Llorar sigue causándonos incomodidad. Incluso cuando la situación bien merece que derramemos unas cuantas lágrimas, a menudo nos reprimimos tratando de mostrarnos 'fuertes'. Y es que cargamos con ese terrible estigma que asocia el llanto con la debilidad. Sin embargo, este mecanismo tan natural que nos acompaña desde que nacemos es tan necesario que, incluso, nos ayuda a reorganizar nuestra mente, a continuar mirando hacia adelante e, incluso, a tomar mejores decisiones.
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Para entender por qué lloramos, qué ocurre en el cerebro cuando lo hacemos y en qué momento deja de ser una respuesta saludable, hablamos con la psicóloga Conchita Sisí, directora de Salud en Mente. Esta experta nos ayuda a desmontar mitos y a comprender el llanto como una herramienta natural de regulación emocional.
¿Por qué lloramos?
En primer lugar, le preguntamos qué función cumple el llanto en la edad adulta y por qué puede considerarse una respuesta emocional saludable para el cerebro y el organismo. Nos comenta que se trata de una función fundamental de regulación emocional y comunicación interna y externa. "Desde la neurociencia sabemos que llorar activa mecanismos que ayudan al cerebro a procesar estados de alta intensidad emocional, como la tristeza, la frustración o el duelo, y facilita el paso de una activación elevada del sistema nervioso a un estado posterior de mayor calma".
La psicóloga también nos aclara que no es una pérdida de control, sino muchas veces una vía natural de descarga cuando las emociones desbordan la capacidad de ponerlas en palabras. "Por eso, después de llorar, muchas personas refieren alivio, sensación de descanso o mayor claridad mental, lo que indica que el organismo ha podido completar un ciclo emocional".
Desde la neurociencia sabemos que llorar activa mecanismos que ayudan al cerebro a procesar estados de alta intensidad emocional, como la tristeza, la frustración o el duelo
¿Por qué hay personas que lloran más que otras?
A nivel neurobiológico existen diferencias individuales en la sensibilidad del sistema nervioso y en la reactividad de estructuras implicadas en el procesamiento emocional, como la amígdala, además de la influencia hormonal. En cuanto a la personalidad, rasgos como la empatía, la sensibilidad o una mayor conexión con el mundo emocional facilitan que el llanto aparezca como forma de expresión.
"A esto se suma la educación emocional: crecer en entornos donde llorar fue permitido, acompañado o validado aumenta la probabilidad de que el llanto se conserve en la adultez como una herramienta legítima de regulación. En cambio, cuando se ha asociado el llanto con debilidad o falta de control, muchas personas lo inhiben, incluso cuando el cuerpo lo necesita".
Esto es precisamente lo que sí hay que evitar. De hecho, cambiar estas creencias es la base de “La Revolución de los llorones”, un movimiento impulsado por IMC Toys que trata de romper con los estigmas que rodean al llanto y normalizar la vulnerabilidad emocional como una parte natural del desarrollo, tanto en niños como en adultos.
Llorar aleja la rumiación
Conchita Sisí también recuerda que el llanto, emocionalmente, permite validar lo que se siente y evitar que las emociones queden reprimidas o cronificadas. A nivel cognitivo, el llanto puede favorecer una reorganización interna, ayudando a comprender mejor lo que está ocurriendo y a tomar distancia de pensamientos rumiativos.
En el plano físico, facilita la activación del sistema parasimpático tras situaciones de estrés, contribuyendo a la relajación, la reducción de la tensión corporal y una sensación subjetiva de alivio. En este sentido, llorar no es algo que haya que corregir, sino algo que el organismo utiliza para autorregularse.
Crecer en entornos donde llorar fue permitido, acompañado o validado aumenta la probabilidad de que el llanto se conserve en la adultez como una herramienta legítima de regulación
¿Cuándo se convierte el llanto en una señal de alarma?
Cuando pierde su función adaptativa, es decir, ya no nos prepara para nada, no nos mueve hacia nada útil (como lo haría una emoción bien ajustada). "Esto ocurre cuando es muy frecuente o intenso, no produce alivio, aparece sin una causa emocional clara o va acompañado de sensaciones persistentes de vacío, desesperanza o bloqueo".
En estos casos, el llanto puede convertirse en una señal de que la persona está sobrepasada emocionalmente o de que existen dificultades más profundas, como un estado depresivo o una ansiedad elevada, que necesitan ser atendidas.
Por ello, es importante observar qué ocurre antes y después. Cuando el llanto permite descargar, comprender o continuar, suele ser una respuesta sana. Cuando, en cambio, genera más malestar, interfiere en la vida cotidiana o se acompaña de una autocrítica intensa por “llorar demasiado”, conviene plantearse buscar ayuda profesional.
En la adultez recuperar esa mirada compasiva hacia nuestras propias emociones es una señal clara de salud mental.
En terapia, muchas veces no se trata de eliminar el llanto, sino de aprender a escucharlo y darle sentido. Igual que entendemos de forma intuitiva que un bebé llora porque algo le pasa —una idea que incluso se refleja en juguetes como los Bebés Llorones, que normalizan el llanto como forma de expresión—, en la adultez recuperar esa mirada compasiva hacia nuestras propias emociones es una señal clara de salud mental.
