LA VISITA A LA CUEVA
La Cueva del Viento es también una de las pocas cavidades abiertas al turismo que carecen de iluminación artificial, para así mantener su virginidad y la paz en la que viven 190 especies de bichejos, muchas de ellas exclusivas de estas profundidades tinerfeñas, como la cucaracha Loboptera subterranea, que está desprovista de ojos y tiene la piel sensible a la luz. Por la misma razón (la ausencia de iluminación) la visita se hace en grupos reducidos. El momento culminante de la visita es cuando todo el mundo apaga sus frontales y, en un silencio ciego, inhumano, se oye el goteo del agua filtrada y la brisilla que ha dado nombre al lugar. Una hora lleva recorrer el tramo abierto al público, más lo que se pase en el centro de visitantes, el desplazamiento en furgoneta y a pie desde este y lo que se animen los entusiastas guías (cuevadelviento.net). Imprescindible llevar pantalón largo y botas de senderismo o calzado cerrado. Hay visitas todos los días, pero debido a las limitaciones (el grupo máximo es de 14 personas), conviene reservar tres o cuatro días antes. Precio: 20 €.
En la cueva se han encontrado vestigios de los guanches o aborígenes canarios, que ya la conocían hace más de 2000 años y la usaban como lugar de enterramiento. Y se han descubierto esqueletos de animales endémicos de Tenerife ya desaparecidos, como el lagarto gigante Gallotia goliath, que tenía hasta 125 centímetros de longitud y se extinguió después de la llegada de los españoles a la isla.