Doctor en Matemáticas©Eduardo Sáenz de Cabezón

Entrevista

Las claves para aprender mejor, según Eduardo Sáenz de Cabezón

Los niños y adolescentes tienen una capacidad inmensa para absorber conocimiento, pero también necesitan ‘aprender a aprender’ para multiplicar esa habilidad

¿Cómo aprende el cerebro de un bebé, de un niño o de un adolescente? ¿Qué es necesario para que se produzca ese aprendizaje y ‘se abra’ su mente? Tienen una capacidad admirable de adquirir conocimientos, capacidad que se multiplica ante determinados factores, como la motivación, como el tener un ambiente propicio para ello, la habilidad para relacionar nuevos conocimientos con otros antiguos… Y también con otro factor que no siempre se tiene en cuenta, pero que es esencial para potenciar esa capacidad: aprender a aprender. De todo ello hablamos con Eduardo Sáenz de Cabezón, doctor en Matemáticas, divulgador y autor de Invitación al aprendizaje (Ediciones B), que nos muestra todo lo necesario de este fascinante proceso.

Dices en tu libro que “el cerebro de un bebé humano es la máquina de aprendizaje más perfecta que existe”; ¿cómo se produce ese aprendizaje? ¿Cómo aprende el bebé y cómo aprende el niño?

¡De tantas formas! El aprendizaje se produce cuando nuestro cerebro es capaz de modificar sus conexiones para codificar los nuevos conocimientos y habilidades que adquirimos. De modo que la plasticidad neuronal es un ingrediente importantísimo en el aprendizaje. Y ahí es donde el cerebro infantil se revela como una “máquina” extremadamente dotada. Tiene una plasticidad extraordinaria, es capaz de asimilar nuevos aprendizajes con una facilidad pasmosa. Pero ¡eso no es lo único importante en el aprendizaje! Niños y mayores incorporamos los nuevos aprendizajes relacionándolos con los que ya tenemos adquiridos. Una red tupida de conocimiento favorecerá los nuevos aprendizajes. En el caso del bebé, su cerebro viene ya “preparado de fábrica” para algunos aprendizajes esenciales, como el lenguaje o el reconocimiento de rostros. Por eso tienen esa facilidad casi mágica para aprender esas cosas (y muchas otras). En el caso de los adultos, los conocimientos que adquirimos durante toda la vida nos facilitan la adquisición de los nuevos. Por eso, aunque nuestra plasticidad sea menor (pero no desaparece del todo, ni mucho menos) esos conocimientos que ya tenemos nos dan ventaja frente a los niños. Por ejemplo, si yo quisiera hoy aprender historia de Italia me resultaría más fácil que cuando tenía nueve años, porque conozco algunas cosas, nombres, lugares ...puedo relacionar lo nuevo con lo que ya sé, y eso me lo hace más fácil.

¿Y el adolescente? ¿Es diferente la manera de aprender en la adolescencia, una etapa vital de cambios en todos los sentidos?

El cerebro adolescente está en una etapa muy peculiar, sí, pero los principios de aprendizaje son más o menos los mismos. Es muy importante en esta etapa favorecer un ambiente de aprendizaje y unas condiciones para que los chicos y chicas puedan desarrollar las grandes capacidades que tienen. Quizá lo más importante es que tengan los estímulos adecuados, que nos interesemos por lo que aprenden, brindar oportunidades de que conversen sobre sus aprendizajes, y adaptarnos a sus ritmos vitales (no es nada adecuado que su horario escolar empiece muy pronto por la mañana, por ejemplo). Los adolescentes necesitan cuatro pilares básicos en sus aprendizajes, los mismos que necesitamos todos: buenos profesores que les ayuden, concentración, una retroalimentación (feedback) adecuada y a tiempo, y práctica intencional. Necesitan además algo muy importante: una buena estrategia de aprendizaje, que muchas veces asumimos que van a adquirir por sí mismos. Necesitamos ayudarles a que aprendan a aprender. Parece obvio pero no lo es.

Cada vez está más extendida la idea de que el aprendizaje manipulativo, aquel que implica la puesta en marcha de varios sentidos (si no todos), facilita interiorizar verdaderamente el aprendizaje en sí; ¿hay un método de aprendizaje mejor que otros?

Sí. Hay métodos mejores que otros. La clave está en la implicación en el proceso. Las actividades de clase deben estar orientadas a facilitar, a provocar la implicación del estudiante en su propio proceso de aprendizaje. En ocasiones una metodología manipulativa será muy adecuada, y en otras ocasiones serán otras las metodologías a emplear. No hay nada de malo en una clase tradicional que implique de forma intensa a los estudiantes. Por suerte, hay mucha evidencia en favor de las metodologías de enseñanza y en las prácticas de estudio que son más eficientes. Se sabe mucho y se estudia mucho este tema, sobre todo en relación a los aprendizajes escolares. Para tener un aprendizaje profundo y duradero es necesaria la implicación de la persona, y la metodología ha de estar enfocada a lograr esa implicación.

Eduardo Sáenz de Cabezón©Ediciones B

¿Debería cambiar algo en el sistema educativo español para favorecer un verdadero aprendizaje por parte de niños y adolescentes?

El sistema educativo progresa continuamente, por supuesto, porque cada vez se sabe más sobre el cerebro humano y su forma de aprender, y porque cada vez se investiga más sobre cómo podemos mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Además surgen herramientas nuevas que generan contextos nuevos, como hemos visto recientemente con la aparición de Chat-GPT y otras herramientas similares. Nuestro sistema educativo debe adaptarse a ese contexto. Algunas claves tienen que ver con el profesorado: mejorar su formación y favorecer que tenga condiciones de trabajo adecuadas. Otras claves tienen que ver con la organización de las actividades y contenidos, en este caso hemos de hacer caso a la evidencia científica, que la investigación en psicología cognitiva y ciencias del aprendizaje llegue a las aulas. Tenemos un buen sistema en continua mejora, y esto debe mantenernos siempre en una actitud de ayuda a los agentes educativos por parte de toda la sociedad.

¿Cuál es el papel de las emociones en el aprendizaje?

Es muy grande. Nuestro cerebro favorece el aprendizaje de aquellas habilidades, contenidos, etc. que tienen para nosotros una carga emocional intensa. Ya sea para protegernos de peligros o para mejorar nuestra vida, el cerebro usa las emociones como llamada de atención sobre lo que es importante. Pero tenemos que estar atentos también a las emociones que impiden el aprendizaje. Pongo por ejemplo la ansiedad matemática, que es un fenómeno muy extendido, hay mucha gente que se siente incapaz para las matemáticas. Y en la inmensa mayoría de las ocasiones no es una incapacidad real, es esta ansiedad matemática que no significa que no tengas capacidad para las matemáticas, sino que bloquea el ejercicio de esta capacidad. Es muy importante cuidar que esto no ocurra, y hay muchas y buenas formas de hacerlo que se sabe que funcionan.

Señalas en el libro que la motivación es importante para aprender, pero que no es un elixir mágico que garantice el aprendizaje; ¿cómo ayuda exactamente en el proceso de aprender?

La motivación es clave para la implicación. Existe una motivación intrínseca, propia, que nos lleva a querer implicarnos en el proceso de aprendizaje. Es muy importante, hasta el punto de que en ocasiones es lo que hace posible que ese aprendizaje se produzca. Luego, por supuesto, hemos de llevar a cabo el proceso de la mejor forma posible, la motivación no lo es todo pero muchas veces es lo que hace posible todo. Muchas veces, de adultos, emprendemos aprendizajes que nos atraen, nos gustan, la motivación está presente, a veces en un grado altísimo. Pero luego nos falla la constancia, la buena estrategia, dedicar los recursos necesarios de tiempo, por ejemplo… y sin eso, estamos en riesgo de fracaso (y de desmotivación posterior).

 

¿Es posible enseñar a nuestros hijos a aprender?

Sí, y es necesario. Existen prácticas que funcionan mejor que otras, existen métodos de estudio y aprendizaje mejores que otros. Y existe mucha evidencia científica que apoya estas afirmaciones. Es bueno que maestros y familias ¡y los propios estudiantes! los conozcan y pongan en práctica. En el libro me hago eco de una cantidad importante de estos estudios y propongo una metodología que nos puede ayudar a todos, también a nuestros hijos.

¿Son útiles las técnicas de estudio, en lo que a rendimiento académico se refiere? En caso de ser así, ¿hay algunas más recomendables que otras?

Sí, son útiles y sí, hay algunas más recomendables que otras. De nuevo, me remito a la gran cantidad de estudios que hay sobre este tema. Y de nuevo insisto en que la implicación es clave. Aquellas técnicas que implican de manera más intensa a nuestro cerebro, a nuestra persona, en la tarea de aprender, son las más eficaces. Pongo un ejemplo: releer no es lo mismo que repasar. Repasar es clave para ir reafirmando las estructuras que almacenan nuestros nuevos conocimientos. Pero si al repasar solo releemos, implicamos a nuestro cerebro menos que al evocar, por ejemplo. Al evocar descubrimos lo que no sabemos, rebuscamos y rebuscamos en nuestro cerebro, a veces encontraremos y otras no, y necesitaremos releer o preguntar. Al contrario, si al repasar nos limitamos a releer, tendremos la impresión de que en realidad sabemos más de lo que sabemos, la implicación será menor, y la eficacia, mucho menor.

¿Cómo podemos inculcar a nuestros hijos interés por aprender?

Lo primero y más importante es interesarnos de manera sincera por lo que están aprendiendo. Lo segundo, ayudarles a que pongan en práctica técnicas adecuadas de aprendizaje. En tercer lugar, ayudarles a relacionar distintos aprendizajes entre sí. Para estas tres cosas es importante conversar con ellos sobre lo que están aprendiendo. Y finalmente, es fundamental que nosotros mismos tengamos interés por aprender, que valoremos el hecho de aprender, que nuestros hijos nos vean aprender, y que compartamos con ellos lo que aprendemos, que conversemos con ellos también sobre nuestros propios aprendizajes.

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