¿Puede que Brístol sea la ciudad que mejor representa a la 'gen Z'?

Más allá de las obras del anónimo Banksy, esta localidad respira valores en cada uno de sus rincones. Desde su gran apuesta por la sostenibilidad, hasta llegar a su cautivador interés y atractivo musical y artístico.

Por Paula Martíns

Hay un encanto particular que te atrapa en la ciudad de Brístol. Que no te engañen sus características nubes, porque la que fuera en su día la segunda ciudad más grande de Inglaterra -a la cola de Londres- es hoy uno de los destinos más, inesperadamente, acogedores del norte de Reino Unido. 

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Dejando los prejuicios a un lado que bañan a los ingleses, pudiera ser que la abolición de la esclavitud, allá por el siglo XIX, tuviera algo que ver en que hoy en día sus lugareños te saluden amablemente, con una sonrisa y con su ya icónica frase: All right my lover? (“¿todo bien, cariño?”). Y es que basta con pasar unos días en la ciudad para darse cuenta de que sus gentes son educadas, sí, pero amables y cercanos también. Los manidos “sorry” y los “thank you” del país allí también están presentes a cada paso (o roce), pero se conjugan en una sintonía perfecta con las sonrisas y conversaciones que van más allá de un simple saludo cordial. Los bristolians son agradables y su ciudad es un reflejo perfecto de cómo se puede convertir un paisaje que a menudo es gris (ellos mismos recomiendan visitar Brístol en verano), en un horizonte en el que querer quedarse, al menos, durante unas semanas. 

Puede que su encanto pase desapercibido y que resulte difícil reconocer en Brístol una cierta familiaridad, al menos a la que estamos acostumbrados los países del Mediterráneo; pues mientras en otros lugares continuamos manteniendo ciertas tradiciones pasadas y arrancamos con las nuevas corrientes de estilo de vida paulatinamente y pisando el acelerador con cierta moderación, en esta ciudad parecen haberse mimetizado, a la perfección, con los intereses que imperan hoy en día entre las nuevas generaciones. No es casualidad, ya que si ponemos el foco un poco en su historia resulta más fácil conocer los motivos: se fundó en el siglo XII, se convirtió en uno de los puertos comerciales más prósperos en el siglo XIII con el comercio de esclavos, y fue a partir de la abolición de la esclavitud cuando, tras la Revolución Industrial y las dos guerras, sus raíces mercantiles la impulsaron a transformarse en uno de los enclaves más modernos de Inglaterra. El resto no es más que un relato de innovación y buen ojo que ha creado un lugar en el que la tecnología y el comercio se  cruzan con la vida estudiantil, la nocturna y una amplia oferta cultural y calendario de eventos que dirige su mirada, principalmente, hacia el arte y la música. ¿Lo mejor? Casi siempre con entrada gratuita.

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Del drum and bass al jazz

A cualquier millennial que haya visto la serie Skins le resultará difícil escaparse de sus escenas si viaja a Brístol. Allí se rodó parte de sus primeras temporadas, y no es algo que extrañe, pues el drum and bass -presente en muchos de sus capítulos- se oye de fondo en casi todos los locales que, no necesariamente son discotecas y pubs, sino también bares más relajados en los que la gente se sienta para disfrutar de una bebida y jugar a juegos reunidos, como en The Social o Tobacco Factory (que expone también obras de sus trabajadores en las paredes). No obstante, si se busca teletransportarse a esta producción y pasar un buen rato en un ambiente muy auténtico y juvenil, uno de los planes más recomendables pasa por cenar y  alojarse en el hotel The Full Moon, tomar algo allí y después bailar en The Attic Bar hasta altas horas de la noche. 

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Tan llamativo y afamado es este enclave como otro de sus más diferentes emblemas, el Thekla. Se trata de un barco que fue rescatado de un encallamiento y que cuenta con una historia apasionante del mundo del espectáculo en sus aposentos. Siempre a la vanguardia y tras haberse convertido en escenario de actuaciones musicales de renombre y de shows de géneros como el cabaret, fue absorbido en el año 2000 por un club clandestino nocturno, y desde entonces, acoge diferentes sesiones de estilos como el drum and bass, el reggae, el hardcore o el jazz.

Claro queda que la nightlife de Brístol es uno de los principales atractivos visitar. Sus lugares de marcha están bien diferenciados. Para música comercial, es fácil encontrar discotecas y pubs en las zonas de Harbour side, Millennium Square y Park Street. Para electrónica existen nombres afamados como Motion, Blue Mountain, Basement 45 o Lakota. Para crear veladas más especiales y disfrutar de música en vivo se puede planear una velada a  ritmo de jazz, soul o swing en The Old Duke (un edificio histórico que data de 1775) o consultar la programación de Sofar Sound. Y entre otros de los numerosos nombres que destacan de su escena nocturna se encuentra Bristol Beacon, un espacio renombrado que antes se llamaba Colston Hall (se sustituyó su nombre debido a la relación de Colston con los esclavos) donde se pueden encontrar actividades que van desde las comidas, pasando por diferentes talleres o actuaciones de música.

Fuerte apuesta local y sentimiento de comunidad

Que Brístol goce de gran conocimiento musical debe parte a la influencia que finales de los 80 y los primeros años de los 90 tuvieron en su escena musical, sobre todo cuando grupos de música tan afamados como Massive Attack presentaron lo que llamarían el trip-hop. Y es que la cultura en Brístol viaja a la par de los reclamos de su sociedad, que deja bien claro -en carteles, graffitis y en cualquier tipología de expresión artística- que la comunidad y la independencia de todo lo mass media forma parte de su ADN. De hecho, por sus locales circuló durante más de una década y hasta el 2021 el Brístol Pound, una moneda propia destinada a beneficiar al comercio local y mantener la mayor cantidad de dinero posible allí. A pesar de que ahora su versión física ha desaparecido y ha dado lugar al Bristol Pay, los dibujos que formaban sus billetes fueron diseñados por diferentes artistas locales.  Sí, el storytelling queda claro y los valores de sus ciudadanos se representan también en sus calles, donde, en sintonía con su estilo de vida, apenas se encuentran franquicias.

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Reduce, reuse, recycle

La economía circular también está muy presente y cada pocos pasos, en North Street hay tiendas de segunda mano que alternan desde prendas exclusivas, hasta otras muy asequibles. Allí es fácil encontrar reliquias casi nuevas de los años 70, 80 o 90, y vestir con un estilo único y diferenciado. Algo apreciable en los estilismos de sus habitantes, quienes con frecuencia mezclan diferentes estilos sin miedo y, aparentemente, sin apenas esfuerzo también. Sin embargo, aunque esta arteria urbana es una de las referentes, también hay tiendas vintage que destacan en otros puntos de la ciudad, como Loot Vintage, RePsycho o Don Majors.

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Sabores internacionales y puestos callejeros

Otra de las cualidades que destacan de Brístol es su apuesta por la comida healthy. Hablar de healthy o saludable, para ellos, es sinónimo de hablar de gastronomía de proximidad y orgánica, a menudo extraída de huertos locales. Las sausage son típicas, pero allí encontrarás restaurantes en los que degustar recetas de todo el mundo. De hecho, uno de los emblemas gastronómicos de la ciudad es el del Street Food Market de St. Nicholas, una calle repleta de puestos callejeros de comida que varían delicias: desde platos caribeños, hasta, incluso, los portugueses.

Todas las disciplinas se retroalimentan en Brístol. Es común encontrar moda, música y arte en un mismo espacio; al igual que lo es encontrarse con festivales en los que la música y la gastronomía van de la mano, como el St. Paul’s Carnival, una celebración fundada en 1968 por residentes y activistas comunitarios de la generación Windrush que querían celebrar la cultura afrocaribeña. Un festejo de la cohesión social que lograron en su día que ahora se materializa en un despliegue increíble de disfraces, desfiles, música y comida.

Si tuviéramos que señalar una contra, como sucede en la mayoría de los países norteños, esta sería el horario de cierre de sus cafeterías. La mayoría de ellas dejan de servir café antes de media tarde, pero el tiempo que están abiertas, eso sí, se empeñan en ofrecer la máxima calidad en cada una de sus tazas, contando, casi todas, con un amplio catálogo de cafés de especialidad y tés (y sí: ¡tienen WiFi!). Es común que sus cartas incluyan opciones de snacks y comidas como bollería -generalmente horneada por sus propios pasteleros-, tartas, bizcochos u otras opciones de almuerzo, como bowls y açai, que también sirven a partir de media mañana. Destacan nombres como Sweven, Albatross Café, Hart’s Bakery, Society Café o, una de sus aperturas más recientes, Nokko.

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Centro de arte urbano por excelencia

Decir que Brístol es una ciudad de contrastes continuos no es novedad. No es lo mismo pasear por la zona de Clifton, bañada en el cálido Bath stone de sus edificios y tiendas y cafeterías cutes;  que por la de Southville, donde domina el ladrillo y ambiente es más alternativo y de barrio. Lo que no falta, en cambio, en ninguna de estas localizaciones es el arte. Y es que… ¿Qué esperar de la primera ciudad que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de Banksy? Más allá de contar con un tour que recorre las obras de este artista anónimo, el Banksy Bristol Art Tour, sus calles están repletas de murales y pintadas que, en la mayoría de las ocasiones, presentan mensajes activistas. Pasear por North Street es darse cuenta de ello, pero además, como el tiempo no siempre acompaña a las jornadas caminando, hay diferentes galerías y museos que visitar que potencian, sobre todo, el arte emergente. Es el caso del Centro Internacional de Arte Contemporáneo de Bristol, Arnolfini; pero también de Spike Island o de Centre Space.

Un dato que evidencia este boom artístico en la ciudad es el de saber que la decoración de muchas de sus tiendas y cafeterías cuenta con obras de bristoleños y de colectivos que han nacido en la ciudad. Y aún hay más: el Upfest se celebra allí, en la zona de Bedminster. Aunque este año se tomará un descanso, se trata de uno de los mayores festivales de arte callejero del mundo que acoge a, nada menos, que alrededor de 50 mil visitantes.

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Festivales únicos

En cuanto a festivales, la ciudad es una de las que más eventos de esta tipología acogen de todo Reino Unido. Más allá del Upfest, los amantes del cine encuentran su lugar en Bristol Film Festival, focalizado en la proyección de películas clásicas en diferentes enclaves de la ciudad, o en el Bristol Film Independent Festival, que como indica su nombre, se centra en promocionar el talento independiente del séptimo arte con películas que apenas son comerciales.Aunque si hablamos de festivales, el más conocido es el Briston International Balloon Fiesta, cuatro días en los que diferentes globos aeroestáticos originales se apoderan del cielo para pasear a todo el que quiera ver el paisaje desde las alturas.

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Una escapada rápida a Brístol deja a su paso ganas de conocerla más. Más allá de sus emblemas turísticos y de su conciencia local y sostenible (ya ha sido galardonada alguna vez como la capital más verde por la Comisión Europea), conocer los secretos que esconde en cada uno de sus rincones se impone como una amena manera de tomar conciencia y darse cuenta de que otra manera de vivir es posible: con un estilo de vida mucho más calmado en el que hay cabida para el trabajo, sí, pero para el ocio y los hobbies también. Un manual que representa, completamente, los reclamos e intereses de una de las generaciones que más están cambiando el panorama social, la generación Z.