Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 1% de la población se encuentra dentro del espectro autista. En Estados Unidos, donde hay registros nacionales, hasta 1 de cada 31 niños de 8 años tendría esta condición. En España no hay registros nacionales, pero sí que se viene observando en los últimos años un mayor número de casos identificados. Este aumento puede deberse a una mayor sensibilización social, a los avances diagnósticos y a la mejora en servicios especializados.
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Detectar el TEA (trastorno del espectro del autismo) cuanto antes es esencial. Incluso en la etapa de bebé ya se pueden observar algunos rasgos que deberían movilizar a los padres para consultar con el pediatra. ¿De cuáles se trata?
Un diagnóstico certero, en el momento oportuno, no solo cambia las posibilidades de evolución del niño, sino también la vida de toda la familia y el entorno
La gran variabilidad del autismo
"No hay dos personas con autismo iguales", indica el Dr. Sergio Benavente, jefe del Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario Infanta Elena, en Valdemoro (Madrid), donde se ha puesto en marcha una Unidad de Diagnóstico Complejo de Trastorno del Espectro Autista, cuyo objetivo es ofrecer una evaluación rigurosa, multidisciplinar y personalizada a los niños con sospecha o con diagnóstico dudoso de autismo.
El TEA es una condición del neurodesarrollo donde se presentan dificultades en la comunicación social, conductas repetitivas y patrones de comportamiento restringidos. Pero dentro de estas características comunes hay una gran heterogeneidad: "Algunos niños presentan dificultades en el lenguaje o en la socialización, otros destacan por intereses muy específicos, problemas de comportamiento o por hipersensibilidad sensorial, entre numerosas manifestaciones del trastorno". Esto implica distintas necesidades de apoyo, que además pueden ir cambiando a lo largo del tiempo.
4 señales de alerta a observar en los primeros meses de vida
La Academia Americana de Pediatría recomienda el cribado universal del TEA entre los 18 y los 24 meses de edad. En España, en las revisiones estandarizadas del niño sano, los pediatras suelen tener en cuenta los indicios que llevarían a sospechar la presencia de TEA en el pequeño.
En este sentido habría que detectar señales de alerta entre el primer y el segundo año de vida como:
- Escasa respuesta a su nombre.
- Dificultades en el juego social.
- Apego inusual a rutinas.
- Retrasos en el lenguaje.
"Un diagnóstico temprano y bien fundamentado cambia vidas porque permite activar apoyos escolares, familiares y sanitarios en el momento en que son más eficaces", subraya el Dr. Benavente.
¿Qué pasa con los 'falsos positivos'?
El hecho de que un bebé muestre las señales anteriormente indicadas no lo sitúa en el espectro autista de por sí. Hay que ser cautos. Pero sí que es una llamada de atención a los padres para que consulten.
“El riesgo de un diagnóstico impreciso también es real” y los errores en la identificación del TEA tienen consecuencias, advierte el Dr. Benavente: “Si no se detecta el trastorno a tiempo, se pierden ventanas de plasticidad cerebral críticas para intervenir, el niño no accede a apoyos educativos y sanitarios a tiempo y aumentan el malestar y la frustración. Por el contrario, un falso positivo puede etiquetar innecesariamente a un niño y emplear recursos que no corresponden a sus necesidades e invisibilizar otros cuadros, como el trastorno del lenguaje, la ansiedad social o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)”.
¿Cómo se detecta el TEA en niños muy pequeños?
Las guías internacionales insisten en que es necesaria una evaluación multidisciplinar para detectar el TEA. En este sentido, unidades como la del Hospital Universitario Infanta Elena están formadas por especialistas en Psiquiatría Infantil, Psicología Infantil y Neuropediatría.
Hay pruebas de referencia en este ámbito que se pueden aplicar a los pequeños (ADOS-2 y ADI-R), a las que hay que sumar entrevistas clínicas con la familia, observaciones directas y evaluación del lenguaje, del nivel cognitivo y de las habilidades adaptativas del pequeño.
Los especialistas insisten en que los padres consulten con el pediatra cualquier duda que puedan tener a este respecto, registren conductas preocupantes con ejemplos concretos (si puede ser en vídeo para mostrarlo luego al profesional) y soliciten luego evaluaciones con equipos especializados.
“El objetivo no es poner etiquetas, sino comprender el perfil del menor y orientar a su familia, a la escuela y al sistema sanitario sobre cómo ayudarle mejor”, añade el Dr. Benavente. “Comprender lo que le ocurre a su hijo permite a los padres acompañarlo mejor y reduce la ansiedad de no saber cómo actuar. Cada diagnóstico abre la puerta a apoyos individualizados que marcan la diferencia en el desarrollo”, concluye.