Basta un paseo al atardecer por las orillas del Bósforo para enamorarse de Estambul. El agua refleja las cúpulas doradas de sus mezquitas y palacios, brillan los ventanales de sus casas otomanas y la luz se cuela por el enrejado del puente Gálata. Mil olores reciben al viajero y mil más le esperan en las numerosas terrazas que miran al Canal. Son la otra cara de la ciudad, donde el lujo oriental se reencuentra con el más sofisticado y moderno espíritu europeo.
13/06/2011 12:01 UTC Por ¡HOLA!