Con gesto de pelear©GettyImages

Psicología

Qué es el trastorno disocial y por qué puede darse en un niño o adolescente

Falta de consideración hacia los demás, muestras de agresividad, mentiras… estos niños manifiestan un comportamiento problemático que se mantiene en el tiempo

Niños o adolescentes que parecen carecer de empatía, que mienten a menudo y que, incluso, dan muestras de agresividad. Todo ello pueden ser síntomas o producto de diferentes trastornos o causas ambientales, entre ellos, el trastorno disocial, que “se caracteriza por comportamientos antisociales y falta de consideración hacia los derechos y sentimientos de los demás”, indica Raquel Velasco del Castillo, psicóloga de BluaU de Sanitas. “Este trastorno se manifiesta a través de un patrón persistente de comportamiento en el que no se respetan los derechos básicos de las personas, las normas sociales propias de la edad”.

La psicóloga nos explica que el trastorno disocial se diagnostica frecuentemente al final de la infancia o inicio de la adolescencia y que “se refleja a través de comportamientos como la violación repetida de normas sociales, la agresión hacia personas o animales, la destrucción de la propiedad, el robo y la mentira”.

¿Por qué algunos niños tienen trastorno disocial?

La herencia genética puede influir en el hecho de que un niño desarrolle el trastorno disocial y, en ocasiones, alguno de los progenitores sufre también de algún problema relacionado con la salud mental, pero no siempre es así. “El trastorno disocial puede tener diferentes causas y se diagnostica solo cuando el comportamiento en cuestión sea consecuencia o síntoma de una situación subyacente a la persona y no constituya una reacción ante el contexto social inmediato”, es decir, no se trate de una conducta puntual, sino que sea mantenida en el tiempo.

“Los factores que se pueden ver más relacionados con este trastorno pueden ser unas condiciones familiares muy específicas (abusos, trastornos psiquiátricos, educaciones punitivas, hostilidad en el divorcio), factores neuropsicológicos concretos, o factores psicológicos y socioculturales de la persona (zonas urbanas marginadas, falta de red de apoyo social)”, explica Velasco del Castillo.

En la calle©GettyImages

Consecuencias del trastorno disocial en la vida del menor

Este trastorno puede afectar en gran medida a distintos ámbitos vitales del niño o adolescente, desde problemas a la hora de establecer relaciones sociales o amistades duraderas a fracaso escolar. Además, “el trastorno disocial puede persistir en la edad adulta, y en algunos casos, puede evolucionar hacia un diagnóstico que se conoce como trastorno de personalidad antisocial o un riesgo mayor de asociarse con otros problemas psicológicos o trastornos por consumo de sustancias”. El trastorno de personalidad antisocial, también llamado sociopatía, hace que quien lo padece muestre indiferencia ante los sentimientos de otras personas, como si no fueran capaces de discernir el bien del mal.

La psicóloga subraya que no todos los niños con trastorno disocial experimentarán esta transición. “Existen casos en los que el inicio no ha sido precoz y los síntomas han sido poco frecuentes o leves, y estos podrían alcanzar una adaptación adecuada socialmente en la vida adulta”. Para ello, es necesario brindarles la ayuda adecuada lo antes posible.

Cómo ayudar a los niños y adolescentes que padecen trastorno disocial

Para ofrecer una ayuda efectiva a niños con trastorno disocial, “es esencial adoptar una estrategia multidimensional”, apunta Raquel Velasco, que señala los recursos más habituales y los cuadros de intervención más frecuentes en estos diagnósticos:

  • El trabajo en las relaciones familiares para “promover entornos que favorezcan conductas más sanas hacia el menor y entre las redes de apoyo en la infancia que hagan el entorno estable”.
  • Intervención psicoterapéutica con el niño o la niña y sus padres para “el trabajo en las conductas a manejar, problemáticas emocionales en el niño, mejorar su capacidad para estar incluido en comunidad, desarrollar habilidades de empatía, comunicación y de gestión emocional”.
  • Manejar comorbilidades a este trastorno, pues puede darse de manera conjunta con otros trastornos del neurodesarrollo o de la conducta.
  • Apoyo farmacológico. Habría que hacer una “valoración de farmacología adyuvante, si algún caso lo requiriese”.