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"Nos casamos el pasado 22 de octubre en la capilla de Nuestra Señora del Carmen, en Oropesa Del Mar, Castellón y la celebración corrió a cargo de Grupo Peñalén, en la Alquería de Mascarós. 

La razón principal por la que decidimos esa fecha fue porque había dos cosas que teníamos muy claras desde el principio. Tenía claro en qué capilla quería casarme desde niña. En una pequeña capilla al aire libre en la Urbanización Las Playetas, donde he veraneado desde que nací. Donde se casaron mis padres y donde prácticamente conocí a mi marido (pequeñas casualidades). Es una capilla pequeña, sencilla, pintada de blanco, a medio minuto del mar y con un gran olivo junto a los bancos de fuera.

La segunda razón fue porque queríamos una boda exterior. Octubre es un mes en el que generalmente, en Castellón, sigue haciendo buen tiempo y no suele llover. Ni frío ni calor. La elección del día fue muy rápida, vimos en el calendario que el 22 de octubre era sábado, era un número casi capicúa y, aunque suene un poco tontería, esto nos hacía especial ilusión puesto que mi marido y yo compartimos un restaurante cuyo nombre es Capicúa".

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"Nacho y yo podría decirse que nos conocemos desde siempre. Mis padres y los suyos se han conocido desde que eran muy jóvenes y mi padre y el suyo han sido amigos durante muchísimos años. Pero al llevarnos Nacho y yo cinco años, nunca coincidíamos, teníamos ambientes diferentes. Su hermana era de mi grupo de amigas de la urbanización en verano. A mi padre y a mi siempre nos ha apasionado la gastronomía, por lo que cuando Nacho abrió el restaurante gastronómico, fuimos toda la familia a probarlo. En cuanto vi a Nacho me pareció guapísimo, majísimo y súper educado. De hecho, mi madre y yo nos pasamos el trayecto de vuelta a casa hablando de lo guapo que era. (Como anécdota, que Nacho y su segundo de cocina siempre me cuentan es que, ese día, mientras cenábamos, Nacho le dijo en la cocina “esa niña va a ser mi novia”. ¡Me lo han jurado muchas veces que es verdad… aunque yo no acabo de creérmelo!). A partir de ese día, empecé a encontrármelo casi diariamente, en semáforos, en la playa... ¡Era rarísimo! Nos hacía mucha gracia, no habernos visto en años y de repente coincidir tanto. Al final esos encuentros se convirtieron en quedadas y lo demás es historia".

"Durante nuestros años de noviazgo, hemos pasado mucho tiempo a distancia, yo estudiaba en Madrid y el trabajaba en Castellón, pero siempre hacíamos lo posible por vernos casi todas las semanas. En cuanto llegó el Covid le surgió un nuevo proyecto y decidió abrir un restaurante. Yo le ayudé con toda la parte de comunicación, página web, logo etcétera. De hecho, el nombre, Capicúa, fue idea mía. Desde el momento en el que abrió, me fui introduciendo en el negocio y acabé siendo la propia jefa de sala. Los últimos dos años, además del restaurante, hemos abierto una finca de eventos, El Invernadero (en la que hicimos nuestra preboda) y en la terraza de esta, en verano abrimos un restaurante que se llama Arrecife. Poco a poco hemos ido creciendo y ha llegado un punto en el que no solo somos compañeros de vida, sino que también somos socios. Juntos hemos creado Grupo Capicúa. Cada uno tenemos nuestro ámbito, por lo que a pesar de que trabajar juntos a veces es difícil, nos complementamos muy bien. A los dos nos encanta lo que hacemos".

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"En nuestro caso, la preparación puede decirse que fue un poco diferente a la del resto… Me casaba con el Chef Nacho Barcos, con dos restaurantes y un salón de eventos, cuyos padres llevan más de treinta años al mando de Grupo Peñalén que, sin duda, es el mejor grupo de eventos de la provincia de Castellón (hasta se encargaron de la celebración de mi comunión). De hecho, antes de conocer a mi marido, tenía claro que mi boda la harían Emi y Antonino (padres de Nacho), que a parte de tener una gastronomía exquisita y un servicio excepcional, han sido amigos de mis padres toda la vida.

En cuanto a la preparación, quien diga que preparar una boda es todo bonito y de color de rosa, miente. Y no porque no sea divertido, sino porque conlleva mucho estrés y dedicación. Y lo sé, porque a parte de haberlo vivido, lo veo y me lo cuentan nuestros novios continuamente". 

"Preparar nuestra boda ha sido todo un remolino de emociones. En ningún momento nos planteamos contratar wedding planner, pero porque, al fin y al cabo, tenemos la suerte de dedicarnos a esto y de tener un gran apoyo por parte de nuestras familias. Tanto en la finca como en la capilla podíamos hacer lo que quisiésemos así que eso nos daba mucho juego. 

De la organización en sí, nos encargamos Nacho y yo, aunque delegamos muchísimo en nuestros padres. Quien me conoce sabe que, como digna hija de mi padre, soy adicta a Excel, así que por supuesto, hice un Excel con todo lo necesario para la boda. Hoja de presupuestos, nombres completos de cada invitado, con sus direcciones para las invitaciones, intolerancias, recuento de las iniciales de cada invitado, mapas con la distribución de las mesas, mapas de la distribución de las flores y un gran etcétera. Este Excel nos sirvió de guía, y sobre todo, para no perdernos entre tanto invitado y tanto detalle. 

Pese a que desde que Nacho me pidió la mano hasta que nos casamos pasó como más de año y medio, no fue hasta julio de este año que nos pusimos en serio con los preparativos. Aunque, sí que es verdad que teníamos cerrados aquellos proveedores que sabíamos que podían estar más solicitados para asegurarnos su disponibilidad".

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"Para nosotros había dos cosas principales en los preparativos de la boda. En primer lugar, la ceremonia. Queríamos una ceremonia bonita, personalizada, que no se hiciera pesada y que nuestros invitados estuvieses atraídos por escuchar. Confiamos en el Padre José María, el cual forma parte de un proyecto muy bonito llamado Frater, el cual ayuda a personas con discapacidad (el proyecto nos enamoró cuando nos lo enseñó). Además, el padre José María celebró hace ya bastantes años las bodas de oro de mis abuelos y el funeral de mi abuelo Paco (mi abuelo del alma) unos meses antes de la boda. Compartir eso con mi abuelo me hacía mucha ilusión. Mi hermana fue la que me ayudó a elegir toda lo relacionado con la ceremonia, como las lecturas, el salmo y redactó las mejores peticiones que jamás he escuchado en una boda (la petición de mis abuelos fue una de las más especiales). Mi marido y yo elegimos las canciones que iba a cantar el coro en cada momento, y puesto que su padre es de un pequeño pueblo de la ribera de Navarra, cantaron la Salve a la Virgen de Nieva, fue emocionante. Escuchar a los peralteses cantar y ver a mi suegro y a su madre emocionados fue muy bonito". 

"Primero bloqueamos la fecha en la Alquería de Mascarós, elegimos esta finca de las cuatro que tienen porque era la finca en la que Nacho empezó a cocinar, con solo 11 años le encantaba meterse en los fogones y ver a su padre trabajar. Y a mí es la que siempre me ha gustado más. 

El reportaje fotográfico lo dejamos en manos de Diego de Rando (De Rando Studio), conocíamos de cerca su trabajo, es uno de los mejores fotógrafos de España y encima es castellonense. 

También cerramos muy pronto la floristeria, teníamos muy claro a quien íbamos a elegir y no queríamos quedarnos sin la fecha. En este caso, confiamos en The Taller Valencia, la cual la regenta Blanca, una joven emprendedora, con mucho gusto y buenas ideas. Para mí, uno de los mayores aciertos de toda la boda. Supo interpretarme desde el minuto uno y a pesar de ser un montaje muy complicado, supo sacarlo adelante con matrícula de honor. Fue una de las cosas que la gente más alabó, las flores".

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"El día de la prueba del menú fue uno de los días que con más cariño recuerdo. Acostumbrados a ver pruebas de menú en la que los novios y su familia se sientan en al mesa y solo se dedican a degustar el menú, nosotros pusimos la mesa, decidimos cada detalle con las miles de cosas de las que dispone Grupo Peñalén. Mi suegro y mi marido iban con la chaquetilla de cocinero, y cada vez que había cambio de plato se levantaban y se iban a la cocina. Era muy gracioso, hubo un momento en el que entré a ver cómo iban y estaban mi marido y mi suegro, con la chaquetilla emplatando el pescado y mientras 15 cocineros mirando fijamente y haciendo vídeos. Eran platos nuevos con nuevas presentaciones por lo que todos estaban muy atentos. Además iba a ser el único evento en el que los jefes de cocina iban a estar sentados en la mesa. Además, toda la decoración de la mesa la decidimos ese día. Hicimos miles de combinaciones con todo el menaje y cristalería que tiene Grupo Peñalén disponible". 

"Y, por supuesto, otra de las cosas más importantes para nosotros, era el menú. Me casaba con un chef, con padre chef. Si en algo no podíamos fallar, era en la comida. Decidimos crear todo el menú de cero, y la verdad es que fue muy divertido. Hubo varios días que eso parecía una lluvia de ideas, miles de combinaciones se nos iban ocurriendo para los diferentes aperitivos y platos. Cada cual daba ideas más difíciles y locas. Finalmente hicimos una lista de todas esas ideas, que entre Nacho y su padre habían ideado. 

Ese día decidimos que iba a ser un menú degustación digno de una Estrella Michelín. Decidimos todo, excepto el plato principal, que no lo decidimos hasta la semana antes de la boda. Queríamos que fuese una explosión de sabores.

Para la recena decidimos hacer chuletones y gofres en directo. Hicimos un pequeño parón y la gente salió al nuevo jardín que ha hecho Grupo Peñalén. Pusimos guirnaldas con bombillas estilo verbena. Y lo decoramos con flores, espejos, chill outs estilo balinés y mucha madera. Fue un pequeño cambio de estilo respecto al resto de la boda. Y bueno… mi padre se encargó del mayor castillo de fuegos que he visto en mi vida, lo tiraron entre mi hermano, el hermano de Nacho y él. ¡Se lo pasaron pipa!". 

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"Respecto al menú, lo único que tuvimos claro desde el principio fue el postre, o bueno, más bien, vino impuesto por mí. Cuando Nacho y yo empezamos a salir, él tenía un restaurante gastronómico en una de las fincas de sus padres. Cuando volvía de estudiar en Madrid a verle, siempre le pedía el mismo postre: Ginger citrics con menta y ron. Cuando apenas llevábamos unos meses, le dije que si me casaba con él, ese sería el postre de nuestra boda. Y así fue. 

Sin duda, el menú fue lo que más sorprendió a los invitados. Las expectativas eran altas pero Grupo Peñalén junto con Grupo Capicúa hicieron posible un menú degustación digno de una Estrella Michelín. Me gustaría destacar la labor de todo el equipo de Grupo Peñalén y de Grupo Capicúa, ese día demostraron de lo que son capaces, y son unos verdaderos profesionales.

Una de las cosas que decidimos la semana de antes fueron los meseros. Queríamos poner número, pero quería algo diferente. ¡El ver bodas todos los fines de semana nos hizo liarnos mucho! La semana de antes, estábamos Nacho y yo en el coche hablando sobre que poner y de broma le dije: “eres cocinero, yo planto un cucharón en medio de la mesa , la llamamos cucharón y me queda la mar de a gusto”. Nacho me dijo que no era tan mala idea, empezamos a buscar nombres, pero no veíamos lo de poner una sartén encima de la mesa. Así que se le ocurrió la idea de poner frutas y verduras. Y eso hicimos. Pusimos botes de conserva rellenos de cada una de las frutas y verduras. Era muy gracioso, durante el aperitivo escuchabas a la gente preguntarse entre sí en que mesa estaban y decían: “yo en la mesa trigueros ¿y tú?”.“Oh vaya, yo estoy en la mesa melocotón”. Intentamos que tuviesen relación con alguien de la mesa". 

"Creo que no podría elegir un momento en específico como el más especial, porque creo que hay ciertos momentos, como la entrada con mi padre y el rito del matrimonio que siempre son muy especiales, pero me atrevo a decir escenas que no me esperaba que fuesen a ser tan especiales. 

Durante la preparación, tengo como recuerdo a mi madre y yo con el pelo mojado, con nuestras peluqueras de toda la vida en la cocina, con el espejo de mi habitación apoyado en la encimera.

Además, últimamente todos los novios salen de la Iglesia solos y la gente les espera fuera. A mi eso no me apetecía, así que salí del brazo de mi marido con la iglesia llena mientras sonaba Gloria de Vivaldi. La gente se emocionó tanto que se pusieron a aplaudir sin parar. Fue muy especial".

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"En cuanto llegamos a la finca, entramos en la cocina a saludar al personal de Grupo Peñalén y al nuestro (Grupo Capicúa) que había ido a ayudar. Me emocionó ver a todos tan entregados y con tantas ganas. Y, sobre todo, darme cuenta de lo privilegiada que era por estar ahí dentro y que la comida de mi boda la hiciese gente a la que queremos tanto. (Después del servicio, todos se cambiaron y se quedaron de copas con nosotros)

El baile me lo imaginaba especial porque a pesar de ser lo tradicional, nunca lo había visto en ninguna boda y eso que veo bodas todos los fines de semana. Últimamente los bailes son más modernos, pero yo quería una boda romántica y elegante. Así que, había que bailar un vals, si o si. Bailamos el vals Voces de Primavera, de Strauss (obviamente fuimos a cinco clases porque ninguno de los dos sabíamos -dice entre risas-, fue muy divertido). Mi marido se lo tomó muy en serio. Mi intención era que, llegado un punto de la canción, todo el mundo entrase a bailar, pero todos me decían que eso no iba a pasar. Cuando llego ese momento, se fueron animando unos a otros y acabamos siendo muchísimos en la pista de baile. En ese momento, Nacho paró de bailar y me dijo: “mira”; me emocioné al ver a todo el mundo bailar en pareja tan feliz". 

"En mi caso, lo más importante a la hora de elegir un vestido de novia, al ser un traje a medida, es confiar en el diseñador y saber con certeza que van a usar buenas telas y que va estar bien cosido. En mi caso tuve muchísima conexión con Ángeles, costurera de Navascués. Es un verdadero ángel y una crack con los alfileres. Cristina, la dueña, ha estado en todas las pruebas. Ver que le encantaba mi vestido era una tranquilad añadida".

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"La zona de la fiesta era el salón en el que se suele realizar la comida. Es una carpa forrada de guirnaldas de luz que impresiona al entrar. Teníamos que cortar el espacio para la fiesta, así que decidimos hacer un recibidor con chill outs y árboles distribuidos por el espacio para que la gente pudiese disfrutar de una copa cerca de la fiesta, estando sentada. A continuación te encontrabas con una barra ovalada de ocho metros de largo que cruzaba a lo ancho con unas lámparas gigantes que caían sobre ella. Era impresionante. Justo detras estaba el escenario del grupo y la cabina del dj. Todo estaba decorado en madera y vegetación. Con grandes palmeras a los lados del escenario.

Aconsejo a futuros novios que disfruten de la preparación de la boda, que disfrutar de ella también incluye discutir de vez en cuando. Que aunque parezca que no, te ayuda a aprender mucho sobre tu pareja. Pero, sobre todo, que se rodeen de proveedores de confianza, que sepan priorizar esto. Son los que de verdad te van a ayudar en el proceso y los que en todo momento van a saber que tiene que pasar ese día. De esta forma, todo saldrá según lo planeado o incluso mejor. 

Y no es porque me dedique a ello, pero yo creo que lo más importante (a parte de tener un buen cura) es la finca. La finca y el catering es el epicentro del evento, es el proveedor que trata con el resto y el que mejor sabe cómo funcionan los tiempos y el espacio. Los novios y los invitados de lo que se acuerdan al cabo de los años del día de su boda es del buen trato que recibieron y de lo bien que comieron". 

"Me considero una persona muy detallista, a la cual le gusta todo tener bien organizado y bajo control por lo que nunca me hubiese imaginado ninguna sorpresa. ¡Pero no fue así, tuve y varias! En Castellón hay una asociación que se llama Moros de Alquería (como los Moros y cristianos de Alcoy), tanto mi padre como el padre de Nacho pertenecen a ella. Y por lo tanto, había muchos invitados que también. Desde pequeña he desfilado como mora en el pregón de las fiestas de Castellón. Desfilar marchas moras y hacer de cabo es una de mis cosas favoritas, siempre lo he disfrutado y sentido muchísimo. Mi sueño era desfilar vestida de novia, así que estaba previsto que sonasen un par de marchas moras por los altavoces.

A la hora del postre mi padre me regaló un sable moro grabado con nuestro anagrama y la fecha de la boda. Me hizo muchísima ilusión y la utilizamos para cortar la tarta al ritmo de Cocinero, cocinero de Antonio Molina".

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"En cuanto el grupo de música que abría la fiesta paró para hacer el descanso, empezaron a sonar marchas moras. En cuanto me acerque a donde se oían, estaba lleno de gente, algunos con sombreros de moro y siguiendo el paso. De repente me di cuenta, de que la canción no sonaba por los altavoces, sino que toda la banda había venido a tocar a mi boda. Unas 20 personas. En ese momento cogí el cabo y empecé a desfilar. ¡Con mi padre, mis hermanos y mi marido! (que se animó a pesar de no tener ni idea, lo hizo genial). En mi marcha mora favorita, donde más rompe la canción, todos los moros se acercaron a mí con el paso, mientras yo hacía de cabo y empezaron a cantar. No pude contenerme las lágrimas. Fue emocionante. De hecho, la gente de fuera que no tenía ni idea de lo era, les encantó. ¡Solo pedían más!".