"Quiero que mis hijos recuerden de su infancia que fueron niños felices. Es la época de la vida en la que se forja todo en el ser humano. Y con esto no quiero decir que eso signifique dejarles hacer todo. No. Parte de la felicidad de un niño viene de tener límites", nos dice Astrid Klisans sobre algunas de las claves de la educación de sus hijos (Markuss, de nueve años, Liene, que cumple ocho en diciembre, y Álisse, de seis), nacidos de su matrimonio con Carlos Baute. Tres hijos en poco más de tres años la han convertido en una madre todoterreno, una aventura que comparte con nosotros junto a su pequeño gran equipo de vida.
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—Tuviste a tus tres hijos en tres años; ahora que son más mayores, ¿ha pasado un poco esa locura de tener a tres bebés al mismo tiempo?
—La locura nunca pasa porque van creciendo, pero demandan otro tipo de cosas; empiezan, digamos, a tener una vida social mucho más activa: los amigos, las actividades deportivas, los "hobbies"… Pero es verdad que es diferente. Ha pasado ese momento de agotamiento físico de estar todas las noches en vela, de ir prácticamente cada semana a urgencias con un virus tras otro… Con esto no quiero decir que la etapa en la que son bebés no sea bonita, pero esta en la que están ahora mis hijos me parece espectacular y la estoy disfrutando mucho más.
—¿Cómo describirías tu día a día hoy como mamá de familia numerosa, y cómo es la dinámica en casa con ellos?
—La dinámica de una mamá de familia numerosa es una locura, la verdad. Admiro muchísimo a las mujeres trabajadoras que sacan adelante una familia, que tienen que rendir en su trabajo y, además, dedicarle tiempo a tu pareja. Francamente, me parecen superheroínas.
—¿Qué es lo que más te gusta de la maternidad en general, pero, sobre todo, en esta etapa en la que ya tienen nueve, siete y seis años?
—La peor parte de la maternidad es cuando se ponen enfermos; no quiero ni pensar cuando es algo grave. No hay nada peor. Como te decía antes, me encanta la edad que tienen ahora. Ya tienes conversaciones más profundas, puedes incluso debatir cosas y empiezan a cuestionarte. Empiezan a ser pequeños adultos y, al mismo tiempo, todavía sigues siendo lo mejor para ellos.
—Ahora los planes con ellos también son diferentes. ¿Hay algún plan o rutina familiar que disfrutéis especialmente los cinco juntos?
—Nos encanta salir en bici, pasear a los perros, hacer rutas de senderismo… Y las niñas y yo tenemos un superplán de chicas. Se han aficionado bastante al tema de los caballos y, por ejemplo, en verano, vamos todas las mañanas a la hípica, montan un rato, luego sacamos a los ponis, los peinamos y los bañamos. Y yo, superfeliz, claro.
—¿Suele sumarse a los planes familiares también José Daniel, el hijo mayor de Carlos? ¿Cómo es con tus niños, sus hermanos pequeños?
—José Daniel es el mejor hermano mayor que la vida le pudo dar a mis hijos. Y me quedo corta. No puedo explicar lo buena persona, lo cariñoso, lo juguetón que es con sus hermanos. De hecho, tengo que regañar a los niños, les digo: "Dejadle un rato tranquilo". Porque llega y es "vamos a jugar a eso", "ahora, lo otro"... No le dejan parar, lo adoran, de verdad. Y a mí también me hace especial ilusión por Markuss, porque las niñas se tienen entre ellas y él tiene ahí a su hermano mayor, y le encanta.
—¿Tienes algún momento del día que guardes como "solo tuyo"? ¿Cómo cuidas de ti misma?
—Para mí, realmente, es estar con mis caballos, aunque ahora las niñas están viniendo conmigo. Cuando me subo a mi caballo, desconecto de todo, no pienso en nada que no sea en ese momento. Es mi gimnasio, mi psicólogo, mi amigo… Y mira que el mundo hípico es complicado, pero siempre digo que es una suerte tener algo que me apasione tanto, me permita desconectar de todas las preocupaciones y pueda disfrutar de mí y de mi momento.
—¿Qué valores te gustaría transmitir a tus hijos?
—Para mí, lo más importante es que sean buenas personas. Así desarrollas empatía y te preocupas por los demás; no haces daño y una cosa trae la otra. También intento inculcarles los valores de la religión. Yo era luterana, me convertí al catolicismo y en casa somos practicantes.
—Markuss ha cumplido ¡nueve años! ¿Cómo es, qué le gusta y cómo va forjando su personalidad?
—Es espectacular, muy parecido a Carlos. Es un niño soñador y le encanta todo lo que tenga que ver con la naturaleza y con el espacio; también le gustan las matemáticas y la robótica. Es extremadamente cariñoso y muy sensible.
—Liene cumplirá ocho en diciembre. ¿Tiene ya gusto por la moda, le gusta elegir su ropa?
—¿Que sí le gusta? ¡Le fascina! Le encanta vestirse, escoger las cosas, ponerse un vaquero acampanado… Y luego es una niña muy empática y con un gran corazón, se preocupa muchísimo por los demás, no puede ver a ningún ser vivo sufriendo. Tiene mucha aptitud para el baile, aunque es tímida y el momento de estar en un escenario y llamar la atención no le gusta nada.
—Y Álisse tiene seis… ¿Qué puedes contarnos de la peque de la casa?
—Es superdeportista, y luego es supercolaboradora: cuando estamos en casa, siempre quiere ayudarme en todo. Muy independiente, desde muy pequeñita.
—¿Te reconoces en alguno de ellos en especial? ¿A quién se parece más cada uno?
—Markuss se parece muchísimo a Carlos. Yo creo que las niñas se parecen un poco a mí, pero siempre digo que son una versión mejorada cien por cien —ríe.
—¿Te gusta vestir a tus hijos con algún estilo en particular?
—Me encanta vestirlos y que vayan conjuntados. Soy muy clásica, no me gusta vestir a los niños de mayores. Es cierto que, con la edad, van cambiando: yo no iba a ponerles vaqueros de bebés, ahora me lo piden, así que, por ejemplo, trato de combinarlos con alguna prenda más clásica. Pero tengo que reconocer que me vuelvo loca, no compro por separado, no, no. Si le compro a uno, le compro a los tres y pienso en el conjunto familiar.
—Carlos y tú formáis un gran equipo como padres. ¿Cómo os organizáis?
—Nos entendemos muy bien porque tenemos una forma muy parecida de crianza. En ese sentido, hacemos un equipo espectacular y eso es superimportante en una pareja.