Al parecer, se trata de una propiedad que sirvió de alojamiento, durante cerca de cuatro décadas, a Stanley McCormick, un hombre que sufría de graves trastornos mentales, entre ellos esquizofrenia. Su familia decidió recluirlo en este lugar a fin de intentar que se curara. Para ello contrató a un científico y llegó a instalar incluso un pequeño laboratorio en el interior de la residencia para lograrlo. La esposa de Stanley, Katherine, vivía con él, y también se esforzó por hacer de la finca un auténtico hogar