Hay personas que nunca levantan la voz, que siempre parecen tenerlo todo bajo control y que rara vez hablan de lo que sienten. Desde fuera, ese silencio suele confundirse con fortaleza o autocontrol. Sin embargo, la psicología advierte que no siempre es así, y que ese silencio emocional, lejos de ser neutro, tiene raíces profundas y, dependiendo del contexto, puede tener consecuencias.
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La psicóloga experta en relaciones sanas y terapia de pareja, y divulgadora en redes sociales, Aurora López (@mas_vida_psicologos) señala que, no hablar de lo que uno siente, no siempre es autocontrol, sino que, a veces, también puede ser "una estrategia aprendida para protegerse".
El silencio emocional no surge de la nada
Para entender por qué algunas personas tienen tantas dificultades para expresar lo que sienten, es necesario partir de una base clara. Una idea que implica dejar de pensar que quien no habla de sus emociones es frío o insensible.
De hecho, la psicóloga desmonta uno de los mitos más extendidos: "Las personas que guardan sus emociones no son inexpresivas, si no que son hiper adaptadas. Es decir, no expresar sus emociones cumple una función, que normalmente suele ser un intento de no perder amor, de no perder el control o de no revivir alguna herida". Según la experta, el silencio emocional suele ser una respuesta aprendida, muchas veces en contextos donde expresar lo que se sentía no era seguro.
Este patrón suele originarse en etapas tempranas de la vida, en contextos familiares, sociales o relacionales donde expresar determinadas emociones no era seguro, no era validado o tenía consecuencias negativas. En esos entornos, aprender a callar se convierte en una estrategia eficaz para proteger el vínculo, mantener la estabilidad o preservar la propia integridad emocional. El problema aparece cuando esa adaptación, útil en su momento, se mantiene en la edad adulta a niveles extremos, incluso cuando las circunstancias ya han cambiado.
Qué tipo de dinámicas suele haber detrás
Este patrón no aparece de forma aislada, sino que suele ir acompañado de determinadas dinámicas. Según la especialista, "suele haber detrás muchas veces una personalidad con rasgos de hipervigilancia y de hipercontrol".
El hipercontrol, explica, tiene un perfil muy concreto: "Habla de una persona que se mueve en el eje racional-intelectual con poca conexión con sus emociones". En paralelo, la hipervigilancia añade una capa de alerta constante: "Suele conectar con la amenaza de mostrar tus emociones inhibiendo su sistema nervioso la expresión de las mismas". En otras palabras, el cuerpo aprende a bloquear la emoción antes incluso de que llegue a expresarse.
El precio de no expresar lo que se siente
Aunque esta estrategia pueda haber sido útil en algún momento de la vida, mantenerla en el tiempo tiene un coste. La psicóloga es clara al respecto: "Cuando una emoción no se expresa, no desaparece, sino, más bien se inhibe; por lo tanto la factura para nuestra salud mental es clara".
Ese bloqueo tiene efectos directos en el funcionamiento emocional: "En esa inhibición corta el circuito entre la emoción, la conciencia, la expresión y la regulación. Por lo tanto, la gestión de esa emoción no se dará o será deficiente", explica.
El resultado es que lo que no se expresa acaba saliendo por otros canales. Así lo detalla: "Esto hace que esas emociones somaticen de otra forma como puede ser ansiedad, depresión, explosiones emocionales, desconexión interna, o problemas relacionales, entre otros". El silencio emocional, lejos de evitar el malestar, suele transformarlo.
Cómo empezar a comunicar lo que sucede
La buena noticia es que este patrón se puede modificar, aunque no desde la exigencia. Aurora López advierte: "Hay que tener en cuenta que 'forzar la expresión' no funciona para tratar de ser más expresivo, lo que funciona es restaurar lla seguridad". ¿A qué se refiere? Que el trasfondo versa de mejorar nuestra autoestima. En este proceso, la experta propone una serie de pautas prácticas:
- "Desbloquea qué emoción sientes, ponle nombre": Analiza cómo te sientes. ¿Es tristeza, alegría, soledad? ¿Qué te provoca?
- Analiza por qué nace y de "de qué te intenta proteger esa emoción" y "qué mensaje quiere trasladarte": Piensa en qué sentimiento y emoción te generaría darle espacio y cómo afectaría a tu vida.
- "Piensa en cómo podrías atender esa emoción y qué necesita de ti": Si le dieras espacio, ¿qué te pediría? Tal vez descanso, límites, apoyo, o validación. Atender una emoción no implica dejarse llevar por ella, sino escucharla y responder de forma consciente a lo que necesita para poder regularse.
- "Identificar qué miedos están detrás de guardar silencio". Esto "te ayudará a ir desafiándolos".
- Ponte a prueba: "Intenta expresar poco a poco emociones con personas que te ofrezcan seguridad y analiza qué pasa (¡quizás esa protección ya no la necesitas en esta etapa de tu vida!)".
- "Acude a terapia para transformar desde la raíz y superar este problema”.
Aprender a hablar también es cuidarse
Expresar emociones no es un acto de debilidad, sino una habilidad que se construye cuando hay seguridad. Entender que el silencio fue, en su momento, una forma de protección permite mirarse con más compasión y abrir la puerta a nuevas maneras de relacionarse con uno mismo y con los demás.
Callar lo que se siente puede haber servido para sobrevivir a alguna ocasión determinada, pero aprender a expresarlo es, muchas veces, la clave para empezar a vivir con mayor bienestar psicológico. Prueba primero con un amigo o tu pareja, hazlo con alguna emoción que sea sencilla y, poco a poco, irás viendo los resultados. A veces, expresar algo en voz alta es una catarsis necesaria.
