Sofia Giaquinta, autora del libro 'Nutrición sin miedo'© Gonzalo Monteseguro

Sofía Giaquinta, nutricionista: 'Es un mito creer que el peso corporal es un indicador directo de salud. Esta creencia perpetúa la gordofobia'

La experta, autora del libro 'Nutrición sin miedo', nos detalla cómo podemos alimentarnos sin culpa y sin restricciones innecesarias


13 de mayo de 2025 - 12:23 CEST

Si comer te genera culpa o ansiedad, no estás sola, pero tienes que tener presente que estás ante un problema que conviene abordar. La alimentación es una de las grandes preocupaciones de nuestra sociedad, pero también una fuente constante de mitos y desinformación. Por eso, en su libro Nutrición sin miedos, la nutricionista y divulgadora Sofía Giaquinta nos invita a repensar nuestra relación con la comida. Hemos tenido la ocasión de hablar con ella para descubrir cómo podemos alimentarnos sin culpa, sin restricciones innecesarias y, sobre todo, sin miedo. 

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¿Qué le motivó a escribir este libro y abordar los mitos sobre la nutrición y las hormonas?

Sentía la necesidad urgente de ofrecer un espacio seguro donde desmontar los discursos alarmistas, culpabilizadores y, muchas veces, profundamente desinformados que circulan sobre alimentación y salud hormonal. Mi motivación nace del trabajo en consulta, donde veo cada día cómo estos mitos generan ansiedad, miedo y culpa en muchas personas. Quería crear una herramienta accesible, basada en evidencia y con una mirada crítica hacia la cultura de la dieta, para devolver a la gente el poder de habitar su cuerpo con confianza y sin miedo.

Habla ya desde el titular de nutrición sin miedo. ¿Piensa que podemos temer determinados conceptos, normas o prejuicios relacionados con la nutrición?

Sí, absolutamente. Vivimos en una cultura que ha convertido la comida en una cuestión moral, cargada de normas rígidas, etiquetas y juicios. Eso genera miedo: a comer “mal”, a engordar, a “romper las reglas”. El miedo muchas veces no es al alimento en sí, sino a las consecuencias sociales de no cumplir con los estándares que se nos imponen. El título Nutrición sin miedo es una invitación a cuestionar esos mandatos y a recuperar una relación más amable, libre y consciente con la comida.

Es importante desconfiar de los mensajes alarmistas o de quienes prometen resultados rápidos y mágicos. La ciencia no necesita gritar ni asustar.

Sofía Giaquinta, nutricionista

Si tuviera que decantarse por uno, ¿cuál cree que es el mito más perjudicial relacionado con la alimentación que aún persiste en la sociedad?

El mito de que el peso corporal es un indicador directo de salud. Esta creencia no solo es científicamente inexacta, sino que perpetúa la gordofobia, estigmatiza cuerpos y justifica prácticas dañinas como las dietas restrictivas o el "sobrecontrol" alimentario. Además, invisibiliza factores sociales, económicos y psicológicos que influyen en la salud mucho más que el número que marca una báscula.

mujer comiendo comida sana mientras mira su tablet© Getty Images

¿Cómo podemos distinguir entre información fiable y mitos en un mundo lleno de sobreinformación sobre nutrición?

Una buena brújula es preguntarse: ¿Quién se beneficia de que yo crea esto? ¿Qué evidencia lo respalda? ¿Hay consenso científico o es una moda pasajera? También es importante desconfiar de los mensajes alarmistas o de quienes prometen resultados rápidos y mágicos. La ciencia no necesita gritar ni asustar. Y, por supuesto, acudir a profesionales cualificados con una mirada crítica, humana y contextualizada.

Todo el mundo opina sobre lo que comemos, ¿estamos cayendo en una fiscalización excesiva sobre la nutrición, que parece casi que busca culpables?

Sí, y esto tiene graves consecuencias. Se ha normalizado opinar sobre el cuerpo y las decisiones alimentarias ajenas, sin entender el daño que eso puede causar. Esta fiscalización parte de una lógica de control, culpa y castigo que deja fuera la diversidad corporal, las realidades sociales y la historia de cada persona con la comida. Comer no debería ser un acto vigilado, sino un derecho cotidiano vivido con disfrute y autonomía.

El descanso es un pilar de la salud que muchas veces se descuida. Dormir bien influye directamente en hormonas clave relacionadas con el apetito, el metabolismo, el estrés y la regulación emocional

Sofía Giaquinta, nutricionista

¿Qué papel juega la relación emocional con la comida en el bienestar general?

Un papel clave. La comida no es solo nutrición fisiológica, también es vínculo, memoria, identidad, consuelo, placer. Tener una relación sana con la comida implica poder experimentar todas esas dimensiones sin culpa. Negarlas o patologizarlas solo perpetúa una relación dañada con la alimentación. Honrar la dimensión emocional de comer es parte del bienestar integral.

¿Qué opina sobre las dietas restrictivas que eliminan grupos enteros de alimentos?

Son muy problemáticas, sobre todo cuando se promueven sin criterio médico real y con el único fin de adelgazar. Este tipo de dietas no solo son insostenibles a largo plazo, sino que pueden generar déficits nutricionales, desregulación emocional y una relación conflictiva con la comida. Restringir no es sinónimo de salud. Apostar por la flexibilidad, el placer y la escucha interna es mucho más beneficioso.

¿Qué importancia tienen el descanso y el sueño en el equilibrio hormonal y la salud en general?

Muchísima. El descanso es un pilar de la salud que muchas veces se descuida. Dormir bien influye directamente en hormonas clave relacionadas con el apetito, el metabolismo, el estrés y la regulación emocional. Cuidar el sueño no es un extra, es parte fundamental del autocuidado y del equilibrio general del cuerpo.

© Getty Images

¿Cómo podemos abordar la inflamación desde la alimentación sin caer en modas o productos milagro?

La clave está en entender que la inflamación no es un enemigo, sino una respuesta natural del cuerpo. Lo problemático es cuando se cronifica, y ahí una alimentación equilibrada puede ayudar, sí, pero sin caer en extremismos ni en la demonización de alimentos. No necesitamos “súperalimentos” ni eliminar grupos enteros; necesitamos una alimentación variada, adaptada a nuestras posibilidades y que no genere más estrés que el que pretende aliviar.

En el libro afirma que experimentar hinchazón de vez en cuando no significa que tengamos un problema de salud grave, ¿por qué le estamos dando entonces tanta relevancia?

Porque hemos normalizado una vigilancia extrema del cuerpo. Cualquier señal que se salga de lo esperable se vive con alarma, cuando la mayoría de las veces responde a procesos normales. La hinchazón ocasional, por ejemplo, puede deberse a muchísimos factores y no implica necesariamente una patología. El problema no es el cuerpo, sino el nivel de exigencia y control que proyectamos sobre él.

¿Qué mensaje le daría a alguien que siente culpa o ansiedad al comer?

Que no está sola, ni rota, ni fallando. Sentir culpa por comer es el reflejo de una cultura que nos ha enseñado a desconfiar de nuestro cuerpo y a medir nuestro valor en función de lo que comemos. Podemos aprender a relacionarnos con la comida desde otro lugar, uno más amable, flexible y respetuoso. No se trata de comer perfecto, sino de comer en paz.

¿Qué cambios pequeños y sostenibles recomendaría para mejorar la relación con la comida?

Escuchar más al cuerpo y menos a los mandatos externos. Empezar por validar el hambre, dar espacio al placer, dejar de contar calorías, permitir la satisfacción y cultivar la curiosidad en lugar del juicio. 

La hinchazón ocasional puede deberse a muchísimos factores y no implica necesariamente una patología. El problema no es el cuerpo, sino el nivel de exigencia y control que proyectamos sobre él

Sofía Giaquinta, nutricionista

¿Qué opina sobre la tendencia de etiquetar alimentos como “buenos” o “malos”?

Es una práctica dañina que solo genera culpa, rigidez y desconexión. Los alimentos no tienen moral. Esta clasificación no solo es simplista, sino que refuerza el miedo a comer y alienta una visión controladora de la alimentación. Mucho más útil es preguntarnos cómo nos hace sentir lo que comemos y qué sentido tiene en nuestro contexto.

¿Cómo podemos educar a las nuevas generaciones para que tengan una relación más sana con la comida?

Mostrando con el ejemplo una relación sin miedo, sin obsesión y sin discursos de dieta. No hacer comentarios sobre cuerpos, no forzar a comer ni restringir por castigo, y ofrecer una variedad de alimentos sin dramatizar. También escuchando sus señales, validando su autonomía y enseñando que comer es un acto de cuidado, no una prueba de disciplina.

¿Qué espera que los lectores se lleven después de leer "Nutrición sin miedo"?

Espero que se sientan más libres. Que puedan dejar atrás la culpa, el control y el miedo, y empezar a habitar su cuerpo desde la confianza y la compasión. Me gustaría que el libro sirviera como una brújula interna, no como una lista de reglas, y que cada persona encuentre en él una invitación a reconciliarse con la comida y con su propia historia. 

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