Los acontecimientos se han precipitado en las últimas semanas y la presión sobre Carlos III no ha hecho más que aumentar. El resultado: el príncipe Andrés dejará de utilizar sus títulos, incluido el ducado de York, y tampoco tendrá tratamiento de Alteza Real. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Lo que ha ocurrido el último mes ha sido clave.
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Las aguas parecían más calmadas, aunque nunca llegaron a ser cristalinas, desde el acuerdo extrajudicial al que llegó con Virginia Giufree, que le denunció por abuso sexual en 2021, y por el que le pagó una suma millonaria que nunca se hizo del todo pública, pero que se obtuvo, según trascendió entonces, gracias a la colaboración económica de la soberana con sus fondos privados. Sin embargo, como un boomerang, el caso Epstein volvió al príncipe Andrés en forma de filtraciones que le implicaban a él, pero también a su exmujer, Sarah Ferguson.
Solo una semana después del funeral de la duquesa de Kent, que nos dejó una imagen de los Windsor al completo, con el príncipe Guillermo y su tío Andrés, juntos desde hace mucho tiempo, el Daily Mail publica la primera información que afecta directamente a la duquesa de York. Se trata de un correo electrónico en el que ella pide perdón a su amigo Jeffrey Epstein por haberse visto obligada a renegar del públicamente. Las consecuencias fueron casi inmediatas. Seis organizaciones benéficas rompieron sus vínculos con ella, y Carlos III advirtió a los aún duques de York que no serían bienvenidos en la Navidad de Sandringham.
Hace dos años, Sarah Ferguson volvía a pasar las Fiestas con los Windsor y a acompañar a la familia en la tradicional misa navideña después de tres décadas. Lo que parecía una normalización de sus relaciones ha acabado por ser un espejismo. El año pasado, la relación del príncipe Andrés con un ciudadano chino acusado de espionaje ya hizo que su hermano volviera a marcar distancias. Ahora parece difícil que volvamos a ver a la expareja junto a la familia real en Sandrigham. Más allá de la reunión navideña, una de las consecuencias más inmediatas ha sido el silencio de la familia real cuando Ferguson cumplió 66 años hace tan solo unos días.
La de Ferguson era solo la primera de las informaciones que acabarían por poner la puntilla al hijo de Isabel II. "¡Estoy igual de preocupado por ti! ¡No te preocupes por mí! Parece que estamos juntos en esto y tendremos que superarlo. Si no, mantente en contacto y pronto volveremos a jugar", así se dirigía el príncipe Andrés a Jeffrey Epstein en 2011, un día después de que saliera a la luz la famosa foto con Virgina Giufree cuando ésta aun era menor de edad. Estas palabras contradicen la versión que siempre sostuvo de que cortó todo contacto con el financiero cuando supo de su condena en 2010. También fueron el principio del fin para el Príncipe que parecía siempre caer de pie.
El hecho de que Carlos III apartase a los York de la reunión familiar navideña comenzaba a percibirse como insuficiente para la opinión pública. La ya maltrecha imagen de Andrés, continuó deteriorándose después de que The Guardian publicase un extracto de las demoledoras memorias póstumas de Virginia Giufree, que se quitó la vida el pasado mes de abril, en las que cuenta como sentía que para el Príncipe mantener relaciones con ella era "un derecho de nacimiento".
La retirada del título: la solución a evitar
Todas las miradas estaban puestas en el Rey, del que se esperaba un gesto contundente, pero para Buckingham, que no le interesa alargar la atención sobre el asunto más de lo necesario, era importante que fuera el propio Andrés el que diese el paso. La razón es muy sencilla, cualquier decisión que no fuera la retirada de los títulos se leería como descafeinada, y para despojarle del ducado de York, uno de los más importantes de la Corona, hace falta iniciar un procedimiento legislativo para que el Parlamento respalde la decisión. Algo farragoso y, sobre todo, largo en el tiempo.
Finalmente, el hermano del Rey tomó la salida que se le ofreció: renunciar voluntariamente al uso de los títulos y los honores concedidos, como el de caballero de la Orden de la Jarretera. Así, el príncipe Andrés, apartado de la vida pública desde hace cinco años, vuelve a dar un paso atrás, aunque sigue manteniendo su inocencia. Con este movimiento, Carlos III espera salvaguardar la imagen de la Corona, y su hermano, que seguirá viviendo en Royal Lodge, empieza a perder pie después de tantos años manteniéndose a flote pese a los envites del temporal.