¿Y si el problema no es sentir demasiado, sino no sentir lo suficiente? Ese es el objetivo que se plantea el doctor Sergi Rufi, psicólogo y divulgador en su libro Abiertos a sentir, un manifiesto valiente que reivindica la sensibilidad como fuerza vital en un mundo que nos enseñó a reprimirla. Frente a la desconexión y el ruido mental, el autor propone un viaje íntimo por las emociones silenciadas —miedo, tristeza, rabia, alegría— y nos recuerda que el verdadero bienestar no está en pensar menos, sino en atrevernos a sentir más.
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Nada más ver el título de su libro, pensé en una letra de una canción, en la que se afirma que es ‘mejor sentir que pensar’. ¿Está de acuerdo?
No se trata de elegir entre sentir o pensar. El problema es que hemos vivido demasiado tiempo en la dictadura del pensamiento, y el exceso de racionalismo ha tratado de marginar el sentimiento. Obviamente reflexionar es muy útil, pero si no nos dejamos sentir primero, nos desconectamos de nuestras necesidades, de nuestras opiniones más reales. De lo más humano, nuestro propio 'sentido' (que viene de 'sentir', no de pensar). Así, la vida se vuelve más fría, impersonal y automática. Mi libro reivindica un equilibrio entre razón y emoción. Que la sensibilidad vuelva a tener un papel central en nuestra vida.
¿Qué le diría a alguien que aún cree que “sentir demasiado” es un problema?
Le diría que sentir demasiado no es el problema, sino no saber acompañar lo que sentimos. La sensibilidad es un regalo cuando se vive con dignidad, confianza, en un entorno seguro. El verdadero problema es la represión, cuando nos obligan a tragarnos y silenciar lo que sentimos, nuestra voz interior. Eso sí nos destruye.
Cada emoción tiene un sentido profundo y preciso. Pero las ocultamos porque culturalmente se han visto como peligrosas. La tristeza se ve como fracaso, la rabia como violencia, el miedo como debilidad.
¿Por qué cree que la psicología académica ha ignorado tanto el mundo emocional?
Porque la psicología se quiso parecer demasiado a la ciencia dura, matemática, racional, medible. Y el sentimiento no encaja en tablas ni en protocolos. El mundo académico ha tenido miedo a la vulnerabilidad, y la ha asociado a fragilidad y error. Y la consecuencia ha sido una psicología fría, que a veces se olvida de la vida interior y los motivos reales de las personas.
¿Por qué piensa que las personas sensibles son tradicionalmente vistas como débiles?
Porque la sensibilidad incomoda en sociedades que premian la dureza, la eficiencia y el control. Al sensible se le ha visto como sospechoso, improductivo, un estorbo. Pero lo que pocos reconocen es que hace falta mucha fuerza para sentir de verdad. La sensibilidad es coraje, no fragilidad. Sobre todo si se vive con dignidad, sin culpa.
¿Ir en modo ‘piloto automático’ nos aleja de las emociones, de sentir, que es lo que reivindica en su libro?
Totalmente. El piloto automático es la anestesia perfecta. Cumplimos con lo que toca, producimos, consumimos, pero sin preguntarnos cómo estamos. Y así vamos acumulando vacío porque vivimos la vida que otros nos dicen que tenemos que vivir. Reivindicar el sentir es recuperar el timón de la vida, nuestro sentido y criterio propio. Es volver a vivir con autenticidad.
En el libro reivindica emociones incómodas como el miedo o la rabia. ¿Qué papel juegan en nuestra vida emocional y por qué tendemos a ocultarlas?
A nivel psicobiológico, el miedo existe porque nos protege, la rabia nos da fuerza y la tristeza nos hace reflexionar. Cada emoción tiene un sentido profundo y preciso. Pero las ocultamos porque culturalmente se han visto como peligrosas. La tristeza se ve como fracaso, la rabia como violencia, el miedo como debilidad. Y en realidad, reprimirlas es lo que nos daña. Integrarlas nos hace más completos, más ricos, más inteligentes, más humanos.
Lo que pocos reconocen es que hace falta mucha fuerza para sentir de verdad. La sensibilidad es coraje, no fragilidad. Sobre todo si se vive con dignidad, sin culpa.
¿Cómo piensa que podemos aprender a convivir con la tristeza sin caer en la desesperanza?
Aceptando que la tristeza no es enemiga, sino maestra. La tristeza nos conecta con lo perdido, con lo frágil, con lo esencial. El problema es cuando ignoramos su sentido, la reprimimos, la bloqueamos. Nos sabemos gestionarla. Entonces se acumula, se enquista y se convierte en tensión, dolor y desesperanza. Si nos permitimos llorar (con técnica como digo en el libro), compartir, expresarla, la tristeza cumple su función transformadora y nos devuelve a la vida más profundos y a la vez ligeros.
¿Qué significa para usted “vivir con el corazón abierto”?
Significa dejar de tener tanto miedo a sentir, permitir emocionarnos, aunque al principio y a veces duela. Significa vivir sin tanta máscara, con más coherencia entre lo que sentimos y expresamos. El corazón abierto es autenticidad, conexión, sentido (de sentir) y confianza en la vida. Aunque ésta no sea perfecta.
¿Qué emociones le costó más aceptar en su propio camino?
La rabia y la tristeza. La rabia porque me la hicieron sentir como muy peligrosa, como algo muy malo. Me culpabilizaron mucho por ella. Y la tristeza porque siempre nos dijeron que había que esconderla, que había que sonreír y estar bien. Aprender a reconciliarme con ambas ha sido y sigue siendo un proceso largo, dura toda la vida. Pero también es muy edificante y liberador.
¿Hubo algún momento clave en su vida que le hizo “abrirse a sentir”?
Sí. Muchas veces. Pero la primera fue cuando me di cuenta de que la coraza que se había construido automáticamente en mí, para protegerme me estaba aislando. Todo muro protege y también aísla. De esta manera, funcionaba algo mejor hacia afuera (en apariencia), pero por dentro estaba muy roto. Ahí entendí que abrirme a sentir poco a poco, con técnica, elegancia y acompañamiento, era la única vía para recuperarme mi totalidad como ser humano. Y empezar a conectar de verdad con los demás, y comprender el esplendor de la vida.
¿A quién va especialmente dirigido su libro?
A todas las personas que alguna vez se han sentido “demasiado”: demasiado sensibles, demasiado intensas, demasiado culpables, demasiado reprimidas, demasiado humanas. Este libro es para quienes se han sentido fuera de lugar por sentir más que el resto. Abiertos a Sentir es una guía imprescindible para dejar de reprimirte y soltar el exceso de control, reconciliarte con tus emociones difíciles, aprender a compartirlas con dignidad y seguridad, conectar con tu criterio propio y darle más sentido a tu vida, y disfrutar de tu sensibilidad como un auténtico superpoder.