'No he descansado nada'. 'Llevo noches durmiendo mal'. 'Ayer me costó muchísimo dormirme'... ¿Te suenan estas frases? Cada vez dormimos peor, y el insomnio se ha convertido en un compañero desagradable para muchas personas. No es extraño que busquen soluciones para mejorar la calidad de su descanso y es ahí donde entra en juego el lorazepam. Este medicamento, perteneciente al grupo de las benzodiacepinas, se prescribe comúnmente para tratar la ansiedad, pero también se utiliza —a veces con demasiada ligereza— como solución rápida para conciliar el sueño. ¿Qué efectos tiene realmente sobre el descanso? ¿Es seguro recurrir a él con frecuencia? Para aclarar todas las dudas, hemos hablado con la doctora Elena Ameyugo, Neurofisióloga del Hospital Universitario Vithas Madrid La Milagrosa.
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¿En qué momento se considera que un problema de sueño requiere tratamiento farmacológico?
La indicación de tratar con fármacos el insomnio se plantea cuando el trastorno es crónico, es decir, se mantiene al menos tres noches por semana durante, al menos, tres meses y conlleva un deterioro de la calidad de vida: fatiga física, empeoramiento del rendimiento cognitivo, irritabilidad o afectación emocional.
No obstante, las recomendaciones internacionales indican que el tratamiento del insomnio debe iniciarse con la terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I), que ha demostrado ser más eficaz y duradera que la farmacoterapia en el control de los síntomas del insomnio crónico. El tratamiento farmacológico se puede utilizar como un apoyo complementario y temporal a esta intervención no farmacológica cuando la sintomatología es especialmente intensa y repercute de forma significativa en la estabilidad clínica del paciente.
¿En qué casos está indicado el uso de lorazepam para dormir?
El lorazepam puede considerarse cuando el insomnio se encuentra claramente determinado por un estado agudo de ansiedad o una hiperactivación emocional intensa en un contexto identificable como una crisis vital, un episodio de estrés intenso o un proceso adaptativo transitorio.
No obstante, su indicación debe considerarse una intervención de duración limitada, en el marco de un plan terapéutico que incluya su retirada gradual tras emplearlo el menor tiempo posible, habitualmente días o pocas semanas. El objetivo no debe ser sostener el sueño de manera indefinida, sino reducir temporalmente la intensidad del malestar mientras se implementan otras intervenciones, con la terapia cognitivo-conductual para el insomnio.
Su indicación debe considerarse una intervención de duración limitada, en el marco de un plan terapéutico que incluya su retirada gradual tras emplearlo el menor tiempo posible, habitualmente días o pocas semanas
¿Qué ventajas ofrece frente a otros fármacos hipnóticos o ansiolíticos?
Comparado con otras benzodiacepinas e hipnóticos, el lorazepam presenta una semivida intermedia, lo que permite un efecto ansiolítico nocturno sin una persistencia excesiva durante el día, aunque esto no excluye por completo la aparición de somnolencia residual. Este efecto es más probable en personas de mayor edad, en los que la eliminación del fármaco es más lenta, así como en pacientes que lo toman de forma continuada o en dosis altas.
¿Qué riesgos conlleva su uso continuado como inductor del sueño?
El uso prolongado de lorazepam como hipnótico favorece el desarrollo de tolerancia y, en consecuencia, la necesidad de aumentar la dosis para obtener el efecto deseable y, en consecuencia, incrementa el riesgo de desarrollar dependencia por el fármaco, tanto física como psicológica. Además, si se interrumpe de forma brusca tras un periodo de uso continuado, es frecuente que aparezcan síntomas de retirada, como un empeoramiento del insomnio, aumento de la ansiedad o malestar general. Por ello, cuando ha sido utilizado durante cierto tiempo, es fundamental planificar una reducción progresiva de la dosis para evitar estos efectos.
Hay que señalar que, en población anciana, el consumo prolongado de lorazepam muestra un riesgo aumentado de deterioro cognitivo, alteración del equilibrio y caídas.
Si se interrumpe de forma brusca tras un periodo de uso continuado, es frecuente que aparezcan síntomas de retirada, como un empeoramiento del insomnio, aumento de la ansiedad o malestar general
¿Qué papel juega la ansiedad en los trastornos del sueño?
La ansiedad puede intervenir tanto en el inicio del insomnio como en su mantenimiento. Va a activar los mecanismos del organismo que mantienen al paciente en estado de alerta, dificultando la transición natural hacia el sueño.
En muchas ocasiones, el problema del sueño comienza tras un acontecimiento estresante o una etapa de preocupación intensa. Sin embargo, con el paso del tiempo, la propia ansiedad en torno a la idea de dormir —el temor a no descansar, la anticipación de una mala noche o la atención excesiva a las sensaciones corporales— se convierte en el mecanismo que perpetúa el insomnio.
¿Qué señales indican que una persona está desarrollando tolerancia o dependencia al lorazepam?
La necesidad de aumentar la dosis del fármaco, el uso anticipatorio (“lo tomo por si acaso”) y la incapacidad para dormir sin medicación son indicadores de la dependencia psicológica. La persona llega a sentir que sólo podrá dormir si toma la medicación, lo que refuerza el círculo del insomnio.
Además, la aparición de insomnio más severo, irritabilidad o inquietud al intentar reducir la dosis del fármaco indica dependencia física, lo que requiere una retirada gradual y estructurada.
Ideas como “si no duermo ocho horas no voy a funcionar” o “sin la pastilla no voy a dormir”, aumentan la ansiedad y la dificultad para conciliar el sueño.
¿Qué alternativas no farmacológicas existen para tratar el insomnio crónico?
La terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) es la intervención recomendada como primera línea en todas las guías clínicas, mostrando que sus beneficios son estables en el tiempo ya que actúa directamente sobre los mecanismos que inician y mantienen el insomnio.
Es una intervención que se basa en identificar y modificar tanto los pensamientos como las conductas que, con el tiempo, se han asociado al mal dormir. Por ejemplo, acostarse antes de tener sueño “para intentar dormir más”, permanecer en la cama despierto durante largos periodos de tiempo o centrar la atención en sensaciones corporales en torno al sueño y en la preocupación por no dormir, son conductas que refuerzan el insomnio de forma inadvertida. Del mismo modo, ideas como “si no duermo ocho horas no voy a funcionar” o “sin la pastilla no voy a dormir”, aumentan la ansiedad y la dificultad para conciliar el sueño.
La TCC-I ayuda a romper la dinámica que mantiene el insomnio mediante pautas específicas. Una de ellas consiste en ajustar el tiempo que pasamos en la cama a nuestro sueño real, para que el cuerpo recupere el ritmo natural de dormir cuando lo necesita. Otra técnica clave es el control de estímulos, que busca volver a asociar la cama únicamente con dormir; así como el trabajo cognitivo, que permite identificar y modificar las ideas que generan presión y ansiedad en torno al dormir, sustituyéndolas por una relación más realista y menos exigente con el sueño.
En cualquier caso, no se puede recurrir si no es con prescripción médica, ¿no es así?
Efectivamente. El lorazepam es un medicamento sujeto a prescripción médica y su uso debe estar siempre supervisado por un profesional sanitario. No se trata solo de evitar la automedicación, sino de valorar cuándo tiene sentido utilizarlo, durante cuánto tiempo y cómo retirarlo de manera segura. Además, es necesario considerar interacciones con otros fármacos, la edad, la situación clínica y el riesgo de dependencia si se prolonga su uso.
En su opinión, ¿el uso del lorazepam es una ayuda puntual o podríamos calificarlo como una trampa a largo plazo?
Ambas afirmaciones pueden ser ciertas, dependiendo del contexto clínico y duración de su uso. En situaciones de ansiedad aguda, el lorazepam puede aportar un alivio útil y clínicamente razonable, ya que ayuda a reducir el nivel de tensión mientras se ponen en marcha tratamientos más estables como la terapia cognitiva conductual para el insomnio. En estos casos, se recomienda emplearlo en la dosis mínima eficaz durante un breve periodo de tiempo, con un plan claro de seguimiento y retirada progresiva.
Sin embargo, cuando se convierte en la estrategia principal y sostenida para poder dormir, tiende a mantener el insomnio. La persona empieza a depender de la pastilla para “poder dormir”, interfiriendo en la capacidad natural del organismo para regular el sueño por sí mismo.
La clave está en la temporalidad y acompañamiento clínico: puede ser una ayuda puntual, pero prolongarlo en el tiempo aumenta el riesgo de dependencia y empeoramiento del propio problema de sueño.
