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Psicología

Dejar de ser una ‘niña buena’: ¿por qué es necesario para el pleno desarrollo?

Hablamos con la psicoterapeuta Mireia Rodríguez, que ha escrito un libro en el que aborda este tema

¿Qué padre no desea que su hija o su hijo sea responsable, educado, amable…? Son, sin duda, atributos deseables y adecuados que todos los progenitores tratan de inculcar en los niños. El problema viene cuando esas cualidades se llevan al extremo, cuando portarse bien y ser complaciente con los demás pasa a ser un objetivo en sí mismo. Es entonces cuando los psicólogos hablan del llamado síndrome de la niña buena, por el que se acaba perdiendo la capacidad de decidir en beneficio de uno mismo, de expresar las propias emociones y de establecer límites saludables.

El resultado son graves problemas de ansiedad y estrés que comienzan en la infancia y, si no se atajan a tiempo, se perpetúan hasta la adultez, lo que conlleva muchos más problemas añadidos. De todo ello hemos hablado con la psicoterapeuta Mireia Rodríguez (@psicoand en Instagram), que acaba de publicar el libro Cómo dejar de ser una niña buena (Molino), en el que aborda este síndrome con la finalidad de ayudar en la sanación de los traumas de infancia. Esto es lo que nos ha contado:

¿Qué es el síndrome de la niña buena y por qué es perjudicial para quien lo padece?

Las niñas buenas son un perfil que está enfocado en la mirada del otro. Hiperatentas a las necesidades, acciones, reacciones, deseos de las otras personas. Esta hiperatención hacia fuera hace que, las niñas buenas, se dejen de lado en pro a los demás.

El síndrome de la niña buena no habla de “buenas acciones”, sino de esa tendencia a complacer, ceder, no poner límites, sonreír constantemente y bajar la cabeza pese a sus derechos. Son personas que han suprimido por completo la emoción de la ira, su poder y su fuerza y, por lo tanto, han desdibujado los límites protectores a su alrededor.

Las niñas buenas han considerado que es más importante mantener el vínculo que priorizarse o protegerse a sí mismas. Por eso, ante cualquier señal de juicio, rechazo o abandono, aparece un miedo profundo que las hace desplegar esas estrategias complacientes que eviten el que las juzguen, abandonen o rechacen.

Cuando, por tal de mantener ese vínculo, haces cualquier cosa, incluso dejarte de lado, empieza el conflicto en tu interior. Y eso, por supuesto, es perjudicial para cualquier persona porque, quien se supone que se tiene que cuidar- una misma- se está abandonando por una mirada.

¿Afecta solo a las niñas o los varones también pueden padecer este síndrome?

Hay una tendencia biológica en cada persona que nos hace responder ante un mismo estímulo de unas maneras u otras, pero no solo podemos hablar de la biología, también está el ambiente: cómo me he criado, dónde, cuándo, cómo…

Esto lo comento porque, al final, pueden haber tanto niños como niñas buenas. Sin embargo, hablamos más de “síndrome de niña buena” porque en la cultura y socialización se ha machacado más a las mujeres con esa censura de la ira y ha habido un machaque constante en la complacencia, el cuidar, ser y estar para los demás, convirtiendo “al otro” en el foco de nuestras vidas.

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¿Tener el síndrome de la niña buena implica necesariamente que el vínculo con su madre, con su padre o con ambos no sea un vínculo sano?

No me gusta hablar de “sano” o “tóxico”, polariza mucho las relaciones. Más bien te diría que cuando hablamos de niña buena hablamos de una persona que ha necesitado crear ese disfraz para encajar. Para sentirse vista.

Eso es lo que necesitan los niños, sentirse vistos. Tal y como expreso en mi libro, hay muchas situaciones familiares, muchos contextos, muchas formas de criar y muchas maneras de equivocarse y reparar en la crianza.

La niña complaciente, es una criatura que se intenta adaptar en su sistema familiar para que la vean, para ser útil o, al menos, no ser una carga. Si ve que los padres están desbordados les intentará sacar las castañas del fuego para que, una mirada de “gracias”, le haga sentir esa utilidad dentro del sistema. En otras familias esa niña buena quizá lo que ha desplegado es no meter demasiado ruido para protegerse ante la volatilidad de su entorno o bien para dejar descansar a unos padres desbordados. En otra familia, puede que el disfraz de la niña buena surgiera para llamar la atención de unos padres que solo valoran la excelencia…

En todos los casos anteriores, el disfraz de niña buena está ahí para cumplir una función, mantener vínculos y, en casos más extremos, protegerse de ellos.

¿Cómo pueden los padres reconocer las primeras señales del síndrome de la niña buena?

La maternidad y la paternidad es algo complicado y, muchas veces, el querer analizar cada movimiento que hago respecto a mis criaturas genera mucha presión y gran culpa.

Quizá muchos de los padres y madres preocupados que nos leen ahora mismo es porque desean no repetir patrones que, en su día, les hicieron daño a ellos y eso ya es un gran paso. Sin embargo, cuidado con desear una paternidad o maternidad perfecta en la que no hayan impactos o errores. Del error bien reparado también aprende una criatura y le enseña a ver que el mundo, por suerte, no es perfecto.

Me he encontrado con muchas madres preocupadas que, sin darse cuenta, anhelan llegar al “perfeccionismo” en la crianza. Tras esa necesidad desesperada de hacerlo todo bien, solo veo, de nuevo, una niña buena en busca de una mirada, esta vez no de un padre o madre, sino de su propix hijx. Como si las miradas fueran ese “tic” que te validará como persona. Que te dirá que eres válida y, por lo tanto, que te quiero.

Para reconocer las señales de esa sobreadaptación al sistema, prestaría atención a una palabra que se utiliza mucho en estos casos “es muy madura para su edad”. Esa frase es utilizada muchas veces como un halago, sin embargo, analicemos a qué nos estamos refiriendo con “muy madura”. Si esa niña es hiper responsable hasta el punto de no dejarse disfrutar como una niña. Si esa niña está hiper preocupada en vez de dejarse vivir como la niña que es… Si esa niña está ocupando un rol de niña o de adulta.

Si esa niña está sometida a mucho estrés dentro del sistema familiar, si tiene que ocuparse o preocuparse de cosas que, por edad, no le tocarían.

También cuando la criatura muestra preocupación o excesivo cuidado hacia una de las figuras paternales, como si fuera ella “su cuidadora”, como si se hubieran invertido los roles.

Si se dan cuenta a tiempo, aún en la infancia o bien en la adolescencia, ¿es posible ‘curar’ a nuestra hija y hacer que desaparezcan los efectos nocivos de este síndrome?

El síndrome de la niña buena no se cura porque no es una enfermedad. Tenemos que verlo como una serie de características que se repiten en el tiempo y hacen daño.

Los padres necesitan saberse escuchar a sí mismos para escuchar. Saber traducir sus emociones para saber leer la de sus hijos y devolverles lo que, desde el cerebro adulto, están viendo en esa criaturita que crece y que aún no ha integrado las letras en su diccionario de vida.

La regulación emocional es un básico para poder entender el mensaje de las emociones en una misma y saber por qué y para qué aparecen. Saber “leernos”, permitirá que sepamos leer a nuestros hijos, hacerles de espejo, ayudarles en esa gestión emocional… todo eso serán aprendizajes que se irán instalando en su cerebro de niño y que serán grandes recursos en la vida adulta. Permitiéndoles observar y escuchar su gama emocional, dándose permiso, sabiendo regularse, pedir ayuda, expresar aquello que necesiten expresar sin miedo, censura ni represión.

Otro punto que creo que es muy importante es el de que dentro de nuestros hijos quede claro que son valiosos simplemente por ser quien son: ni por lo que hacen, ni por lo que dejan de hacer. Para ello, es importante encontrar momentos de calidad con ellos en los que una pueda reír, disfrutar y expresarles esa alegría genuína de estar simplemente con ellos, en su presencia.

Sobre todo, no querer utilizar a nuestros hijos para que se encarguen de cubrir necesidades que debemos cubrir nosotros mismos y entender que esa criaturita que estamos criando, no es nuestra. Nunca lo será.

 

¿Cuándo es necesario llevar a un menor a un psicólogo a causa del síndrome de la niña buena?

Seguramente no le llamaremos sindrome de la niña buena y lo veamos a través de la ansiedad, uñas comidas hasta no querdar apenas, somatización corporal como migrañas, dolores de barriga constantes sin explicación médica; obsesiones y compulsiones; trastornos de conducta alimentaria…

De Mireia Rodríguez©Molino

¿Se manifiesta también en la adultez?

En la adultez también vemos estos síntomas, personas que llegan con taquicardia a consulta. Personas que se sienten vacías, apáticas con sus vidas, perdidas y sin rumbo. Personas con diagnóstico de depresión. Somatizaciones. TCA…

Cuando normalizamos la forma de funcionar como “niña buena” en nuestras vidas, es el cuerpo el que tiene que gritar para decir: está pasando algo.

Es entonces, a través de esos síntomas, esas puntas de iceberg, que podemos ir rascando hacia abajo para darnos cuenta de todas esas maneras de relacionarnos con el mundo y con nosotras mismas de forma disfuncional. Ese “priorizar” a los demás por encima de mí. Ese “callar” mis necesidades, desagrados… por mantener los vínculos.

Mucho más abajo de todo eso, en la base del iceberg, vive una niña que vale la pena ir a visitar.

En este caso, ¿es posible curarse o ya es demasiado tarde y habrá ‘secuelas’ de por vida?

Como dije, no hay que curar nada. Vale la pena iniciar un trabajo para entender para qué y cuándo surgió este disfraz de niña buena. La función que tuvo en su día y qué necesitaste tú como niña que te faltó. Solo así podremos ir quitando ese disfraz y recuperando esa “fuerza” que dejamos de lado para sobrevivir en el sistema en el que nos construímos.

En caso de haberse dañado, ¿es posible restaurar el vínculo con la madre y/o con el padre? ¿Cómo?

Como decía anteriormente, los vínculos son imperfectos y eso es algo que tenemos que instalar en el disco duro. Dentro de unos límites, es lógico que los vínculos se dañen, pero porque partimos de la base de que no somos robots perfectos y va a haber momentos o situaciones en las que NO vamos a saber responder, actuar, estar ahí tal y como se espera. Repito: dentro de unos límites, eso es algo positivo, ya que enseñamos la imperfección de los vínculos. Sin embargo, al igual que el daño -dentro de unos límites- es probable que suceda. Es importante que, si somos conscientes, sepamos reparar esas fracturas.

Por ejemplo, si te he gritado y echado una bronca porque he perdido los nervios al ver a mi hijo brincando por un sitio peligroso, ahí puedo haber creado una fractura, una separación. Pero, es importante que, cuando vuelva a la calma, te explique qué ha pasado dentro de mí: mamá te ha gritado porque se ha asustado muchísimo.

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