La suya fue la historia de un flechazo, de un amor a primera vista, que quedó sellado con un ‘sí, quiero’ el 10 de junio de 1993 en Amman. Una boda que no fue ‘real’ ni recibió tanta atención mediática como hoy cabría esperar. Pero entonces él era tan sólo el príncipe Abdalá, de 31 años, que contraía matrimonio con una bella joven de origen palestino, de 22, Rania Al-Yassin.

No imaginaban entonces que, en un inesperado giro del destino, pasarían a primera línea y ocuparían el trono hachemita.

Un amor de seis meses

Abdalá y Rania se habían conocido apenas seis meses antes de la boda, en una cena organizada en casa de la princesa Aisha, hermana del príncipe. El flechazo fue instantáneo, como reconoció, tiempo después, el propio Rey.

Él era el segundo de los hijos que el Rey Hussein de Jordania tuvo con su segunda esposa, la princesa Muna -a la que conoció cuando trabajaba como asistente durante el rodaje de la película Lawrence de Arabia-. No estaba, por tanto, en primera línea de sucesión ni se esperaba que algún día se convirtiese en monarca del país. Era su tío, el príncipe Hasan, quien ocupaba ese puesto.

Ella, por su parte, era una joven nacida en Kuwait, pero de origen palestino -su padre, un médico palestino que tuvo que huir de Cisjordania cuando fue ocupado por Israel en 1967-. Su educación era exquisita -había estudiado Administración de Empresas en la Universidad de El Cairo-, y, desde el mismo momento que se conoció su compromiso, tampoco pasó desapercibida su gran belleza.

La reina Sofía entre los invitados

Seis meses después de su primer encuentro, Rania y Abdalá unían sus destinos en una boda celebrada en el palacio Zein el-Sharaf, en Amman, el mismo lugar donde, quince años antes, el Rey Hussein se había casado con su cuarta y última esposa, Noor de Jordania.

La novia deslumbró con su original vestido de novia, que confió al británico Bruce Oldfield -el diseñador que se encargó, también, de crear el vestido perfecto para Camilla en su coronación-. Llamaba la atención sus bordados dorados y su falda voluminosa.

Rania se decantó, sin embargo, por no llevar tiara, y en su lugar completó su look con una preciosa diadema ancha que rodeaba su moño alto, del que prendió su velo.

Entre los miles de invitados y testigos del enlace estaba la Reina Sofía, que se sentó al lado de Noor de Jordania durante la ceremonia.

Tras el ‘sí, quiero’, los recién casados fueron recibidos por los habitantes de la ciudad, que animaban, emocionados, a los príncipes que paseaban en coche descapotable. A su paso, miles de personas saludaban y bailaban al son de canciones populares y danzas folclóricas.

Una decisión inesperada

Como decíamos en líneas anteriores, no se esperaba que Abdalá fuese Rey. Era su tío, el príncipe Hasan, quien ocuparía el trono. Sin embargo, la última voluntad del Rey Hussein hizo que todo cambiase.

Días antes de morir, el Rey nombró a su primogénito príncipe heredero, recuperando, así, el título que había perdido en 1965 en favor de su tío.

El 7 de febrero de 1999 y tras la sentida muerte de Hussein, Abdalá juró como soberano ante las dos cámaras del Parlamento. El 9 de junio fue coronado rey de Jordania, bajo el título de rey Abdalá II. En el mismo acto, el rey concedió a su esposa la Medalla de Huseín ben Alí. Tres meses antes había emitido un real decreto por el que se concedía a su esposa el título de reina, convirtiéndose, así, en la más joven del mundo.

El resto ya es historia. Juntos tuvieron cuatro hijos, Hussein, que se casó la semana pasada, Iman, Salma y Hashem.