Son muy diferentes entre sí y, al mismo tiempo, se entienden a la perfección

Shaila Dúrcal vs. Carmen Morales, dos hermanas inseparables con una complicidad única

Las hermanas acaban de hacer el método PronoKal juntas, pero su apoyo mutuo va mucho más allá

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Se llevan 9 años y si bien cuando eran niñas esa diferencia de edad se notaba, ahora, en realidad, ya no significa nada. Desde hace un tiempo, de hecho. Porque cuando uno madura, esas cosas suelen pasar. Que una vez pasados los 30, como Gigliola Cinquetta, nadie tiene edad. O que todas se confunden, vaya. Y porque, desgraciadamente a veces, la vida te obliga a hacerte mayor con más premura de lo natural. A ellas les pasó. Juntas se tuvieron que enfrentar a dos durísimos golpes. La muerte de su madre. En 2006. Cuando ésta tenía solo 61 años. Y en 2014, a la de su padre. Con 70, incapaz de superar la ausencia de su mujer. Y de esta manera, ellas y su hermano Antonio, el mediano de los tres hijos, perdían desgraciadamente a sus padres mientras que el mundo despedía a dos grandísimos artistas, un matrimonio que marcó una época a los dos lados del charco, fundamentales para entender la música de nuestro país y no solo eso, también del cine y la crónica social. Eran Rocío Durcal y Junior y, evidentemente, hablamos de Shaila Dúrcal y Carmen Morales con quienes estuvimos la semana pasada charlando de lo divino (su familia, dioses de los escenarios) y de lo humano (el amor y el desamor) tal y como habrán podido leer en nuestra revista.

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Pero más allá de la estilizada figura que se les ha quedado a ambas tras haber seguido durante este verano el método Pronokal (20 kilos ha adelgazado, Shaila y 15, Carmen, que ahí es nada) gran parte de esa victoria frente a la báscula, sin desmerecer por supuesto a los productos de la firma y el ejercicio, se debe a su apoyo mutuo. A ver, que sí, que como todo, con apoyo moral, todo es más sobrellevable y, si hablamos de dieta, si quien te rodea te sigue un poco el rollo es de agradecer. Sin embargo, lo suyo va más allá. Como espectador, es maravilloso ver cómo interactúan porque 1) cuando dialogan, su conversación tiene mucha gracia. A veces, parece sacada de una sitcom, como si ambas siguieran un guión perfectamente pulido, con las dosis exactas de comedia, de picante -porque tienen sus pullitas- pero también de emoción y drama y porque 2) cuando se miran, su complicidad y el entendimiento mutuo no necesita de palabras. Y notas esa conexión como una corriente eléctrica, como un plácido calambre en una tarde de verano y se avecina tormenta.

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Les describimos algunos momentos de nuestra conversación para que “reciban” entre líneas esa misma descarga de energía y palpen el amor que siente la una por la otra. Porque, como decíamos, Shaila ha pasado aquí estos meses. En España. Ya es su base de operaciones. Alguna que otra “escapada” a México y Estados Unidos, sí, pero ya es un “ir, tocar y volver”. “Estoy con mi familia, que es lo más importante. Porque llevaba muchos años fuera también. Yo creo que hice ese sacrificio, el de marcharme, cuando tenía que hacerlo. Con 20. Soñaba con ese otro lado del charco y he tenido la gran fortuna de hacer escenarios muy grandes, pero ahora a mi me toca ser fan de mi hermana”. Porque Carmen vuelve a los escenarios. Ya alzó la mano en Tu cara me suena ¿Se acuerdan? “Ey, estoy aquí y miren cómo canto”, parecía decirnos a la audiencia. Y claro, ese guante lo recogió un productor avispado y está ensayando dos obras de teatro que estrenará próximamente. Ah, y se está preparando también vocalmente con clases de canto… Y mientras Carmen nos cuenta sus progresos y proyectos con la boca pequeña, sin alharacas y la modestia de no querer levantar unas expectativas exageradas, Shaila “pasa” de todo. “Si ella no te lo dice, te lo digo yo: es lo máximo verla. Lo máximo”.

Carmen admite que sí, que tras su separación, ha vuelto a poner su mirada verde sobre los escenarios y que estaba deseando de que rompieran su zona de confort. Shaila la interrumpe. “Ya era hora. Porque cantas hermoso, hermana. A mí, me encanta cómo canta. Yo… Yo te veo haciendo musicales”. Carmen sonríe y acaricia la rodilla de su hermana. Es un “gracias” y un touch de energía para comenzar a hablar de sí misma. “Me estoy preparando y estoy muy motivada. Me estaba cerrando puertas y la verdad es que me hacía mucha falta comenzar de nuevo. Romper esa barrera que yo me había puesto. Era necesario”. “Era necesario, pero que te cagas”, remarca Shaila poderosa.

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Y nos fiamos. Shaila lleva ya más de veinte años sobre los escenarios y sabe de lo que habla, pero es que Carmen… ¿Ustedes no se acuerdan de aquel 1, 2, 3 cantando Sopa de amor? Y ahí no tenía ni quince años. Después, vendrían éxito de televisión como Al salir de clase, por citar uno y en donde, con esa cara angelical que tiene la mayor de los Morales, hacía de mala malísima. Y te la creías. Vaya que sí. “Nuestros padres nos parieron artistas. Somos artistas. Eso está claro. Lo tenemos dentro, nos encanta hacer todo. Mi hermana pinta que no veas. Acrílico, sobre todo. A mí me gusta pintar en pastel. La creatividad es algo fundamental para nosotras. En casa”. Y como nos recuerdan en la entrevista en papel, Junior, su padre, también pintaba, además de haber sido un ídolo juvenil con aquel dueto “Juan y Junior” y productor musical y compositor y letrista… Y ¿qué decir de Rocío Dúrcal, la Señora de las Rancheras? Su concepto artístico era inigualable. “Por eso logró lo que logró”, cuenta Shaila. “Ella sabía dónde ponerse, cómo ponerse, qué hacer. Era genial. Por eso yo creo que luego la echamos de menos, porque nos encantaría compartir con ella estas cosas”. “Tenerla aquí de espectadora, ¿te imaginas? Habría sido feliz”, interrumpe Carmen haciéndonos partícipes al equipo de ¡HOLA! de que, con nuestros reportajes y producciones, formamos parte de la familia del show business. “Yo siempre digo, era un matrimonio fuera de lo común, pero yo creo que nosotras nunca lo hemos visto así, sino como una inspiración. La jefa siempre será la jefa. A mí, por ejemplo, que yo me dedico a cantar, me salen muchas cosas de ella, porque la sangre no falla. Me sale solo. A los tres nos pasa. Pero los tres somos personas diferentes y ni a Carmen ni a mí se nos puede comparar con ella”.

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Shaila y Carmen tienen un timbre de voz muy parecido. “Nos oyes por teléfono y de repente puedes decir somos la misma persona”, dice Shaila. “Pero no, somos muy diferentes a la vez. Para lo bueno y para lo malo. Yo la saco de quicio, no lo dice, pero la saco de quicio (risas). Soy la pequeña y es lo que tiene. Que los pequeños tienen que fastidiar a los mayores…”, nos guiña un ojo Shaila. Y Carmen se remueve en su asiento y confirma. “Sí, a veces, ejerzo de hermana mayor”. “Me manda callar. Todo el rato. Porque hablo mucho”, ataja Shaila. “Es que ella se mete en todo. Hay tres personas hablando de tal o cual cosa y ella se tiene que meter…”, se defiende Carmen“. “Me encanta”, se parte Shaila. “Porque de eso trata la vida, de meterse. Y que ya me lo decía mi madre siempre: Ya me callaré cuando esté bajo tierra” y, las dos, enmudecen y se miran.

Reivindican ser una familia que ha hablado siempre, que se ha querido siempre y mucho, pero no con enormes muestras de cariño públicas. Que no son ni toconas ni se están dando besos continuamente… “Pero una mirada y ya”, resume Carmen. “Y también nos peleamos. Y está bien. Pasa entre hermanos”, continúa Shaila. “ Y a veces uno también necesita descansar hasta de su familia, ¿no?”. “Pues a mí no me pasa eso, Shaila. Yo no necesito separarme de vosotros”. Y Shaila reflexiona. “Yo creo que a mí lo que me ha pasado un poco es que yo era la pequeña. Como me llevo nueve con mi hermana y seis con mi hermano, antes entendía que había mucho hueco entre nosotros…. Los veía mayores y que no me entendían. Ahora, ya no. Cuando creces, hay un punto en que comienzas a salir con tus hermanos y esa distancia se reduce… Y cuando pasas de los 30… tus preocupaciones ya son las mismas. También tus dolores son los mismos”.

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Es ineludible preguntarlo: Hasta qué punto ha sido Shaila la muleta de Carmen en su separación. “Espero haber sido de ayuda para ella -Carmen, le coge una mano-. Soy una persona muy positiva y como sé que lo ha pasado mal, que lo está pasando mal, intento desviar su mente hacia otras cosas. En plan ‘vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro’... Aunque sinceramente, a los dos les veo bien. Veo que Luis y ella se entienden mucho mejor… Que se ven más matrimonio ahora”. Carmen suelta la mano de su hermana y seria comienza su explicación que es más a Shaila que a la revista. “Porque no ha pasado nada para enfadarnos. Somos familia y somos personas coherentes y nos llevamos bien y hablamos. Somos vecinos también. Casa con casa. Enfrente uno del otro. Y bueno, son cosas que pasan, ya está. No pasa nada. Y tampoco nos vemos casi. Hablamos mucho por teléfono…. Yo creo que todo irá evolucionando, pero que siempre seremos familia todos”. Shaila calla. Solo vuelve a abrir la boca cuando su hermana habla de su sobrevenida soledad. “Ahora es momento de estar contigo misma y escucharte. Y el cambio de vida, que no te voy a decir que estoy sola, porque no estoy sola, pero cierro la puerta de casa y…” “Tampoco -corta- Porque estoy yo. Que soy una coñaza”. Y las dos explotan en una carcajada. “Estamos estupendas, hermana”. Y Carmen contesta. “Qué haría yo sin ti”.