La adolescencia es una etapa convulsa. En unos casos más que en otros, pero siempre va asociada a cambios. Y esos cambios, a veces duelen y, a veces, resultan complejos de entender tanto para el adolescente como para los propios padres. Esto puede dar lugar a más discusiones, a ver cómo nuestro nuestro hijo parece cada vez más distante… ¿Qué hay que saber acerca de la adolescencia para sobrellevarla mejor? ¿Cómo relacionarnos con nuestro adolescente para que el vínculo permanezca?
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Vanesa Fernández, doctora en Psicología y experta en psicoterapia en niños y adolescentes por el Colegio Oficial de Psicología de Madrid, que acaba de publicar el libro Padres que echan humo (Ed. Esfera de los libros), responde a estas preguntas y aclara otras dudas en torno a esta etapa vital de transformación, tanto física y emocional para el adolescente, como en lo que a la relación familiar y a la crianza se refieren.
La adolescencia es la misma a nivel biológico, pero a nivel comportamental y emocional es más compleja porque el ambiente, el contexto, ha cambiado y es más complejo
¿Es el paso de la niñez a la adolescencia un duelo para los padres por la infancia de sus hijos que se va?
Efectivamente, la adolescencia supone decir adiós al niño que nuestro hijo fue para dar paso a un adolescente. En ese sentido, se parece a un duelo, pero a diferencia de éste, que supone una ruptura completa y un adiós, el paso a la adolescencia supone una continuidad de ese niño. Hay cosas de él que se siguen manteniendo pero que, de forma natural y necesaria, deben transformarse. No aceptar esta evolución produce tristeza y provoca discusiones y disconformidad con nuestros hijos, pudiendo llegar a suponer un acto egoísta de los padres que no quieren aceptar que el tiempo pasa.
¿Cómo afrontar los nuevos comportamientos de un hijo adolescente?
El truco está en dar la bienvenida al nuevo chico en el que se está convirtiendo. Para ello es importante aceptarle como es (lo que no implica aprobar cosas que no nos gustan), pasar tiempo con él (aunque ellos se creen que no nos necesitan, un adolescente necesita sentirse acompañado de su familia a la que debe recurrir cuando lo necesite) y hay que ponerle límites claros (un adolescente pide límites a gritos).
¿Cómo guiarles sin caer en las discusiones?, ¿cómo imponer nuevas normas, acordes a la edad, sin acabar por frustrarnos?
Hay cosas, límites y normas que se pueden negociar y otras, no. Siempre digo que nadie nos justifica por qué no podemos rebasar un límite de velocidad que nos parece ridículo, pero si lo pasamos nos multan. Dialogar con ellos no implica negociarlo todo. En la vida hay normas y deben respetarlas. Siempre que sea posible, se pueden negociar algunas normas, siendo flexibles, pero pidiendo que las justifique (le enseñaremos así el lenguaje asertivo y de negociación) como por ejemplo variar en media hora más o menos la hora de llegada, que nos pidan que les dejemos 10 minutos más para acabar de ver una serie… hay que ser razonables. Cuando se pueda, se educará desde el refuerzo de aquello que hace bien. Pero a veces, es necesario castigar. En ese caso, el castigo debe ser restitutivo (no castigar sin relación alguna). Por ejemplo si ha tratado mal a su hermana o si lleva días sin hacer la cama ¿para qué le quitas el móvil? En su caso, es mejor que ayude a su hermana en los deberes o en otro aspecto o su cama y la de otro familiar, ponga la mesa… durante una semana en compensación.
Hablas en el libro de la necesidad de abordar el coste emocional que supone a los padres la adolescencia de los hijos; ¿por qué es preciso hacerlo?
En esta época, ser padres de adolescentes es especialmente duro. Los adolescentes son guerreros y tienen más criterio que los de antaño porque se les ha permitido más y porque les llega mucha más información. Esto hace que discutan más con más argumentos, pero con la misma impulsividad y madurez que los de hace 30 años. Además, el hecho de que la mayoría de los padres trabajen ahora fuera de casa y la falta de conciliación hace que algunos padres no quieran ni pisar por casa de lo cansados que están. O bien no tengan fuerzas para educar a su hijo ni ganas de discutir, por lo que ceden sin criterio a sus demandas, y después se sienten culpables, agotados, tristes, frustrados… Es importante dotar de conocimientos y herramientas emocionales como las que se describen en el libro para prevenir patología emocional como la ansiedad, depresión, problemas de sueño, conflictos de pareja, etc.
¿Qué puede llevar a un niño afable y cariñoso con sus padres a convertirse en un adolescente que a menudo se enfrenta a sus padres? ¿Cómo pueden estos sobrellevar esta situación?
Esto puede ocurrir de vez en cuándo y es normal. Es la necesidad del adolescente por crearse una identidad diferente a la de sus padres y para ello es normal que muestre conductas de oposición. Sin embargo, cuando estas discusiones aparecen de forma frecuente, intensa o duradera e interfieren significativamente en la vida del niño y en la relación con su familia, estamos ante un problema por el que merece la pena consultar con un profesional. Las principales causas son la falta de control de impulsos, problemas sociales/escolares que provocan descarga de ira en casa, adicción a los videojuegos, móvil, consumo de sustancias, problemas de la imagen.
Los adolescentes son guerreros y tienen más criterio que los de antaño porque se les ha permitido más y porque les llega mucha más información
Los padres deben ser los primeros en explorar qué está ocurriendo. Dialogar abiertamente con su hijo acerca de lo que observan y proponer soluciones si ellos pueden ayudarle en un problema o ir a un especialista en caso contrario. Nunca se debe tener este tipo de conversaciones discutiendo o con amenazas. Es absurdo discutir con quien no dispone de estrategias o tiene problemas de autocontrol.
Aseguras que es normal que los padres se sientan perdidos durante la adolescencia de los hijos; ¿qué les dirías para ayudarles a encontrar, de nuevo, el camino en la crianza?
Lo primero es normalizar su sensación. Es absolutamente lógico sentirse perdidos ante tanto cambio. Por otro lado, hay que legitimar sus sentimientos. Comentarios del tipo “adolescentes ha habido siempre”, “estos padres son muy flojos”… no hacen más que incrementar su malestar y sentimientos de culpa. La adolescencia es la misma a nivel biológico, pero a nivel comportamental y emocional es más compleja porque el ambiente, el contexto, ha cambiado y es más complejo.
¿Es posible recuperar el vínculo perdido con un hijo adolescente?
Por supuesto. Los adolescentes sanos, aunque parezcan enfadados y distantes, necesitan la aprobación de sus padres. Pero aquí hay que recordar quién es el adulto y, ante el conflicto, se debe realizar el primer acercamiento; los padres. Los adolescentes lo admiten de buen grado sin esfuerzo. Eso sí, posteriormente se debe pasar tiempo con él, interesarse por sus cosas, animarle y respetar los terrenos a los que no te deja entrar.
¿Qué deben saber los padres de lo que implica la adolescencia para sentirse un poco menos perdidos?
En el primer capítulo el libro se describen los cambios más relevantes a nivel comportamental del adolescente. Es importante conocer estos cambios para normalizarlo. Igual ocurre con las reacciones emocionales más frecuentes que experimentan los padres tras estos cambios. Es fundamental conocerlas para no pasarlo mal por pasarlo mal. También es importante adquirir herramientas de comunicación con el adolescente, como se describe en el libro.
¿Cuándo los comportamientos o las actitudes del hijo adolescente para con sus padres van más allá de ‘lo normal’ y es preciso acudir, en familia, a un profesional?
Cuando son demasiado frecuentes, intensos y/o duraderos e interfieren de forma significativa en su vida o en la de las personas que conviven. Suele ocurrir aquí que el adolescente y/o su familia presentan patología emocional, la cual debe ser tratada por un profesional.