Vivimos una epidemia narcisista. Así al menos lo cree Omar Rueda, educador social por la Universidad de Barcelona, psicoterapeuta y psicólogo por la Universidad Autónoma de Barcelona , autor de 'Los narcisistas que nos rodean', un libro en el que da todas las claves para reconocer a estos manipuladores emocionales. A quienes te hicieron dudar de ti, te aislaron y te desgastaron, pese a que no eras capaz de verlo. Por eso es importante saber identificar estos perfiles patológicos para protegernos de su impacto en nuestras relaciones y nuestro bienestar emocional.
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¿Cómo nace 'Los narcisistas que nos rodean'? ¿Hubo algún caso o experiencia que le impulsó a escribirlo?
Lo que me llevó a escribir este libro no fue una idea repentina, sino el resultado de más de quince años de trabajo, observación y reflexión. Mi primer contacto con esta realidad fue en el ámbito penitenciario, cuando trabajaba como educador social en prisión. Allí me enfrenté a comportamientos y dinámicas que, sinceramente, no entendía. Más adelante, trabajando con familias traumatizadas y con niños víctimas de abusos graves, me hice una pregunta que me perseguía: ¿cómo es posible que unos padres puedan hacer determinadas atrocidades a sus propios hijos?
Con el tiempo entendí que había dos grupos diferenciados. Uno, más amplio, cuyas conductas podían explicarse desde contextos de exclusión, drogodependencias o carencias estructurales. Pero había otro grupo —más pequeño, más perturbador— cuyas acciones no estaban justificadas por ningún entorno adverso. Eran actos fríamente ejecutados, carentes de empatía y de remordimiento. Y fue ahí cuando empecé a investigar en profundidad los trastornos de personalidad, especialmente el narcisismo patológico y la psicopatía encubierta.
La investigación se volvió casi una necesidad vital. Paralelamente, empezaron a llegarme muchos pacientes con este tipo de vivencias: personas devastadas emocionalmente, con vínculos traumáticos, que no entendían cómo habían caído en relaciones tan destructivas. Y empecé a divulgar, a dar voz a lo que muchos sufrían en silencio.
Hoy estoy convencido de que no hablamos solo de casos aislados, sino de una epidemia contemporánea: una epidemia de narcisismo, de deshumanización, que se justifica desde marcos completamente distorsionados. Lo vemos a diario. Basta con observar cómo se comentan en redes sociales los horrores de una guerra: hay personas que justifican lo injustificable, y eso revela un colapso del criterio moral colectivo.
Este libro no solo aborda lo que ocurre en las familias, en las relaciones de pareja, laborales o de amistad. También trata de ofrecernos herramientas para entender lo que estamos viviendo a nivel social y cultural. Porque el maltrato ya no solo se da en lo privado: lo estamos viendo legitimado y hasta imitado en la esfera pública.
Creo que hemos traspasado el umbral del narcisismo como fenómeno social. Lo que se está instalando es un modo psicopático de estar en el mundo: relaciones cosificadas, vínculos que se basan en el consumo emocional, dirigentes que presentan la crueldad como virtud, justificación de la devastación. Por eso este libro era urgente. Porque no podemos defendernos de lo que no comprendemos.
Cada vez oímos más que alguna persona que nos rodea tiene un perfil narcisista. ¿Siempre han existido pero no nos habíamos dado cuenta de su presencia hasta ahora?
El narcisismo no es un fenómeno moderno ni una moda pasajera. Las características narcisistas y psicopáticas han acompañado a la humanidad desde tiempos antiguos, documentadas en textos clásicos, estudios históricos y literarios. Sin embargo, es cierto que en las últimas décadas hemos desarrollado un lenguaje y una conciencia mayor sobre estas dinámicas, en gran parte gracias a la expansión de la psicología clínica y la divulgación en medios digitales.
Además, el narcisismo no es una simple moda o epidemia, es una consecuencia de los cambios sociales y económicos radicales, ligados a la globalización, que se dieron en los niños nacidos en los años 80 y 90 en el mundo occidentalizado. Esa generación está eclosionando y las consecuencias son este nivel de individualismo y deshumanización.
Los narcisistas encubiertos se caracterizan por su capacidad de mimetizarse y camuflar su verdadera naturaleza, lo que hace que las señales iniciales sean sutiles y difíciles de detectar.
¿Piensa que el narcisista nace o el narcisista se hace?
Esta es una pregunta clásica en la psicología: naturaleza versus crianza. La evidencia científica indica que el narcisismo patológico y la psicopatía encubierta son el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, neurobiológicos y ambientales.
Por un lado, algunas predisposiciones temperamentales pueden aumentar la vulnerabilidad a desarrollar rasgos narcisistas. Pero, y aquí está el punto crucial, el entorno familiar, especialmente durante la infancia, juega un papel determinante.
Experiencias como la negligencia emocional, el abuso, la sobreprotección idealizadora o la ausencia de límites claros pueden fomentar la construcción de una identidad narcisista como mecanismo de defensa.
En suma, no se nace “narcisista” en sentido absoluto, sino que se desarrolla un patrón de personalidad narcisista a partir de circunstancias psicosociales que moldean el sentido del yo y la relación con los demás.
¿Qué señales pueden ayudarnos a identificar a un narcisista encubierto en la vida cotidiana? ¿Cuáles piensa que pueden pasar desapercibidas en las fases más tempranas de una relación con un narcisista?
Los narcisistas encubiertos se caracterizan por su capacidad de mimetizarse y camuflar su verdadera naturaleza, lo que hace que las señales iniciales sean sutiles y difíciles de detectar. Sin embargo, existen indicios que pueden alertarnos:
- Exceso de encanto y atención inicial: suelen ser encantadores, atentos y halagadores, incluso “demasiado perfectos” en las primeras fases de la relación.
- Incongruencia entre palabras y acciones: dicen cosas que suenan bien, pero sus comportamientos no siempre coinciden.
- Comentarios sutiles de devaluación: críticas disfrazadas de bromas, sarcasmos o minimizar tus logros, generando inseguridad.
- Incapacidad para asumir responsabilidades: culpan a otros constantemente y evitan reconocer errores propios.
- Reacción negativa ante límites: presionan, manipulan o chantajean emocionalmente cuando les dices “no”.
- Aislamiento progresivo: intentan separarte de tu red de apoyo para tener mayor control.
- En las fases más tempranas, lo que pasa más desapercibido es la manipulación emocional bajo la forma de cariño excesivo o “bombardeo de amor”, que busca crear una dependencia afectiva intensa y rápida.
Las redes sociales, diseñadas para la exhibición constante, el refuerzo instantáneo y la construcción performativa de la identidad, ofrecen un caldo de cultivo ideal para que los rasgos narcisistas se expresen y exacerben
¿Por qué cree que cuesta tanto salir de una relación con un narcisista encubierto?
Salir de este tipo de relación es sumamente complicado por varias razones que tienen que ver con la naturaleza del vínculo traumático y la manipulación psicológica:
- Refuerzo intermitente: el abusador alterna momentos de afecto con castigos o indiferencia, generando un ciclo de esperanza y desesperación que atrapa emocionalmente.
- Indefensión aprendida: la víctima llega a sentir que no puede escapar ni cambiar la situación, lo que provoca paralización y resignación.
- Desgaste psicológico: la manipulación constante mina la autoestima, la claridad mental y el sentido de la realidad, dificultando la toma de decisiones.
- Aislamiento social: la ruptura con redes de apoyo incrementa la dependencia emocional y dificulta pedir ayuda.
- Miedo a represalias: muchas víctimas temen la reacción violenta o la difamación por parte del narcisista.
Por todas estas razones, la salida no solo requiere una decisión racional, sino también un proceso de reconstrucción personal con apoyo profesional y comunitario.
En el libro habla de diez etapas para reaprender a vivir tras el abuso. ¿Cuál suele ser la más difícil?
Eso dependerá de la persona y del caso, pero sin duda la fase del duelo traumático, esa etapa en la que la víctima debe asumir la pérdida y la estafa emocional, suele ser la más complicada y dolorosa de todo el proceso de recuperación tras un abuso psicopático.
¿Por qué es tan difícil? Porque en esta fase no solo se enfrenta a la ausencia de la relación que creía real, sino a la revelación brutal de que fue víctima de un engaño sistemático, intencionado y profundo.
No es solo perder a alguien, es descubrir que todo lo vivido fue manipulación, mentira y abuso encubierto bajo un disfraz de afecto o amor.
Esta doble pérdida, la persona en sí misma y la ilusión construida alrededor de esa relación, genera una herida que va mucho más allá del dolor convencional. Es un duelo cargado de contradicciones: amor y odio, esperanza y desesperanza, culpa y rabia, confusión e incredulidad.
La víctima debe desmantelar un sistema interno que se sostuvo durante meses o años, cuestionando no solo la relación, sino su propia percepción, sus valores y su sentido de identidad.
Por todo esto, el duelo traumático no es simplemente superar una ruptura, es un proceso que requiere tiempo, acompañamiento profesional y una reconstrucción paulatina de la autoestima y la confianza en uno mismo y en los demás.
En la práctica clínica, es la fase donde muchas personas se sienten más vulnerables y perdidas, pero también donde reside la posibilidad de una verdadera sanación y transformación.
En resumen, la complejidad y profundidad del duelo traumático derivado del abuso psicopático hacen de esta etapa la más desafiante, pero también la puerta hacia una recuperación auténtica y liberadora.
¿Cree que las redes sociales han amplificado el narcisismo patológico?
Las redes sociales han amplificado sin duda el narcisismo patológico. Estos espacios, diseñados para la exhibición constante, el refuerzo instantáneo y la construcción performativa de la identidad, ofrecen un caldo de cultivo ideal para que los rasgos narcisistas se expresen y exacerben.
La necesidad de aprobación, el deseo de protagonismo y la búsqueda de admiración se potencian en un entorno donde la imagen y la percepción pública son moneda de cambio. No obstante, esta amplificación no implica que el narcisismo haya surgido con las redes, sino que ahora se muestra con más nitidez y se vuelve más accesible para ser identificado y, a la vez, imitado.
¿Suele ir el narcisismo relacionado con la manipulación emocional?
El narcisismo suele ir intrínsecamente ligado a la manipulación emocional. En su raíz, el narcisista busca mantener y proteger una autoimagen grandiosa, y para ello emplea estrategias que erosionan la autonomía emocional del otro.
La manipulación se convierte en un instrumento habitual para controlar, imponer su voluntad y evitar el abandono o la crítica. Esta dinámica genera vínculos tóxicos, donde la víctima se encuentra atrapada en un juego desigual de poder emocional.
En la portada ya los califica como 'psicópatas encubiertos', ¿por qué nos cuesta tanto reconocerlos?
Nos cuesta reconocer a los psicópatas encubiertos porque su modus operandi es la invisibilidad. No presentan la figura del villano evidente, sino que se mimetizan con su entorno, muestran un rostro pulido y encantador, y utilizan la manipulación de forma sutil y gradual.
Nos cuesta reconocer a los psicópatas encubiertos porque su modus operandi es la invisibilidad
Su apariencia de normalidad y su habilidad para camuflar sus intenciones los convierten en expertos en pasar desapercibidos. Además, la negación y la incomprensión social hacia el abuso psicológico dificultan que las víctimas y terceros identifiquen la verdadera naturaleza del daño. Cuando convivimos con un narcisista patológico, una parte esencial de nosotros puede romperse.
¿Puede ser el narcisismo patológico una forma de defensa ante heridas emocionales profundas?
El narcisismo patológico puede, efectivamente, ser una forma de defensa ante heridas emocionales profundas. Muchos expertos coinciden en que detrás de la fachada grandiosa y la falta de empatía existe una vulnerabilidad extrema, un yo frágil que se protege construyendo una máscara de perfección y control.
Esta defensa funciona para evitar el dolor del rechazo, el abandono o la humillación, aunque paradójicamente perpetúa un ciclo de aislamiento y sufrimiento. Sobre todo para sus víctimas.
¿Qué parte de nosotros diría que se rompe cuando convivimos con un narcisista patológico?
Cuando convivimos con un narcisista patológico, una parte esencial de nosotros puede romperse: el sentido de identidad auténtica, la confianza en uno mismo y la seguridad emocional. La constante manipulación, el gaslighting y la devaluación minan la autoestima y generan una disociación entre quién somos y quién creemos que debemos ser para sobrevivir en esa relación.
¿Y si el narcisista somos nosotros? ¿Podemos tener rasgos narcisistas sin saberlo?
Si el narcisista somos nosotros, es posible tener rasgos narcisistas sin saberlo. El narcisismo existe en un espectro y ciertas características pueden manifestarse en distintos grados sin constituir un trastorno patológico. La clave está en la conciencia y la voluntad de reflexionar sobre nuestro comportamiento, reconocer patrones tóxicos y buscar ayuda para desarrollar empatía y autenticidad.