Aprendizaje

Paula González, experta en memoria: “Un niño que aprende a gestionar sus emociones tiene mucho más potencial que uno que simplemente memoriza bien”


La creadora del método ‘Memoria Extrema’ revela cómo conseguir que niños y adolescentes estudien mejor y obtengan mejores notas


Paula González, formadora experta en preparación de oposiciones© Paula González
24 de octubre de 2025 - 7:00 CEST

Aprender a estudiar es fundamental para que niños y adolescentes saquen buenas notas y, nos guste o no, memorizar sigue siendo clave. Afortunadamente, hay estrategias que ayudan a memorizar de manera mucho más sencilla y, sobre todo eficaz. De ellas nos habla Paula González, formadora experta en preparación de oposiciones y creadora del método Memoria Extrema, que ha escrito, junto a su hermana, Sara González, el libro Una memoria extrema. El método que revolucionará tu estudio y tus resultados en tiempo récord (Ed. Montena), con pautas respaldadas por la neurociencia.

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¿Cuál es el mejor método para estudiar y sacar muy buenas notas en la ESO y en Bachillerato?

Lo primero es leer y entender. En segundo lugar, podemos transformar ese texto en imágenes: para eso, es muy útil esquematizar el párrafo, añadirle dibujos o incluso crear una historia impactante que nos ayude a recordarlo.

Y después, siempre, siempre recitar sin mirar: explicarlo en voz alta o en voz baja. Puede hacerse con tus propias palabras, pero si consigues hacerlo con las palabras exactas del libro… ¡entonces, aún mejor y más nota sacarás!

¿Se puede entrenar la memoria ya desde pequeños?

¡Por supuesto! La memoria es visual, así que siempre debemos crear imágenes y hacer el esfuerzo activo de decir lo que pone, ya sea con nuestras propias palabras o con las del libro. Lo que no funciona es leer, subrayar o resumir y quedarse ahí. Hay que activar la mente, porque la memoria es como un músculo: si no la entrenas, se debilita.

Con las estrategias adecuadas, el estudio puede volverse algo mucho más liviano, incluso divertido.

Paula González, formadora experta en preparación de oposiciones

Al principio cuesta, igual que cuando empiezas en el gimnasio y tienes agujetas, pero en cuanto practicas ese esfuerzo de explicar lo que has leído ayudándote de imágenes, los resultados son increíbles. De verdad se puede llegar a retenerlo todo… y sacar sobresalientes y matrículas .

Te han diagnosticado de TDAH en la edad adulta y, aún así, has conseguido importantísimos hitos relacionados con la memoria de trabajo, uno de los aspectos que suelen estar afectados en el déficit de atención. ¿Cómo lo has conseguido?

Lo primero es ser consciente de mis limitaciones y saber que tengo que compensarlas. Pero también reconocer mis puntos fuertes, porque siempre los he potenciado.

En clase nunca prestaba atención, y cuando me sentaba a estudiar, apenas aguantaba un minuto concentrada. Por eso creaba historias impactantes que se me quedaran grabadas y, sobre todo, que me hicieran reír. Como me distraía mucho, a veces tenía que repetir el texto varias veces y tardaba más que otros (quizás ocho minutos en lugar de tres o cinco), pero era consciente de ello y nunca me limité por eso. Al final, lo importante es la estrategia global, no el tiempo exacto que tardes. Creo que todo parte de una mentalidad: la de no ponerse límites a uno mismo.

¿Te resultaba difícil estudiar en tu infancia y en tu adolescencia? 

En la infancia y en la adolescencia no tuve grandes problemas, porque siempre tuve ese instinto de supervivencia en los estudios que me hizo ir puliendo mi método. Nunca supe de qué iba cada asignatura hasta que me ponía a estudiar el examen, porque jamás presté atención en clase. Pero cuando lo hacía, como utilizaba imágenes, no se me hacía pesado.

En Primaria tuve profesoras muy poco comprensivas, que no paraban de repetirme que lo perdía todo, que nunca atendía y que era un desastre. Me molestaba que me humillaran, por supuesto. Luego, en la adolescencia, coincidió con una etapa rebelde: con 14 años, una profesora me dijo que entre lo hiperactiva que era (que no paraba quieta jamás), que no atendía en clase y que a veces contestaba, no creía que pasara a Bachillerato.

A todo eso se sumaba que siempre tuve insomnio, algo que, por supuesto, afecta a la memoria. Pero creo que lo que me salvó fue esa mentalidad de supervivencia y el haber conseguido convertir una debilidad en una fortaleza. Algunas personas con TDAH o dislexia tienen más facilidad para pensar en imágenes, y yo, desde los 11 años y de forma muy progresiva, fui desarrollando esa capacidad. Además, experimentaba muchísimo: ensayo, error, probar técnicas distintas… y nunca frustrarme. Si algo no funcionaba, simplemente sabía que tenía que probar otra cosa.

© Montena

¿Qué recomendarías a un niño o a un adolescente, con o sin TDAH, a quien le resulte difícil concentrarse a la hora de escuchar en clase o de sentarse a estudiar?

Te diría que lo primero es dejar de pensar que su cerebro está roto o no vale para estudiar. Todos tenemos debilidades y fortalezas. Simplemente necesita emoción, interés o urgencia para activarse. Yo a veces hacía de textos aburridos historias de risa, “salseo” entre los compañeros de clase o cosas del estilo y estudiar era otra sensación que repetir y repetir cosas aburridas. 

No se trata de obligarse, sino de entender cómo funciona. En lugar de decir “tengo que estudiar”, que empiece con “voy a probar diez minutos”. Porque muchas veces, cuando empieza, ya entra en flujo y sigue solo.

Cuando un niño ve que recuerda más, que entiende mejor o que puede explicar algo que antes no sabía, su cerebro libera dopamina, y eso refuerza las ganas de seguir.

Paula González, formadora experta en preparación de oposiciones

También es importante dividir las tareas en pasos pequeñísimos, que pueda tachar y ver el avance. El cerebro con TDAH necesita esa sensación de logro constante. Y rodearse de un entorno que le sostenga: sin notificaciones, con pausas cortas para moverse y resetear el cuerpo, porque la energía física y la concentración van de la mano.

Y sobre todo, que no se castigue por no ser como los demás. No se trata de exigirse más, sino de comprenderse mejor. Con las estrategias adecuadas, el estudio puede volverse algo mucho más liviano, incluso divertido, cuando se aprende a hacerlo desde cómo uno realmente funciona.

¿Y a un joven universitario con TDAH que sueñe con opositar?

Le diría, sobre todo, que cuide su salud mental, ya que la oposición es otra liga diferente a la universidad. Yo por ejemplo, en la oposición tenía mucha ansiedad (desmesurada), un insomnio fortísimo y eso tenía que haberlo cuidado muchísimo más. Durante la universidad no tuve nada de eso y en el fondo me pilló desprevenida cuando oposité.

Que no se deje arrastrar por la comparación, ni por la culpa de “ir más despacio”, porque es una maratón, no es una carrera de de velocidad. Le diría que no se frustre si no puede seguir rutinas rígidas o si olvida lo que estudia a los pocos días; eso no significa que no valga, significa que necesita una estrategia de memorización real, basada en repaso activo, color, visualización y emoción. Porque si no estructura su mente, la mente se dispersa sola.

¿Cómo enseñar a estudiar a los niños desde pequeños para que sacar su máximo potencial?

Pues también enseño a niños y a adolescentes y, más allá de las imágenes y el recitado (que son fundamentales), lo importante es que desde pequeños aprendan a pensar con curiosidad, no con miedo a equivocarse. El error es la mejor forma de aprender. No se pueden frustrar. 

A mí me parece clave enseñarles a organizar la información visualmente, pero también a comprender lo que sienten cuando estudian: si están frustrados, distraídos o cansados. Porque un niño que aprende a autorregularse emocionalmente tiene mucho más potencial que uno que simplemente memoriza bien. Y, sobre todo, enseñarles a celebrar el progreso, no solo el resultado. Eso es lo que crea confianza y hábito a largo plazo.

Uno de los puntos importantes de los que hablas en el libro a la hora de sacar el máximo partido al estudio es el de lidiar con la ansiedad y la incertidumbre. ¿Cómo pueden los niños y los adolescentes hacerlo?

La ansiedad y la incertidumbre son inevitables cuando uno aprende o se examina, pero lo que marca la diferencia es cómo se gestionan. En los niños y adolescentes es clave enseñarles a observar lo que sienten sin juzgarlo, a ponerle nombre a la emoción.

Respecto a la ansiedad, tienen que empezar a cambiar el discurso interno (rebajar la autoexigencia o no pensar que si suspenden un examen son tontos), ya que si piensan de forma relajada, sin castigarse, la ansiedad se va a rebajar muchísimo. Luego, por supuesto, también pueden llevarse a cabo otro tipo de rutinas.

Yo siempre digo que la memoria es como un dictador bueno: tienes que hacer caso estricto a sus normas si quieres que ella te dé lo que tú necesitas, pero, si lo cumples, nunca jamás te deja tirada. Saber que te vas a saber todo en el examen reduce la incertidumbre al cien por cien.

¿Qué papel juega la motivación en el éxito académico?

Fundamental. Y muchos están desmotivados porque piensan que lo que estudian no valen para nada. La motivación no es algo que se tiene o no se tiene: es algo que se construye. Y se construye cuando un estudiante siente que lo que hace tiene sentido, que avanza y que alguien confía en él. Incluso, aunque no le gusten las asignaturas, si se ve productivo, aumenta su autoestima y eso le motiva: cuando un niño ve que recuerda más, que entiende mejor o que puede explicar algo que antes no sabía, su cerebro libera dopamina, y eso refuerza las ganas de seguir.

También tiene que pensar que lo que dan en el instituto, o en el colegio es el camino para luego dedicarse a lo que realmente le gusta. Pero que, mientras tanto, lo puede superar haciendo del estudio o algo más entretenido. Más que presionarles para que se esfuercen, hay que enseñarles a celebrar cada pequeño logro, porque la motivación es la consecuencia del éxito, no su causa.

© Getty Images

¿Qué habría que tener en cuenta para motivar a niños y a adolescentes a la hora de estudiar?

Para motivar a niños y adolescentes hay que entender que no todos se mueven por las mismas razones. Algunos necesitan sentirse capaces, otros necesitan sentirse comprendidos, y otros simplemente necesitan que el aprendizaje tenga sentido para su vida.

Lo primero es crear un entorno donde el error no dé miedo, porque sin seguridad emocional no hay curiosidad. Luego, enseñarles a ver su progreso de forma visible: cuando un alumno ve que recuerda más o entiende mejor, la motivación aparece sola. Y, sobre todo, hay que conectar el estudio con su mundo real: que sientan que lo que aprenden sirve para algo más que aprobar un examen. Aunque la realidad es que el plan de estudios está obsoleto y no tiene nada que ver con la vida real y ellos son conscientes.

Si volvieras a empezar tus años de estudio, si volvieras al colegio, ¿qué cambiarías de tu manera de estudiar?

Si tuviera que cambiar algo de mis años de estudio, no sería el método, ya que lo fui aprendiendo de forma autodidacta como mera superviviencia y siempre saqué excelencia académica, sintiéndome a gusto con él. Pero cambiaría parte de la mentalidad. Me habría gustado entender antes la parte emocional del aprendizaje: que no basta con tener buena memoria o disciplina, también hay que saber cómo te sientes cuando estudias. Porque las emociones determinan muchísimo la concentración, la constancia y la forma en la que recordamos. Si lo hubiera sabido antes, habría aprendido a cuidarme más por dentro, no solo a exigirme por fuera.

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