Las fábulas, esas extraordinarias y peculiares historias que lleva fascinando a niños (y a adultos) de todas las edades desde hace siglos. Comenzaron a transmitirse de padres a hijos y de abuelos a nietos mucho antes de que se instaurase la escritura y, una vez alcanzado el hito del lenguaje escrito, han sido muchos los autores clásicos que se han rendido a los pies de este género literario: desde grandes figuras de la Antigüedad griega, como Hesíodo y Esopo, a uno de los grandes genios de la historia como Leonardo da Vinci.
Y no es para menos. Las fábulas son historias muy amenas, a menudo protagonizadas por animales que se comportan como personas, y siempre entrañan un mensaje ético o aleccionador, conocido como moraleja. Casi siempre versan sobre vicios o defectos humanos (arrogancia, pereza, mentira…) con el objetivo de hacer entender las consecuencias nefastas que pueden conllevar.
En contraposición a ellos, las virtudes (paciencia, constancia, verdad…). Estas siempre triunfan, demostrando que es a ellas a las que todo individuo debe tender. Con todo esto, ya parece evidente que puede ser muy útil leer fábulas a los niños, pero desgranamos uno a uno todos los beneficios que les puede aportar: