A pesar de tener entornos naturales privilegiados y bellas excursiones a sus alrededores, Turín, Berna, Liubliana, Múnich, Estocolmo y Zagreb son destinos que se bastan a sí mismos durante la estación dorada. Los parques teñidos de ocre, los cafés acogedores, los museos fascinantes y las calles con encanto son motivo suficiente para tomar un avión y vivir el otoño en los límites de sus urbes. Desde los elegantes pórticos turineses hasta los canales de Estocolmo, pasando por las cervecerías de Múnich o el casco medieval de Berna, estas ciudades transforman el otoño en una experiencia completa y autosuficiente donde la melancolía de la estación se vive intensamente.
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TURÍN
La capital de la región del Piamonte se viste de una elegancia particular durante el otoño, cuando una luz dorada baña sus majestuosos edificios y las hojas de los árboles crean alfombras de colores en sus espacios verdes y avenidas. El Parque del Valentino, a orillas del río Po, es uno de los lugares más emblemáticos para disfrutar de la estación. Sus extensos prados y árboles centenarios ofrecen un espectáculo de tonos amarillos, naranjas y rojos surcados por senderos.
La ciudad también es famosa por sus históricos cafés, lugares perfectos para refugiarse en un día frío de otoño. Bajo los casi 18 km de pórticos que caracterizan a Turín se pueden encontrar establecimientos donde degustar un bicerin, la bebida caliente típica de la ciudad, compuesta por café, chocolate y crema, pero también perderse entre vitrinas y escaparates que crean un halo de luz resguardado de los peores días.
Por supuesto, Turín también cuenta con una vasta oferta cultural. El Museo Egipcio, el segundo más importante del mundo en su categoría, y la Galería Sabauda, con su colección de arte, son visitas obligadas, aún más en otoño por las múltiples inauguraciones de exposiciones. Además, en otoño se reanuda la temporada de teatros y conciertos, haciendo que florezca la vida cultural de la ciudad, por la que moverse con sus tranvías históricos para empaparse de la perspectiva nostálgica de sus calles vestidas de colores ocres.
BERNA
El casco antiguo de esta ciudad suiza, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se vuelve aún más pintoresco cuando los tejados rojizos de los edificios de arenisca contrastan con los colores cálidos que empieza a teñir la vegetación que rodea la ciudad. Berna está rodeada de colinas y bosques que tornan sus colores en un espectáculo estacional. Sin salir tan siquiera del centro se puede pasear por el Jardín de las Rosas (Rosengarten), que ofrece una de las vistas más famosas de la ciudad vieja con un marco de arbolado otoñal.
El BärenPark, hogar de los osos que son símbolo de la ciudad, también se encuentra en una zona verde que muestra los tonos de la estación e invita a pasar el día sumergido en un sueño de colores. Sin embargo, las calles empedradas del centro tienen en sus características arcadas cubiertas, conocidas como Lauben, uno de los paseos comerciales cubiertos más largos de Europa. Ideal para días fríos o de lluvia, sus tiendas de artesanía, galerías de arte y acogedores cafés también invitan a mirar el otoño tras el cristal.
También a resguardo existen numerosos museos, como el Museo de Historia de Berna, que incluye a su vez el Museo Einstein integrado y el Zentrum Paul Klee, dedicado al famoso artista que vivió en la ciudad. La luz suave de la estación y la presencia de menos multitudes hacen de esta época ideal para sumergirse en estas y otras muchas ofertas culturales de la ciudad suiza.
LIUBLIANA
Ciudad desconocida para muchos, la capital de Eslovenia es perfecta para visitar durante el otoño. Liubliana es una urbe que parece diseñada para la estación, en la que se llena de un ambiente tranquilo protagonizado por su hermoso río y sus abundantes zonas verdes. A menudo, la ciudad se ve envuelta también en una niebla matutina que le aporta un aire misterioso muy fotogénico, sobre todo en lugares como el Parque Tivoli. La zona natural más grande de la ciudad es un lugar ideal para admirar la explosión de colores del otoño, con sus paseos arbolados, sus jardines y bosques naturales.
El sendero a lo largo de las aguas del Ljubljanica, flanqueado por sauces y otros árboles, también se transforma en una paleta de ocres y dorados digna de admirar durante horas. Pero la orilla del río también toma protagonismo de otra forma, y es en sus cafés con terrazas donde, abrigado con una manta y al calor de una estufa, se puede disfrutar de una bebida caliente mientras se observa el lento devenir del agua y los barcos turísticos.
En el centro de la ciudad, mayormente peatonal, pasear sin prisas por encantadores calles y plazas descubriendo mercados de productores locales y artesanos es prácticamente obligatorio. Pero si se quiere tener una panorámica de la estación en la capital eslovena basta con subir al castillo de Liubliana, que domina la ciudad desde una colina, para admirar cómo la vegetación cambia durante esta época.
MÚNICH
Sinónimo de la famosa fiesta de la cerveza, el Oktoberfest, durante el otoño, Múnich ofrece mucho más que eso en un viaje en los últimos meses del año. El espectáculo de los parques empieza por el Jardín Inglés (Englischer Garten), uno de los parques urbanos más grandes del mundo, un lugar perfecto para pasear en bicicleta, caminar por sus senderos o simplemente relajarse en una de sus cervecerías al aire libre, las biergarten, siempre que el clima lo permita.
Sin embargo, existen innumerables cervecerías tradicionales donde resguardarse del frío, disfrutando de la contundente gastronomía bávara, que en esta temporada incluye productos de temporada como la calabaza o las setas. De vuelta al exterior, el Hofgarten, un jardín de estilo renacentista italiano junto a la Residencia, también ofrece un ambiente de lo más otoñal y señorial.
Por otro lado, Múnich es un centro cultural de primer orden y cuenta con museos para todos los gustos en el llamado Kunstareal o ‘barrio del arte’. Las tres pinacotecas - Alte, Neue y der Moderne -, además del Museo Brandhorst de arte contemporáneo o el Deutsches Museum, uno de los mayores centros culturales de ciencia y tecnología del mundo, son opciones perfectas para evitar los días fríos de otoño.
ESTOCOLMO
Construida sobre 14 islas, la ciudad sueca adquiere una atmósfera mágica durante esta estación. La luz nórdica, más suave y dorada, se refleja en las aguas de los canales, creando escenas de una belleza inolvidable. Gamla Stan, el casco antiguo medieval, es el corazón de la capital, un lugar en el que pasear por calles empedradas entre edificios de colores cálidos es como viajar en el tiempo. En esta época, sus plazas, como Stortorget, se convierten en cafeterías ideales para disfrutar de un fika, la tradicional pausa sueca para el café que es toda una filosofía en el país.
También para resguardarse del frío y rodearse de cultura existen varios centros culturales interesantes, pues Estocolmo ofrece una amplia variedad de opciones. El Museo de Fotografía (Fotografiska) ofrece exposiciones de renombre mundial y unas vistas espectaculares desde su cafetería, un secreto muy bien guardado. El Museo Nacional, por su parte, guarda una extensa colección de arte y diseño en una visita también imprescindible.
Sumergiéndonos en la naturaleza, la isla de Djurgården, un antiguo coto de caza real, es ahora un inmenso parque en el mismo corazón de Estocolmo. Sus bosques y caminos son geniales para disfrutar de los colores del otoño. Además, esta isla alberga uno de los museos más importantes de la ciudad, como el Museo Vasa, que exhibe un buque de guerra del siglo XVII casi intacto, y Skansen, el primer museo al aire libre del mundo, que muestra la vida en Suecia antes de la era industrial.
ZAGREB
Sorprendente en cualquier época del año, pero deslumbrante en otoño, la capital croata es un destino calmado, aunque con una vida cultural que se intensifica con el comienzo de la temporada de eventos. La localidad cuenta con una impresionante cantidad de museos, muchos de ellos únicos en su género. El Museo de las Relaciones Rotas es, quizás, el más famoso, con una colección de objetos personales y testimonios que exploran el desamor de una manera original y emotiva.
Otros de interés - pero menos nostálgicos - incluyen el Museo de la Ciudad de Zagreb, el Museo de Arte Naïf y el Museo de Arte Contemporáneo. Y a pesar de su interés, en la ciudad la cultura también se traslada a los cafés. Calles como Tkalčićeva, con sus coloridos edificios y terrazas, bullen de actividad y, cuando el frío aprieta, los acogedores interiores se convierten en refugio para disfrutar del ambiente de la ciudad con una bebida caliente.
Sin embargo, si el tiempo lo permite, el exterior guarda sorpresas como el cementerio de Mirogoj, considerado uno de los más bellos de Europa, un lugar especialmente conmovedor en otoño. Sus muros cubiertos de hiedra adquieren tonalidades rojizas y doradas, creando un ambiente de melancolía serena. Para una experiencia más tradicional, los parques del centro de la ciudad, como el Zrinjevac, ofrecen hermosos paseos arbolados. Además, los bosques del cercano monte Medvednica son un lugar popular para buscar setas en esta temporada.
