"¡Alucino, esto es muy común! No soy la única que se pone nerviosa al ir a casa de mis padres estos días", comentaba una compañera de trabajo hace unos días sobre el síndrome de vuelta a casa por Navidad. Y tiene toda la razón. Retornar al lugar de origen, el lugar donde está la familia, al pueblo o a la ciudad donde viven nuestros padres no siempre es fácil. Es común que algunas personas experimenten una ambivalencia de emociones. Ansiedad, nostalgia, alegría, tristeza... Son muchos los sentimientos que aparecen. Una especie de dualidad. Por un lado, nos apetece. Por otro, se nos hace cuesta arriba.
Para ti que te gusta
Lee 5 contenidos gratis al mes con
solo registrarte.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
Este contenido es solo para
suscriptores.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
Este contenido es solo para
suscriptores.
Aprovecha nuestra oferta de Navidad
y navega sin límites durante 1 año
desde 19,50€
TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Algunas personas, de hecho, tienen que prepararse mentalmente antes de emprender el viaje de retorno. Así lo pone de manifiesto una encuesta realizada por OUIGO junto a IPSOS Digital: siete de cada diez aprovechan el viaje para hacer balance de las emociones que suscitan estas fiestas y se preparan para lo que viene.
Y es que, como recuerda Patri Psicóloga, escritora y conferenciante, "desde el punto de vista psicológico sabemos que volver a casa por Navidad activa múltiples capas emocionales. No se trata solo de las emociones positivas: también pueden aparecer el estrés, el cansancio acumulado, la nostalgia por las ausencias o la presión de cumplir determinadas expectativas familiares, entre otros factores. Cada generación, con sus propias circunstancias, vive este proceso de forma diferente. Identificar estas emociones es clave para gestionarlas adecuadamente y convertir estas fechas en un periodo más consciente y equilibrado".
¿Qué más dice la psicología sobre este síndrome de vuelta a casa? Para comprender mejor esta respuesta emocional, hablamos con Sandra Sánchez, psicóloga de Siquia. Esta experta analiza en profundidad todo lo que comportan estos días y nos da consejos para sobrellevar mejor las fiestas.
Volver a casa por Navidad activa múltiples capas emocionales. No se trata solo de las emociones positivas, también pueden aparecer el estrés, el cansancio acumulado, la nostalgia por las ausencias o la presión por cumplir expectativas
¿Por qué experimentamos el síndrome de volver a casa por Navidad?
La experta comienza explicando que las navidades conllevan tener que afrontar la carga emocional de estar con la familia. La experta señala que no todas las personas viven la distancia de la misma manera. Para algunas, residir lejos implica una separación real del núcleo familiar; para otras, supone haber tomado distancia emocional. Aunque a simple vista pueda parecer lo mismo, no lo es. En muchos casos, ese alejamiento responde a una decisión necesaria para preservar la salud mental. Y, aun así, no está exento de malestar, porque la distancia también puede dejar un vacío emocional al perder la sensación de protección o apoyo que aporta la familia.
Esta vivencia se intensifica todavía más en contextos migratorios, donde puede aparecer el conocido como síndrome de Ulises, un estado de estrés prolongado y malestar emocional asociado a la separación forzada del país de origen. En estos casos, volver a casa por Navidad se convierte en una oportunidad de reconectar no solo con la familia, sino también con las propias raíces, la cultura y el lugar al que se siente pertenencia.
El relato que rodea la Navidad, impulsado en gran parte por la publicidad y la televisión, transmite, de forma más o menos explícita, la idea de que si no hay un lugar al que volver, la fiestas navideñas no se están viviendo “como se debería"
Cómo sé que la vuelta a casa me está afectando
Al margen de esta dualidad que nos provoca volver al hogar, hay personas que experimentan niveles altos de ansiedad cuando tienen que volver al hogar. Como nos explica la psicóloga, en estos casos es también común lidiar con sentimientos de rechazo, aversión a un determinado encuentro o miedo para gestionar bien situaciones o familiares. También están quienes tienen miedo de sentir la soledad no deseada.
Además, apunta que quienes han optado por tomar distancia de su familia y sienten la presión de estar presentes en Navidad suelen experimentar una intensa mezcla de emociones. Regresar en estas fechas implica gestionar estados emocionales muy exigentes, que consumen mucha energía, generan un elevado nivel de estrés y pueden repercutir en la salud mental de quienes, por distintos motivos, han decidido mantenerse alejados del entorno familiar.
Y es que el relato que rodea a la Navidad, impulsado en gran parte por la publicidad y la televisión, suele estar cargado de buenos propósitos, de llamadas al recogimiento, al regreso a las raíces familiares, a los regalos y también a los excesos. Todo ello transmite, de forma más o menos explícita, la idea de que si no hay un lugar al que volver, la Navidad no se está viviendo “como debería”. A lo largo del tiempo, desde el punto de vista social y cultural, estas fechas han ejercido —y siguen ejerciendo— una presión notable sobre quienes se encuentran lejos de su entorno habitual, independientemente del motivo.
Y muchas veces aparece la tristeza. "Se experimenta por el hecho de sentir cosas que no queremos sentir, o que, por presión social, se nos ha inculcado que no debemos sentir, ya que es época de buenas intenciones, alegría y tiempo de 'arreglarlo' casi todo. Saber que no sentimos lo mismo o que no estamos en sintonía con lo que se debe sentir por estas fechas, añade presión hacia uno mismo, lo que genera más estrés y más ansiedad", recuerda la psicóloga de Siquia. Por ello, hay personas que lo pasan realmente mal ante estas celebraciones y las temen o no quieren que se acerquen, o quieren que pasen lo más rápidamente posible.
La Navidad también es un momento de reforzar vínculos
No obstante, no todas las personas viven la vuelta a casa desde el malestar. Existe también una vivencia positiva, en la que la Navidad actúa como un espacio de encuentro y conexión cuando la distancia familiar no es una elección, sino una consecuencia del trabajo u otras circunstancias que impiden una convivencia continuada. En estos casos, regresar en estas fechas puede servir para reforzar vínculos.
Como recuerda la experta, las emociones que se activan van a aparecer en cualquier caso. La diferencia está en cómo influyen en nuestro estado emocional y en la manera en que decidimos gestionarlas y ajustar nuestra conducta ante ellas.
Mantener distancia de aquello que nos hace daño, nos genera frustración o nos desborda emocionalmente, no nos convierte en malas personas, sino en coherentes con nuestras propias necesidades.
Cómo gestionar las emociones por la vuelta a casa por Navidad
Conviene recordar que no existe una obligación real de cumplir con todo. Ni tampoco existe la Navidad perfecta. En estas fechas pesa mucho la sensación de deber estar, así como el miedo a decepcionar a los demás si no actuamos como se espera dentro del entorno familiar. Cuando volver a casa por Navidad se vive como un desgaste emocional, es importante darse permiso para decidir desde el autocuidado.
A veces, crear nuevas costumbres o modificar las tradiciones ayuda a construir un espacio más amable, eligiendo con quién compartir el tiempo y con quién no. También resulta clave priorizar aquellos encuentros, personas y situaciones en los que realmente nos sentimos cómodos, sin forzarnos ni prolongar más de lo necesario el contacto si eso supone un coste emocional.
Y si, aun tomando una decisión orientada a proteger la salud mental, aparece el malestar, conviene recordar que suele ser transitorio y forma parte del proceso de cuidarse. Mantener distancia de aquello que nos hace daño, nos genera frustración o nos desborda emocionalmente, no nos convierte en malas personas, sino en coherentes con nuestras propias necesidades.
Cómo ayudar a alguien que sufre este síndrome
Lo más importante es respetar la decisión o la situación, aunque no haya sido elegida. Intentar convencer, presionar o apelar a argumentos emocionales —como el qué dirán, el deber familiar o el miedo a entristecer a otros— no solo no ayuda a la persona que ya está atravesando un momento delicado, sino que suele generar más tensión y posiciones enfrentadas.
Forzar las situaciones o manipularlas añade una carga innecesaria a un contexto que ya viene marcado por una fuerte presión social y emocional. En este sentido, acompañar pasa más por ofrecer comprensión que por insistir.
Tal y como señala la experta, también es posible ayudar proponiendo alternativas: crear nuevas tradiciones, modificar rutinas o plantear celebraciones diferentes que permitan a la persona sentirse más cómoda.
No siempre las necesidades de los demás coinciden con las propias, y menos aún cuando está en juego la salud mental. El respeto, la aceptación y la capacidad de adaptarse a nuevas formas de relacionarse resultan mucho más beneficiosos que la presión o el enfrentamiento con quien está intentando gestionar un malestar emocional.
