Admirar a artistas, cantantes, actores, deportistas... es consustancial a la infancia y la adolescencia. De una u otra forma, el fenómeno fan ha existido siempre, solo que bajo unas condiciones muy distintas a las de ahora, donde las redes sociales y el mundo digital han acercado, aparentemente, estos dos mundos.
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Pero ¿cómo se vive realmente ahora esta admiración por los ídolos? Carla Álvarez Llaneza, psicóloga de Blua de Sanitas, nos aclara las implicaciones de ser fan en la actualidad.
Los jóvenes sienten que conocen a sus ídolos, que forman parte de su vida cotidiana. Esto puede ser positivo, porque refuerza el sentido de pertenencia, pero también peligroso si se convierte en una dependencia afectiva o en una fuente constante de comparación
Un nuevo vínculo entre las figuras públicas y sus admiradores
Antes, el contacto con las personas admiradas se limitaba a lo que se podía ver en la televisión, las entrevistas que concedían a medios escritos o en la radio, los póster o estampas que se recopilaban... Pero en la actualidad esas fronteras parecen haberse borrado porque los propios famosos o infuencers establecen contacto virtual con su comunidad de seguidores, lo que puede dar una falsa sensación de cercanía. Todo sucede en un tiempo real y con más intensidad, por lo que los adolescentes pueden identificarse con más fuerza con aquellos a los que admiran, y desarrollar una idealización o una frustración cuando realidad y expectativas no coinciden.
“El vínculo entre fans y figuras públicas se ha vuelto más directo y emocional. Los jóvenes sienten que conocen a sus ídolos, que forman parte de su vida cotidiana. Esto puede ser positivo, porque refuerza el sentido de pertenencia, pero también peligroso si se convierte en una dependencia afectiva o en una fuente constante de comparación”, destaca la experta.
Hablamos de un fenómeno que no es propio solamente de adolescentes más inseguros o con baja autoestima. “Durante esta etapa, el cerebro está en pleno desarrollo y busca modelos con los que identificarse y construir su identidad. Las redes sociales amplifican ese proceso al ofrecer una exposición continua a figuras públicas y al generar una respuesta inmediata, a través de 'me gusta', comentarios o compartidos, que activa los circuitos de recompensa del cerebro”, comenta la psicóloga.
La confusión entre admiración y pertenencia
Esa conexión constante que proporcionan los medios digitales puede crear una implicación emocional desmedida entre el adolescente y el personaje. Esto puede llevar a confundir la admiración con la pertenencia, lo que conduce al adolescente a reaccionar ante cualquier crítica a su ídolo, como si esta fuese una agresión personal. Estas reacciones extremas pueden hacer que el joven rechace con hostilidad a quienes piensan distinto.
“El anonimato y la falta de contacto cara a cara reducen la empatía y facilitan actitudes impulsivas o agresivas. Es más sencillo escribir un comentario hiriente o un mensaje de odio desde una pantalla que asumir las consecuencias de una confrontación directa. Además, los algoritmos tienden a mostrar contenido afín a las propias ideas, lo que alimenta la sensación de que ‘solo los míos tienen razón’ y dificulta el pensamiento crítico”, advierte Carla Álvarez.
Cómo ayudarles a entender lo que sienten y cómo se relacionan
Esa identificación con sus ídolos conlleva emociones y pensamientos que los adolescentes no siempre saben canalizar. En este sentido, necesitan que se les acompañe de verdad (lo que no significa prohibir ni vigilar), sino darles herramientas para que puedan entender lo que sienten y de qué manera influye eso que ven en las redes sociales en su día a día.
Para ello, estas son las recomendaciones de los expertos de Blua de Sanitas:
- Aumentar la comunicación: "Escuchar lo que les gusta, lo que les preocupa o lo que viven en redes abre la puerta a comprender su mundo digital. Estas conversaciones permiten detectar si una admiración se está convirtiendo en dependencia o si existe malestar ligado a la comparación constante".
- Fomentar el pensamiento crítico: "Enseñarles a poner distancia entre lo que ven y lo que es real evita la idealización de sus ídolos y frena la polarización que a veces surge entre comunidades enfrentadas. Analizar con ellos cómo se construye la imagen pública o qué intereses hay detrás de ciertos mensajes les ayuda a mirar con más criterio y menos impulso".
- Poner límites razonables: No es cuestión de dejarlos sin pantallas, sino de establecer espacios libres del mundo digital.
- Reforzar su autoestima: "Cuando un adolescente se siente valorado por lo que es y no por los 'me gusta' que obtiene, disminuye la necesidad de aprobación externa. Reconocer sus logros y reforzar sus intereses personales fortalece su identidad y reduce la presión por encajar en comunidades virtuales".
- Vigilar sus cambios de conducta: Si hay irritabilidad, aislamiento o desinterés por actividades habituales, hay que ver qué está pasando, pues "pueden ser señales de un uso problemático de las redes o de un conflicto emocional". Detectarlo a tiempo y, si es necesario, buscar apoyo profesional ayuda a prevenir un malestar mayor y a recuperar el equilibrio emocional.
“Si las pautas habituales no bastan o el malestar persiste, conviene buscar ayuda profesional. Los especialistas en salud mental adolescente y uso digital pueden orientar a las familias y a los jóvenes para que aprendan a manejar las emociones que surgen en su relación con las redes y con las figuras a las que siguen”, concluye Carla Álvarez Llaneza.
