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En estos días de verano, no es extraño encontrarse cuando abrimos nuestras redes sociales con fotos del mar azul turquesa, looks ideales, terrazas de ensueño, planes con amigos en la piscina… una pequeña ventana que muestra, sin duda, las vacaciones perfectas. Es la época en la que la gente comparte sus instantáneas más cotizadas. Pero, ¿hasta qué punto todo lo que vemos en redes sociales es realidad o se trata tan solo de ficción?

 

“En ocasiones, las redes sociales pueden usarse como un mecanismo de evasión de una realidad que no nos satisface tanto. Formaría parte de un autoengaño, pero un autoengaño que nos permite ser ese ‘yo’ que ansiamos. Además, como seres humanos somos muy vulnerables a la necesidad de búsqueda de la aprobación social. Este es un mecanismo muy adaptativo si es bien usado, ya que nos permite ser aceptados en un grupo y obtener así una protección ante las amenazas de la vida”, detalla Aída Rubio, directora del Servicio de Psicología y Psicóloga Sanitaria en TherapyChat. El problema viene cuendo esa necesidad de aprobación de la que hablamos se gestiona de forma errónea.

 

Con el boom de las redes sociales, parece que parte de nuestra autoestima se está construyendo a través de estas plataformas, en función del número de likes y de los comentarios que recibimos. Un ejemplo: no es suficiente con verse guapo/a por el moreno que se está cogiendo. Necesitamos que sean otros los que nos lo digan, los que lo hagan realidad.

 

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En busca de la aprobación de los demás

La pregunta que deberíamos realizarnos es por qué utilizamos las redes sociales como un escaparate de una vida de película, en la que todo es o parece ser maravilloso. “La necesidad de aprobación es algo inherente al ser humano, y no es algo de lo que sea fácil desprenderse, ya que es un mecanismo que está en nosotros porque nos ha permitido adaptarnos y sobrevivir. Ser seres sociales quiere decir que nos sostenemos los unos en los otros para vivir, como individuos, pero también como especie. Tenemos asociada la aprobación con algo positivo y reforzante para nosotros. ¿O es que no nos sentimos bien cuando nos felicitan por un trabajo bien hecho?, por ejemplo”, nos comenta Aída Rubio, que matiza que las redes sociales han dado en el clavo de esta necesidad.

 

“Empezaron siendo lugares de puro chateo, en los que lo más que podíamos hacer era manejar una conversación para mostrar lo mejor de nosotros y congraciarse con el otro, como solemos hacer igualmente en el cara a cara, pero con el aumento de la interacción en las redes y del tipo de contenidos que podemos colgar (imágenes, vídeos…) se complica el panorama, ya que nos expone a ser juzgados socialmente durante las 24 horas del día, cosa que antes no se daba. Digamos que ya ni cerrando la puerta de casa nos quedamos fuera de esta dinámica. Ni qué decir del hecho de que aparecieran los likes, las reacciones, etc., que funcionan como una señal muy potente del reforzamiento, como el dinero o como las pegatinas con caritas que nos ponían de niños por portarnos bien. Cuantas más caritas más orgulloso estabas, cuantas más monedas tienes más contento estás, y cuantos más likes… más sustentado socialmente te sientes. Pero voy más allá. Todo aquello que nos resulta reforzante, estimula las vías del placer de nuestro cerebro, al igual que lo haría una droga. Sentimos una descarga de dopamina que resulta muy reconfortante y… muy adictivo también”, cuenta la psicóloga.

 

Esto ha hecho que la necesidad de aprobación, que naturalmente se encuentra en nosotros, esté hiperactivada, trabajando de manera constante, lo que la fortalece y nos incita a seguir mostrando sólo lo mejor de nosotros en las redes.

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Una especie de autoengaño

Lo cierto es que no son pocas las personas que tienden a recurrir a este autoengaño, especialmente en momentos concretos como pueden ser las vacaciones. “Aunque la necesidad de aprobación es, como ya hemos dicho, algo totalmente natural; corremos el riesgo de llevarlo al exceso y empezar a calibrar nuestra autoestima en función de cómo los demás nos valoran y no de lo que nosotros mismos pensamos. Podríamos llegar así a construir una identidad espejismo, sustentada sólo en aquellas facetas que los demás nos refuerzan y validan. En este sentido, el autoengaño sería total; pero sería un mecanismo que la persona estaría usando para sostener su autoestima, aunque no sea de la manera óptima. Por supuesto, como todo mecanismo mal usado, puede valer un tiempo, pero al final caerá por su propio peso dejando ver las carencias que hay detrás: inseguridad personal, rechazo de ciertas características propias, falta de conocimiento de uno mismo, heridas pasadas, etc”, cuenta la experta.

 

Y nos detalla que hay ciertos momentos, como las vacaciones, que nos hacen salir de la rutina y pueden exacerbar esa pugna por ver quién es más y mejor. “¿Has oído o pensado alguna vez frases como esta?: “Quiero una boda perfecta”, “Llevo todo el año esperando a irme de vacaciones”, “Estas Navidades serán épicas"... Hay ciertos momentos en los que tenemos muy altas expectativas depositadas, y si además le sumamos la exposición social, podemos sentir la necesidad de mostrar algo aún más perfecto, si cabe”, nos explica.

 

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Si no lo compartes, ¿no ha pasado?

Hay ocasiones en las que puede parecer, incluso, que si no compartimos lo que estamos viviendo es como si no hubiera sucedido. “Como hemos comentado, el afán de aprobación social puede llegar a convertirse en un lastre a través del cual construimos nuestra autoestima e identidad. ¿Necesito publicar una foto en bikini para que me digan lo bien que me veo porque en realidad me siento insegura con algunas partes de mi cuerpo? ¿Necesito publicar cada actividad que hago para que los demás vean que mi vida no es rutinaria y que soy divertido porque en realidad mi rutina me abruma? ¿Me estoy comparando en exceso con la imagen idílica que los demás proyectan en las redes? ¿Esto hace que mi vida real me parezca poco (poco interesante, poco atractiva, poco trepidante)? Desde luego no deberíamos llegar a esta necesidad. Pero las redes están ahí y son una realidad que nos acompaña. Se puede hacer un buen uso de ellas y decidir que ellas nos sirvan y no que nosotros estemos supeditados a ellas”, sugiere Aída Rubio.

 

La experta nos remite, además, a estudio que afirman que los estados emocionales se contagian, por decirlo de alguna forma. Tanto los negativos como los positivos. “Seguramente lo habremos experimentado alguna que otra vez. Así, cuando entramos en una red en la que todo el mundo parece feliz y positivo, sentimos la necesidad de mostrar nuestro lado feliz. ¿Quiere decir que esa sea la realidad? No, de hecho, hay quienes muestran su vida a medias, pero incluso hay quien inventa una vida inexistente en las redes, queriendo llenar vacíos emocionales”, comenta.

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Vivir de verdad, fuera de las redes

Le planteamos, por último, a la psicóloga que nos dé sus recomendaciones para aquellas personas que constantemente publican contenidos placenteros con el objetivo de compararse con las personas de su entorno, en un afán por, podríamos decir, 'no quedarse atrás, no ser menos'. “Les diría que no es tarde para volver a vivir de verdad, fuera de las redes. Han convertido en rutina una actividad en principio inocente que les resultaba placentera: postear una foto bonita porque sí, jugar a editarla, recibir unos pocos y agradables likes… Pero igual que se ha hecho un hábito y que del hábito ha surgido cierta dependencia, puede reaprenderse una nueva forma de manejarse en las redes, más sana para su autoestima, para sus relaciones sociales, para el uso de su tiempo, etc. Un buen ejercicio podría ser no publicar nada de nuestras vacaciones adrede, y ver cómo nos sentimos. ¿Han sido peores por ello? ¿He sentido dependencia de las redes? Esto nos puede crear conciencia de si hay un problema o no, y de cuál es su intensidad. No hay que descartar, desde luego, pedir ayuda a un psicólogo si vemos que realmente existe una dependencia y que hay problemas de autoestima detrás”, concluye.

 

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Usar bien las redes sociales

Para poder realizar un uso positivo de las redes sociales y no caer en la comparación negativa, disfrutando de las vacaciones que cada cual tiene, desde TherapyChat nos dan una serie de consejos prácticos, que resumen en cinco:

  1. Vuelve al presente con los 5 sentidos. Cada vez que tu mente (o tus manos) se vayan al móvil, prueba a estimular tus 5 sentidos. ¿Qué ves? ¿Qué hueles? ¿Qué saboreas? ¿Qué oyes? ¿Qué palpas? Aprécialo bien. Eso que percibes es la única realidad presente.
  2. Medita. Es un ejercicio muy bueno que no sólo nos ayuda a corto plazo a conectar con el presente, sino que ejerce cambios en nosotros a largo plazo, ayudándonos a vivir de una manera más conectada al aquí y al ahora.
  3. Muestra gratitud. En lugar de dirigir la mirada fuera, hacia los demás, guíala de vuelta a ti y ten una actitud agradecida ante la vida por todo lo que eres, lo que tienes y lo que has logrado. Escribe en un papel todo aquello por lo que te sientes agradecido y feliz, y llévalo siempre contigo para recordarlo en los momentos bajos.
  4. Relativiza el mensaje de las redes. Uno de los problemas es la comparación. Por eso, cuando sientas la tentación de compararte con otro, haz el ejercicio de imaginar cómo es su vida realmente, qué problemas tiene, qué sueños no ha cumplido, cuáles son sus inseguridades y con qué personajes de redes es posible que se compare y se sienta mal por ello. Es decir, humaniza a esa persona. No puedes comparar el exterior de alguien, o lo que quiere mostrar, con todo tu ser al completo (virtudes y defectos incluidos).
  5. Reflexiona sobre lo que a uno le da felicidad. La felicidad se conforma de pequeños detalles en el día a día, no de grandes eventos puntuales como unas vacaciones. Anota qué te hace a ti feliz y piensa: ¿te compensaría irte de vacaciones a tu lugar soñado a cambio de que todo eso desapareciera?
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