Que sea feliz. Es lo que todos los padres desean para sus hijos. Sin embargo, habrá muchas situaciones a lo largo de su vida que se lo impidan, de modo que la clave es darles, desde pequeños, las herramientas necesarias para afrontar contratiempos y adversidades, para ser autónomos y para saber resolver problemas, entre otras muchas cuestiones.
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“La infancia es una etapa clave en el desarrollo cognitivo, social y emocional, es una etapa clave en la construcción de la identidad, de la personalidad, de la forma en la que nos relacionamos con los demás, y en cómo interpretamos el mundo y a nosotros mismos”, señala Maite Garaigordobil Landazabal, doctora en Psicología, especialista en Psicología Clínica y catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológicos en la Universidad del País Vasco.
Por eso es tan necesario fomentar el desarrollo de la fortaleza psicológica en los niños desde edades tempranas porque “contribuye a una mejor salud mental, previene futuros trastornos emocionales y capacita a los niños y niñas para afrontar los desafíos de forma autónoma y saludable”, añade la doctora en Psicología. “Además, los niños emocionalmente fuertes son más empáticos, resilientes, y estos factores influyen positivamente en el aprendizaje y en el rendimiento académico”.
Cuando hablamos de fortaleza psicológica no hacemos referencia al modo de evitar el malestar que puede producirse por diversidad de experiencias vitales, sino más bien, a la capacidad para gestionar de forma constructiva las experiencias negativas
¿Qué es la fortaleza psicológica?
Podríamos definir la fortaleza psicológica “como un conjunto de competencias personales, que integra conocimientos, habilidades y actitudes, para sentir, actuar y pensar de forma más saludable y beneficiosa, con el fin de superar las dificultades de la vida y prevenir los problemas psicológicos”, nos explica Francisco Xavier Méndez Carrillo, catedrático de la Universidad de Murcia, especialista en Psicología Clínica y Premio AITANA de Psicología Clínica Infanto-Juvenil.
Por su parte, Maite Garaigordobil subraya que hablar de fortaleza psicológica no implica evitar el malestar que puede producirse por diversas experiencias vitales, sino “a la capacidad para gestionar de forma constructiva las experiencias negativas que una persona puede experimentar en su vida”.
Para ello, hay que fortalecer los tres vértices del llamado triángulo de la personalidad, del que nos habla Francisco Xavier Méndez. Sus tres vértices son: sentimientos, comportamientos y pensamientos. Por tanto, como indica el catedrático, “el desarrollo de la fortaleza psicológica abarca tres dimensiones”, que son las siguientes:
- Emocional: dirigida a comprender la utilidad de las emociones negativas y a aprender a afrontar el miedo, la ansiedad, la tristeza o el enfado.
- Conductual: a nivel interpersonal, por medio de la escucha activa y las habilidades sociales; a nivel personal, mediante la planificación del estudio y la programación del tiempo libre.
- Cognitiva: enfocada a mejorar los procesos de pensamiento, a resolver los problemas del día a día y a tomar decisiones que nos competen.
Estas tres dimensiones engloban las habilidades que permitirán a los niños gestionar de forma constructiva las experiencias negativas que puedan tener tanto en su infancia y su adolescencia como en su vida adulta. Estas habilidades las enumera y describe Garaigordobil:
- Resiliencia: es la capacidad para adaptarse positivamente a situaciones adversas, superar la dificultad y salir fortalecido de la experiencia. No significa evitar el dolor o los problemas, sino enfrentarlos de manera constructiva.
- Autoestima: es la valoración que una persona hace de sí misma, basada en la percepción de su valía personal, capacidades, y sentido de identidad. Sentirse querido y sentirse valioso estarían en la base de una buena autoestima. Una autoestima saludable permite afrontar los desafíos con seguridad, asumir errores sin desmoronarse y relacionarse con los demás desde el respeto. Implica aceptarse con fortalezas y debilidades, sin recurrir ni a la sobrevaloración ni a la autocrítica excesiva.
- Inteligencia emocional: es la habilidad para identificar (reconocer las emociones de uno mismo y de los demás), comprender (analizar por qué se siente una emoción, qué la ha provocado, y cómo puede afectar a uno mismo y a los demás) y regular las propias emociones y las de los demás (capacidad para manejar adecuadamente las emociones intensas, controlar impulsos y responder de forma equilibrada, no reactiva, ante situaciones desafiantes), que guía adecuadamente el pensamiento y la conducta.
- Empatía: es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, comprendiendo sus emociones, pensamientos y perspectivas. Incluye un componente emocional (sentir con el otro), uno cognitivo (entender al otro) e implica una perspectiva conductual (responder a las necesidades del otro).
- Tolerancia a la frustración: es la capacidad para aceptar y gestionar adecuadamente el malestar que surge cuando las cosas no salen como se espera, cuando hay límites o cuando se debe esperar. Una baja tolerancia a la frustración puede generar impulsividad, descontrol emocional, en cambio, desarrollarla permite reaccionar con flexibilidad ante los contratiempos.
- Resolución positiva de conflictos: es el conjunto de habilidades que permiten abordar desacuerdos o tensiones de forma no violenta, empática y colaborativa. Implica escuchar activamente, expresar las emociones sin herir al otro, negociar y buscar soluciones que consideren las necesidades de todas las partes.
- Confianza en uno mismo: relacionada con la autoestima, es la creencia en la propia capacidad para actuar, tomar decisiones, afrontar retos y alcanzar metas. Una buena confianza en uno mismo no implica arrogancia, sino la certeza de que se puede aprender, mejorar y salir adelante, incluso ante el error o la incertidumbre
¿Cómo desarrollar la fortaleza psicológica en la infancia?
Una vez que tenemos claro por qué es imprescindible prestar atención y dedicar tiempo al desarrollo de la fortaleza psicológica en la infancia, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo podemos los padres ayudar a nuestros hijos en este sentido?
Mantener la calma en una situación comprometida contribuye a tranquilizar al hijo
Partimos de la base de que la familia, tal y como afirma la catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológicos en la Universidad del País Vasco, juega un papel fundamental en el desarrollo de la fortaleza psicológica. Lograrán hacer brotar en ellos esta fortaleza cuando “sistemáticamente fomenten en sus hijos e hijas un apego seguro, validen sus emociones, fomenten progresivamente su autonomía/independencia, la empatía, el pensamiento crítico, siendo modelos de regulación adecuada de las emociones, de afrontamiento adaptativo de situaciones difíciles, siendo tolerantes con los errores, enseñándoles a tolerar a la frustración, la empatía…”.
Todo ello, en el día a día, se traduce a cuestiones mucho más simples para los padres de las que podemos imaginar: “mantener la calma en una situación comprometida contribuye a tranquilizar al hijo, permitir pequeños contratiempos cotidianos, como, por citar uno, no mirar para otro lado cuando hace trampas al parchís y, como regla general, enseñarle a encarar las dificultades de la vida en vez de sacarle las castañas del fuego”, recomienda el catedrático Francisco Xavier Méndez. “La columnista norteamericana Abigail van Buren lo resume acertadamente: Si usted quiere que sus hijos tengan los pies sobre la tierra, colóqueles alguna responsabilidad sobre los hombros”.