El relato de la maternidad y de sus exigencias está por todas partes. Opiniones, tratados, consejos, manuales... Pero con mucha menos frecuencia nos encontramos con un acercamiento a este viaje sumamente transformador desde la calidez del verdadero acompañamiento. Es lo que hace Noelia Extremera, psicóloga general sanitaria especializada en psicología perinatal (@noeliaextremarapsicologa) en su reciente libro Las emociones de mama (Ed. Grijalbo).
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Es una obra que parece escrita para coger de la mano, sin juicios, a las mujeres que transitan por este periodo, con un enfoque compasivo, respetuoso y cercano en el que les devuelve la voz propia y, en el que no se olvida de todos los que acompañan este proceso para indicar cómo deben situarse al lado de la dupla madre-bebé. Hemos charlado con ella.
Las únicas personas con derecho a tener una opinión sobre los diferentes momentos de una maternidad son esa madre y su criatura
En el libro hablas de dos características de la maternidad: la ambivalencia y los distintos duelos por los que se suele pasar. ¿Por qué seguimos sin estar preparadas para ellos?
Por muchos motivos, entre ellos, una trayectoria pobre en el manejo emocional. Vivimos en culturas en las que el mensaje implícito sigue siendo “lo que no se mira no existe”, “no lo pienses”, “olvídalo”… Sin embargo, la realidad emocional de las personas sigue ahí aunque intentes evitar mirar, pensar... Nadie olvida lo que tiene una huella emocional. Otro motivo importante es que las mujeres no hemos tenido espacios para contarnos abiertamente, las experiencias de las mujeres no las han contado las mujeres. Estamos empezando a reapropiarnos de nuestros relatos.
En un mundo tan polarizado como el que vivimos, la definición de lo que es ser una "buena madre" tampoco se libra. Sin embargo, tú expresas: "Cada madre tiene el derecho a crear, a cada momento, su propia definición de 'buena madre". ¿Es una forma de comenzar a librarnos de la culpa que tanto nos atenaza?
Desde mi punto de vista es un derecho de cada madre de maternar libremente. Una maternidad libre, auténtica, tiene grandes dosis de vivirse como “buena”. Las únicas personas con derecho a tener una opinión sobre los diferentes momentos de una maternidad son esa madre y su criatura. Entendiendo también que cada madre es una diferente con cada una de las criaturas que tenga. Y qué bien que así sea porque cada hijo, hija o hije tiene unas necesidades diferentes y ahí aparece cada una de esas versiones dentro de una madre que conecta de forma sensible en la respuesta a la demanda.
Cuando vivimos un embarazo se produce lo que se llama un proceso de 'transparencia psíquica' que nos conecta con nuestras propias vivencias como hijas. Además, la ciencia ya sabe que se producen profundos cambios cerebrales en la mujer a raíz de tener un hijo. Y, sin embargo, se nos sigue pidiendo volver a ser las de antes. ¿Cómo confrontar esta exigencia?
A veces ayuda mucho hacer un pequeño análisis para ver de quién es la exigencia y poder distanciarnos de ella, porque posiblemente lo sintamos incoherente en nuestra experiencia; no es solo que no sea nuestra, es que puede ir en contra de nuestras necesidades en este momento. Además, poder distanciarnos de esta exigencia ajena y poco coherente con el momento nos puede ayudar a clarificar qué es lo que sí necesito y qué es lo que sí me ayuda.
Reivindicas el apoyo emocional, pero no la intervención que infantiliza a la mujer en momentos clave como el parto. ¿Cómo debe ser ese apoyo emocional?
Individualizado, en función de lo que la madre responda a un simple: “¿qué necesitas?”. Las madres se preparan para el parto desde la incertidumbre; muchas veces viven con frustración que ocurran cosas para las que no tenían puesta ni expectativa. En ese momento de vulnerabilidad, no hay nada más amable que ofrecer un espacio en el que la madre se sienta segura para expresarse sin miedo al juicio.
En relación al parto comentas en tu obra que "según se experimente marcará muchas de las sensaciones posteriores con relación a la percepción de la competencia y de afrontamiento en la maternidad y en otros aspectos de su vida". Si ese parto no ha sido el deseado, ¿qué puede hacer la mujer para sanar esa herida?
Narrarlo, darse la oportunidad y espacio para crear el relato de su propio parto, solo así podrá ir atravesando emocionalmente, procesando la experiencia vivida de forma íntegra. Tenemos una responsabilidad muy bonita como entornos cuando una mujer ha vivido esta experiencia, podemos crear esos espacios, sin forzarlo, simplemente mostrándonos disponibles. Y si una madre nos comparte su relato, agradecerlo como lo que es, un regalo.
"Tras el nacimiento, las madres parecen relegadas al olvido". Por eso insistes en que los entornos deben estar para cuidar de la madre con el fin de que ella pueda cuidar de su bebé. Sin embargo, hay opiniones no pedidas, visitas no deseadas, exigencias...
Hemos normalizado comportamientos que resultan muy violentos, muy poco sensibles, con lo que están viviendo esa madre y ese bebé. El foco de los cuidados debería ser la madre y su bebé, no la opinión ni la exigencia externa. Podemos tener deseos relacionados con esa maternidad, con ese bebé, pero no nos pertenece, no tenemos derecho.
Las emociones de la maternidad muchas veces son silenciadas y no validadas, pero tienen una función esencial. ¿De cuál se trata?
En realidad, las emociones se ven silenciadas e invalidadas en muchísimos contextos de la vida, imposibilitando la función para la cual aparecen. Hemos normalizado alejarnos de nuestras herramientas más básicas. La alegría puede facilitarnos la conexión, el enfado puede darnos energía cuando necesitamos tomar decisiones, la tristeza puede ayudarnos a crear espacios para procesar información densa pero relevante, etc. Invalidar las emociones no es exclusivo de la maternidad, aunque es particularmente sorprendente en la maternidad por la naturalidad, la conexión biológica y neurofisiológica del proceso.
Hablamos ahora de exterogestación y lo que supone que el permiso de maternidad solo sea de 16 semanas en España, algo que calificas en el libro de "irrespetuoso y violento" teniendo en cuenta ese proceso evolutivo, neurobiológico del ser humano. Los permisos por nacimiento aumentan, pero no los de las madres...
Tiempos muy poco cercanos a las necesidades fisiológicas y psicológicas que viven las madres y los bebés. Tiempos y espacios cero sensibles con el desarrollo emocional de los bebés que será la base del desarrollo cognitivo y de las capacidades relaciones futuras.
Y, además, la falta de libertad de elección para las madres, para las familias. Disponemos de poco margen para tomar decisiones sobre las formas más adaptativas de conciliación en cada sistema familiar.
Ante el colapso que puede suponer la maternidad, reivindicas la vivencia de esta en comunidad. ¿Qué aporta a la mujer?
Oportunidades y facilidades. Hay una frase muy interesante por ahí: 'mientras me estoy ahogando no pretendas que aprenda a nadar'. En comunidad aparecen o aumenta la probabilidad de que aparezcan elementos de flotación. Las madres, además, probablemente no quieren ser salvadas, pero les va bien un apoyo que les aporte sostén para batir sus pies y nadar su recorrido.
A veces pensamos que damos acompañamiento emocional a las madres, pero no es así. Para ello tú relatas cómo hay que escuchar, conectar y acompañar. "Las madres no necesitan soluciones, las madres necesitan que se les apoye sin juicios". ¿Por qué cuesta tanto hacerlo así"
Entiendo que por empatía, por conectar con el dolor ajeno, con el malestar, y que desde ahí nos nazca un deseo de salvar a la otra persona del malestar. Seguramente la intención no pueda ser más humana, más compasiva. El asunto no es tanto el qué, sino el cómo. Damos por válidas nuestras herramientas, quizás también si a alguien le sirve mi recurso, eso me valide a mí como persona que ayuda/salva. Pero solo la persona en su malestar puede explicitar qué le beneficia o acompaña. Cada persona con su personalidad y su mochila de experiencias acumuladas. No podemos ofendernos cuando mis herramientas no son válidas para otra persona, es un ejercicio de humildad importante.
Hablas también del sobrediagnóstico de la "depresión posparto" en el propio entorno familiar, pero el infradiagnóstico en la esfera profesional. ¿Por qué esta discordancia?
Por un lado, el sobrediagnóstico en el entorno familiar puede ser por una falta de comprensión de la responsabilidad de los propios entornos a la hora de actuar como facilitadores de las conductas de maternaje. Podemos comprender que podemos tener un rol modulador muy positivo. También puede ser que se señale a la madre como responsable única de su estado de ánimo y de su sanación debido a la falta de recursos propios, emocionales, de acompañamiento.
En los contextos profesionales, el sesgo por sexo en biomedicina explica que las madres estén empezando a encontrar recursos públicos ahora; al menos, se empieza a encontrar una mirada sensible. Es fundamental que podamos ver que los recursos públicos son insuficientes para dar respuesta y los recursos privados son un privilegio para muchísimas personas.
Aunque la depresión posparto es la que concita más interés, la ansiedad posparto es mucho más frecuente. ¿Cómo reconocerla?
Hemos normalizado vivir con ansiedad de tal manera que nos cuesta muchísimo defusionarnos de ella. El estilo de vida de la cultura occidental, las reglas familiares, sociales, profesionales, culturales, etc. impuestas en la actualidad entran en conflicto constante con la biología humana hasta tal punto que hemos tenido que desconectarnos de nuestras sensaciones. Cuánto tienen que gritar los cuerpos el malestar. Volver ahí no es nada sencillo y muchas veces requiere de acompañamiento terapéutico porque se necesita volver desde la seguridad de construir de forma simultánea herramientas para sostener y sostenerse. El cuerpo siempre lleva la cuenta, el cuerpo nos comunica, nos cuenta cosas. La expresión emocional de cómo estamos siempre tiene el altavoz en el cuerpo de diferentes formas: síntomas físicos, sensaciones, sentimientos, pensamientos, recuerdos, sueños, palabras, imágenes…
Con respecto a la lactancia, subrayas: "Debemos volver a dar valor al instinto y a la autonomía de las madres". Sin embargo, el enfrentamiento entre lactancia materna y de fórmula es muy virulento...
Puede ser que haya habido un tiempo en el que hemos entrado en ese juego violento de creernos saber lo que es mejor para los demás. Todos somos los mejores progenitores de las criaturas de los demás. Es el privilegio de la perspectiva donde las emociones y las exigencias no te gritan. También durante un tiempo largo ha habido mucho espacio para los intereses económicos de diferentes industrias que no han permitido que las madres dispusieran de información honesta para tomar sus propias decisiones libremente. En mi experiencia, a día de hoy, la mayoría de madres son hogar para otras madres; y a la inversa, las madres se sienten seguras entre otras madres.
"¿Qué pensabas que era ser madre"?, escuchan muchas mujeres cuando expresan cansancio o agobios por su maternidad. ¿Cómo recuperar una mirada más compasiva ante un acontecimiento vital tan extremadamente revolucionario?
Si damos continuidad a esa pregunta tan invalidante, '¿qué más da lo que esa mujer pensara hace no sé cuánto?'. Porque incluso si consideramos la pregunta, lo humano sería pensar que cuanta más diferencia entre la expectativa y la experiencia real, mayor desajuste, mayor sorpresa puede sentir esa madre, y qué difícil nos resulta siempre la gestión de lo inesperado. Una mirada compasiva mira fuera, mira a la protagonista y hace preguntas desde la intención de los cuidados. La sencillez ayuda a iniciar: '¿Cómo estás?', '¿qué necesitas?', '¿qué puedo hacer que te ayude a ti?'.