Doctora Juncal Sevilla, psiquiatra, diagnosticada de TDAH con 45 años: "El sueño es un problema muy severo en este trastorno"


La experta acaba de escribir un libro en el que reflexiona sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad en la edad adulta


Doctora Juncal Sevilla, psiquiatra y autora del libro 'TDAH en adultos'© Juncal Sevilla
23 de octubre de 2025 - 16:00 CEST

La doctora Juncal Sevilla tenía claro, en su infancia y su adolescencia, que era una niña diferente, pero lo que desconocía era el porqué. En el colegio podía pasar por una niña inteligente pero vaga, despistada. Luego, a medida que fue cumpliendo años, notaba cómo se repetían patrones en su comportamiento: perdía cosas demasiado a menudo, le costaba prestar atención a las conversaciones, hacía gastos innecesarios, interrumpía conversaciones...  Con 45 años, a esta psiquiatra de profesión -ha trabajado en la Fundación Jiménez Díaz y en el Hospital Ruber Internacional-, le llegó el diagnóstico: trastorno por déficit de atención e hiperactividad, TDAH.  

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Ella misma se ha definido como "una adulta que nunca supo que era neurodivergente hasta los cuarenta y cinco años, pero que siempre pensó que era rara, diferente. Una psiquiatra que empezó a diagnosticar y tratar el TDAH en adultos cuando ni siquiera sabía que ella era una más de la tribu”. Hemos tenido la ocasión de hablar con ella sobre su experiencia, con motivo del lanzamiento de su libro TDAH en adultos. 

¿Por qué cree que el TDAH en adultos ha sido tan invisibilizado durante tanto tiempo?

La razón fundamental es el desconocimiento. Cuando no dispones de la información no puedes tomar decisiones libremente. Y esto aplicado al contexto de la medicina adquiere un matiz mucho más grave o más importante. Porque en medicina, sobre todo en nuestra especialidad, que tratamos con personas con almas, con emociones, si yo no conozco algo, no voy a poder identificarlo, no voy a poder buscarlo, no lo voy a poder diagnosticar y no lo voy a poder tratar. Si yo no conozco el TDAH, no lo sé identificar, no lo puedo contemplar como una opción diagnóstica y entonces no puedo ayudar a mi paciente.

Yo sigo oyendo todavía una frase que me estremece, que es 'yo no creo en el TDAH'

Doctora Juncal Sevilla

El problema es ¿por qué hay tanto desconocimiento?

En primer lugar, pienso que hemos construido algo social, algo ético, algo moral en torno a lo que es una patología. No tenemos pacientes, tenemos 'pecadores'. Si lo encuadramos desde el punto de vista educacional, con esos modelos autoritarios que hemos tenido y que a veces seguimos teniendo, tanto en casa los modelos pedagógicos, en la escuela, en las familias, pues tenemos hijos maleducados, disruptivos, díscolos, a los que hay que meter en vereda, pero no pacientes. Entonces esto es un hándicap para esta condición, porque no somos capaces de entender que los propios síntomas no son pecados, no son faltas de educación, no son algo que una persona quiera para sí misma, porque nadie quiere fracasar, que es lo que yo explico en el libro.

Yo sigo oyendo todavía una frase que me estremece, que es 'yo no creo en el TDAH'. Cuando oigo eso, sinceramente, ya me doy la vuelta y no discuto, porque esto no es una cuestión de fe, es una cuestión de ciencia.

Además, siempre se ha pensado que el TDAH era un trastorno que desaparecía con la maduración cerebral de forma espontánea, es decir, a partir de los 18 años. Es verdad que el cerebro sigue una evolución y en el TDAH hay un neurodesarrollo que está más retrasado. Es decir, si la edad cronológica de un niño con TDAH son 12 años, su neurodesarrollo puede ser el de un niño de diez. Lo cierto es que se ha pensado siempre que con la edad, esto se va atenuando o desaparece. Y de hecho esto obedece a que el componente más visible y más llamativo es la hiperactividad, y es el síntoma que se atenúa más, o bien nos acostumbramos a vivir con él por medio de nuestras estrategias. En las mujeres, como podéis leer en el libro, es un síntoma muy sutil, es 'no puedo dejar de morderse las uñas, tengo que estar moviéndome el pelo todo el rato'. 

Siempre se ha pensado que con la edad se curaba. Craso error, porque nuestros chicos a los 18 años tenían que pasar al mundo de la psiquiatría de adultos. Y es justo en una etapa transicional que hay que cuidar muchísimo, porque ahí es donde se dirime el porvenir de esa persona.

Además, hemos tenido herramientas diagnósticas que estaban diseñadas para niños, entonces el TDAH en el adulto ha sido invisible, porque representa el fracaso de un sistema médico que se ha enfocado en categorías diagnósticas rígidas, en etiquetas rígidas. 'Es que no me lo han diagnosticado porque no daba la puntuación', me dicen algunos pacientes. Y esto es clínica. El diagnóstico en el adulto se hace con la entrevista clínica y puede durar hasta tres y cuatro horas. No hemos tenido instrumentos diagnósticos, pero ahora no es excusa. 

¿Cuáles son los síntomas más comunes que suelen pasarse por alto en la edad adulta?

Uno de los grandes síntomas que no figuran en los criterios diagnósticos es la desregulación emocional, la falta de control de nuestras emociones. Y es un síntoma que genera muchísimos problemas. Hay una respuesta emocional que muchas veces es desmedida. Lloras en un momento en el que no hay que llorar, o te ríes cuando no hay que reírse o todo te afecta tanto, que es una frase que tanto escuchamos, porque tienes una mayor capacidad de sentir, una piel más fina, por así decirlo, porque no regulas bien las emociones, y porque tienes muchos recuerdos y muchas vivencias acumuladas. 

Además, hay cosas más sutiles como la gestión del orden. Y hay casos muy graves. Hay casos de auténtico síndrome de Diógenes. ¿Por qué? Por la procrastinación. Piensas ‘mañana hago esto’. Y ese mañana nunca llega, porque siempre hay cosas más emocionantes o menos aburridas que hacer. Y eso es algo que mejora muchísimo con la medicación. Son muy desordenados, además, porque también tienden a acumular objetos por si acaso les sirven.

Otro síntoma es la falta de estimación del tiempo. No es que no lleguen puntuales, es que hay un optimismo patológico a la hora de estimar el tiempo que van a tardar en hacer una tarea. Tienen dificultad para estimar cuánto van a tardar en hacer algo.

Otro problema que no se refleja en las guías clínicas es el del sueño. Suele haber dificultades severas. Hay quienes dicen que el TDAH es consecuencia de un problema en el sueño realmente, porque el sueño y el TDAH están muy vinculados. Hay una alteración en los ritmos circadianos. Normalmente la melatonina, en el TDAH se libera más tarde. No te puedes dormir, el sueño no es reparador. Y muchas veces aparecen también trastornos como piernas inquietas, terrores nocturnos o problemas de bruxismo. Cuando llega la noche, la mente empieza a pensar en lo que tienes que hacer mañana, en lo que no has hecho hoy, y te entra mucha angustia, te desvelas, con lo cual es muy habitual que una persona con TDAH se duerma viendo una serie, se duerma en el sofá, pero en el camino del sofá a la cama ya se haya desvelado, y necesite hacer un ritual para ir desactivándose, para ir entrando en el sueño. El sueño en el TDAH es un problema muy severo y muchas veces los médicos no lo tenemos en cuenta.

Luego hay un tema también curioso y grave que es la gestión del dinero. Una persona con TDAH suele ser una persona que no sale de una tienda sin comprar algo. Yo siempre decía que estás curado cuando sales de una tienda con las manos vacías porque no has encontrado lo que ibas a buscar. Por la novedad, por la necesidad de tener algo nuevo. En definitiva, a veces el control económico es complicado. Todas estas cosas en consulta hay que escucharlas, más allá de los síntomas nucleares.

El TDAH en la vida personal afecta mucho. Tiene un precio muy alto porque necesitas demostrar desde que eres muy pequeño que puedes, que eres capaz, que te has enterado

Doctora Juncal Sevilla

¿Estamos ante un problema que afecta a las relaciones personales y laborales?

Es un problema que afecta a todos los ámbitos de la vida. Lo que pasa es que en el trabajo, necesariamente y por supervivencia, afecta menos. Hacemos un sobreesfuerzo por controlar la emoción, por mantener la atención, por no cometer errores y eso nos desgasta energéticamente muchísimo. Y por eso es muy habitual que una persona con TDAH a medio día esté muerta de sueño y por la tarde no dé pie con bola, porque ha hecho un derroche de energía en el trabajo brutal. En el trabajo tus despistes tú te los gestionas, echas horas extra, pero te tienes que levantar varias veces a por café, tienes que estar cambiando de postura en la silla, pierdes cosas... Hay entornos donde te tienes que adaptar como sea.

Pero en la vida personal afecta mucho. Tiene un precio muy alto porque necesitas demostrar desde que eres muy pequeño que puedes, que eres capaz, que te has enterado. Necesitas demostrarte a ti mismo o a ti misma que lo vas a conseguir, que no tienes un problema y al final construyes una identidad basada en los logros, que es la autoestima contingente, es decir, es una identidad que a veces te tienes que construir pero que no es tu auténtico yo. Cuando tú hablas con una persona con TDAH y le preguntas cómo te sientes después de haber conseguido esto, no te sabe decir porque no es su autoestima real. Es una autoestima que está basada en el logro. Te va a decir que es muy perfeccionista, pero es mentira, lo que teme es cometer un error.

Te aterra que te juzguen y tienes pavor al juicio externo. Ante ese pánico al fracaso, lo que haces es que redoblas esfuerzos. En ese miedo a equivocarte, no puedes bajar la guardia. Vives en una situación de estrés continuado, vives en alerta, estás en la arena como un gladiador 24/7. Se dispara el cortisol y luego vienen las patologías médicas, que es otro tema aparte.

Además, afecta mucho porque también las personas con TDAH solemos ser carne de cañón de perfiles manipuladores, se aprovechan de que somos hiper empáticos. Quieres agradar, quieres que te acepten. Una persona con TDAH si peca de algo muchas veces es de ingenuidad.

© Aguilar

¿Qué le impulsó a escribir este libro ahora, después de tantos años de experiencia clínica?

La necesidad de transmitir todo lo que había aprendido. Era una obligación ética. Necesitaba contarle al mundo lo que era el TDAH desde un punto de vista científico y riguroso. Y también necesitaba demostrar que podía escribir un libro. Algo que quería desde hacía mucho tiempo. Me matan la falta de conocimiento y la ignorancia. Soy una curiosa por naturaleza. Soy ese gato que mete las narices donde no le llaman. Y me entristece muchísimo cuando veo familias a las que no se les explica, cuando se les dice que se tomen la pastilla y vuelvan en tres meses. Es un libro que está hecho para regalar y dedicar, no solo para personas con TDAH en sí, sino también para su entorno.

© Juncal Sevilla

 ¿Qué mitos sobre el TDAH le parecía urgente desmontar en esta obra?

Que esto no es una cuestión de mala educación, que esto no es algo que elijas. Que la medicación no son drogas. Que las personas con TDAH no están abocadas al fracaso. Que esto no es una enfermedad y no tiene cura, es una condición, es un trastorno que te resta funcionalidad y calidad de vida y que hay que respetarlo, y hay que adaptar los espacios y el entorno a las personas que tenemos otra forma de estar en el mundo.

¿Quién elige fracasar? ¿Quién elige no ser capaz de terminar la ESO, cuando es necesaria para que te den un trabajo? ¿Quién elige hacerse adicto? Nadie. Nadie elige fracasar. Cuando a una persona le van mal las cosas sistemáticamente, no es porque quiera, es porque algo le pasa. No somos capaces de entenderlo.

Tienes dificultad para controlar las emociones y la medicación te ayuda a regular esa impulsividad

Doctora Juncal Sevilla

Usted comenta que no supo que tenía TDAH hasta los 45 años. ¿Cómo fue ese momento de revelación?

No fue una revelación, fue un descubrimiento paulatino. Yo solo sé que me empecé a hacer preguntas y empecé a pensar y a decir a ver, yo tonta no soy, pero las cuentas se me dan muy mal. A mí me estás hablando y yo tengo que hacer un esfuerzo para escucharte, y no recuerdo un nombre, no recuerdo una cara. Soy muy emocional, muy impulsiva, para lo bueno y para lo malo, en el sentido de que lo doy todo. Tienes dificultad para controlar las emociones y la medicación te ayuda a regular esa impulsividad. Esa intensidad es buena para lo bueno y es mala para lo malo. Y eso es lo que tenemos que ayudar a identificar a las personas, que no es una debilidad, sino áreas de mejora y que todo lo que conocemos como defectos podemos darle la vuelta y utilizarlos a nuestro favor.

Escribe el libro, según sus propias palabras ‘una adulta que decidió ser psiquiatra con 16 años para poder entenderse a sí misma’. ¿Fue una etapa especialmente compleja?

Decidió ser psiquiatra porque no entendía nada. No me entendía a mí. No entendía por qué lo pasaba tan mal. No entendía por qué no obedecía las normas como el resto de la gente en el colegio. Normas que, además, yo no comprendía. Después, con el tiempo y con la medicación me he dado cuenta de que soy más lista de lo que yo pensaba. Porque la inteligencia también se trabaja. Cuanto más lees, más estimulas el cerebro, más aprendes. Es decir, es como un músculo, es un ejercicio.

Me leí Los renglones torcidos de Dios, ese libro de Torcuato Luca de Tena y dije ‘oye, esto de la psiquiatría es muy interesante’ y me despertó el gusanillo. Eso sumado a que yo soy hija única y yo sentía que a mí no me entendía nadie. Todo lo que hacía parecía que estaba mal hecho. Salvo las notas. Porque fui lista y descubrí que eran un salvoconducto. Y si apruebas y sacas buenas notas, tus padres no te regañan.

Además, era muy tímida. Las personas con TDAH son tímidas por miedo a equivocarse. No hablan en entornos que no conocen. Pero también era algo díscola en la adolescencia. Supongo que me hice psiquiatra para poder entender todo eso. Y el impacto fue progresivo porque al principio no lo acepté. Me costó aceptarlo, me costó aceptar que tenía TDAH. De hecho, no he 'salido del armario', vulgarmente hablando, hasta que he escrito este prólogo. Y me ha costado mucho, porque yo tenía miedo a que si decía que tenía TDAH la gente dejara de confiar en mí.

¿Qué papel juega la medicación en el tratamiento del TDAH y qué otros pilares considera imprescindibles?

La medicación es fundamental. Es como ponerle gasolina a un coche. No va a arrancar por más que te esfuerces. Si no ponemos en orden todos los circuitos neurológicos, todos los sistemas de neurotransmisores, sobre todo la dopamina, la noradrenalina y todas las redes neuronales. Es decir, si no ponemos a punto el motor, no vamos a poder aprender a conducir. Y esto es así, nos guste o no. Si eres hipertenso o diabético te dan medicación y te dicen que, además, lleves un estilo de vida saludable. Pero vamos a empezar por la medicación, porque para eso está, para regular lo que está desregulado. Un paciente que intenta hacer terapia sin tomar su medicación va a perder el tiempo, va a perder el dinero, se va a frustrar y va a volver a entrar en la autoprofecía cumplida de 'no soy capaz', porque cuando quiero darme cuenta no está escuchando al terapeuta.

Diagnosticado, tratado y bien llevado el TDAH no es sinónimo de fracaso.

Doctora Juncal Sevilla

¿Qué consejos daría a alguien que sospecha que puede tener TDAH pero nunca ha sido diagnosticado?

Que busquen fuentes fiables. En Internet hay mucho ruido y hay que ir siempre a fuentes fiables, sobre todo a asociaciones, a fundaciones, a libros. Y nunca autodiagnosticarte. Que te pase alguna vez alguno de los síntomas, que te dejes las llaves alguna vez nos puede pasar a todos. No lo es que te pase todos los días, a todas horas y no tengas calidad de vida y no seas funcional. Hay que luchar, hay que buscar, porque es mejor descartar el diagnóstico que dejar a una persona sin diagnosticar, sobre todo cuando hablamos de niños, adolescentes y adultos jóvenes.

¿Cómo podemos combatir el estigma que aún rodea al TDAH?

Luchando, como siempre se ha hecho ante una causa. Y nuestras herramientas son la ciencia, el estudio, los papers, las publicaciones. Porque una sociedad ignorante es una sociedad que es muy manipulable. El estigma se combate enseñando, divulgando a las familias, a los padres, a las parejas, a las amigas, a los amigos. Es decir, que tenemos que reivindicar que no somos como los demás, pero que no somos ni mejores ni peores, que en un mundo ideal, como pasa en otros países, en el trabajo puedes decir que tienes TDAH y se te adapta al puesto de trabajo. Y hay empresas que son neurodivergentes por excelencia, por ejemplo en todo Silicon Valley y en las empresas de publicidad más disruptivas.

El estigma lo tenemos que romper las propias personas que tenemos TDAH y no avergonzarnos. Pero también tenemos que calibrar a quién se lo contamos, porque no estamos para que nos hagan daño. Es un tema delicado, pero los estigmas se derriban con testimonios como el mí o como el de famosos que últimamente han contado su verdad. Diagnosticado, tratado y bien llevado el TDAH no es sinónimo de fracaso.

¿Qué le diría a quienes aún piensan que el TDAH es “una excusa” o incluso una moda, o que se está sobrediagnosticando?

Les diría que son unos ignorantes. Yo ya no peleo ni discuto con personas que dicen estas barbaridades, porque desde el punto de vista médico y científico la ignorancia es muy atrevida y hablar es gratis.

Diagnosticado, tratado y bien llevado el TDAH no es sinónimo de fracaso.

Doctora Juncal Sevilla

Si pudiera hablar con su yo adolescente, ¿qué le diría ahora que sabe que tenía TDAH?

Esa pregunta reconozco que me ha costado, me ha hecho revisar el libro, me ha hecho pensar… Es una pregunta que me emociona responder porque no tendría palabras para explicarle nada. No podría. Sencillamente la abrazaría, con todas mis fuerzas, con todo mi amor. Y le diría que estoy aquí ahora, que soy adulta y que ya entiendo lo que nos ha pasado a ella y a mí para cuidarla, para entenderla y para guiarla. Que su yo del futuro que está aquí. Que es una mujer hecha y derecha, que ha conseguido lo que esa adolescente quería: entenderse y entender al mundo. No del todo, pero por lo menos entenderse a ella y las cosas que le pasaban. Le diría eso: que lo hemos conseguido. Y que la quiero, que la entiendo y que la admiro. Yo admiro a esa adolescente que fui, porque era rebelde, porque era obstinada, porque era disruptiva. Pero siempre tuvo claro que quería encontrar la verdad. Y que creía que estudiando y perseverando, y contra viento y marea lo conseguiría. 

¿Qué le gustaría que los lectores se llevaran consigo después de leer su libro?

El libro se ha escrito para que cualquier persona que tenga TDAH o no pueda entenderlo de forma sencilla, muy resumida y amena, pero rigurosa. Está escrito con la única intención de transmitir el conocimiento, porque es que ‘la verdad os hará libres’ es una frase que es un lema de vida. La ignorancia es lo peor que le puede pasar a un pueblo, a una persona, a una sociedad. Lo que quiero que se lleven es lo que te he dicho, que tener TDAH no es sinónimo de fracaso, pero que ser resiliente y luchar no depende solo de uno. Que el entorno te marca, la vivencia te marca, te deja una impronta para el resto de tu vida y las familias debemos concienciar a todos los miembros, a los hermanos, a los padres, a los abuelos, de lo que implica tener un hijo, tener un marido, tener dos, tres miembros con TDAH. Nos tenemos que adaptar a ellos, no ellos a nosotros. En el trastorno por déficit de atención, paradójicamente, es a veces una llamada de atención. El amor es el seguro de vida para una persona con TDAH. Los pacientes a los que se les ha educado en un estilo de crianza flexible y con cariño y aceptándolos tal cual eran, eran pacientes que no tenían trauma, que tenían autoestima.

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