enfermedad que afecta cada año a más de dos millones de españoles.
Tamara no está curada, y no se atreve a dar consejos. “No puedo hacerlo porque estoy en el camino de la recuperación. Me estoy tratando. No puedo ser abanderada de nada”, reconoce la extertuliana televisiva, que se ha separado temporalmente de su marido, el jugador de fútbol Ezequiel Garay, para centrarse en su tratamiento y recuperación. “Mi enfermedad es muy dura y es muy difícil de entender y llevar. Se lo llevaba diciendo a Ezequiel desde hace mucho tiempo y no quería que sufriera. Si tengo un mal día, prefiero estar sola. No quiero que él sufra por mi culpa”, explica.
Asimilar y aceptar que estaba deprimida fue una de las cosas más difíciles para ella. “Cuando me diagnosticaron, no daba crédito. ‘¿Cómo yo voy a tener esto?’, les dije. Pensaba que la depresión consistía en estar triste y no salir de la cama. Llegué a poner en tela de juicio a mis médicos. Mi psiquiatra me dijo: ‘Tengo pacientes con depresión que salen de la consulta y se van a dar una conferencia ante dos mil personas’. Existen muchos tabúes sobre las enfermedades mentales”, apunta.
“La gente piensa que si estás mala, no puedes viajar o irte de fiesta, pero puedes. Hay gente que piensa que si estás deprimida tienes que estar cortándote las venas. No es así. Puedes estar muy mala y seguir con tu vida. Por eso conté mi diagnóstico, para dar visibilidad a una enfermedad silenciosa, que está pero no se ve”. Ahora, está escribiendo un libro sobre su lucha, que saldrá en abril. “Gracias a la escritura, me estoy liberando. Empiezo a sentirme libre”.
Tamara insiste en que no está curada. Dice que está en un “proceso”. “La terapia, la medicación y el deporte me están ayudando. Hago mucho deporte. Entreno de domingo a domingo. Hago pesas con la música muy alta. Es importante cansarme, agotarme”, explica. “Por desgracia, hay personas que se aferran al alcohol o al juego, y también hay personas que se aferran a otras cosas positivas, como la lectura. Yo me aferro al deporte”.
Sigue trabajando mucho. Compagina su trabajo como influencer con sus empresas, una productora audiovisual y una agencia de marketing digital. Pero dice que ahora se permite “mimarse”. “El domingo, por ejemplo, me dediqué a organizar el almacén, mis armarios de ropa, los armarios de la cocina y después me puse a cocinar un pollo al horno mientras escuchaba música. Para mí eso es mimarme, hacer en cada momento lo que quiero”.
