Sentir mariposas en el estómago, perder la concentración o incluso buscar cualquier excusa para cruzarse con esa persona… Cuando nos atrae alguien, todo nuestro cuerpo parece reaccionar sin pedir permiso. La química juega fuerte y, a veces, se siente tan intensa que creemos haber encontrado algo más grande de lo que realmente es.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Sin embargo, distinguir entre una chispa de atracción y un interés profundo requiere tiempo, calma y cierta mirada crítica hacia lo que nos está pasando. No es sencillo porque la emoción nos arrastra, pero aprender a reconocer la diferencia puede evitar confusiones, relaciones que se apagan rápido o decisiones tomadas en un momento de euforia.
Cómo saber si alguien te atrae, o te interesa
“Cuando alguien nos atrae, nuestro cerebro libera un cóctel de neurotransmisores que nos hacen sentir euforia, nervios, pensamientos recurrentes e incluso una falsa sensación de conexión total. En pocas palabras: ¡estamos drogados!”, cuenta la psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja, Laura Montané (www.lauramontanesexologa.com).
El problema aparece cuando en ese estado queremos tomar decisiones importantes. Como señala la experta: “Por eso, igual que no decidirías dónde mudarte después de unas copas de más, tampoco conviene elegir pareja en ese estado. Las decisiones importantes requieren una mente clara y una mirada más amplia que lo puramente corporal o emocional”.
Aunque la diferencia parezca difusa, es posible aprender a distinguir entre lo que sentimos de manera inmediata y lo que puede sostener una relación en el tiempo. Tal como explica la terapeuta de pareja, "diferenciar una atracción pasajera de un interés profundo no siempre es sencillo. Las emociones y el cuerpo reaccionan antes que la razón, y en ese estado es fácil confundirse. Para entenderlo, me gusta utilizar la metáfora de los viajes, basada en tres pilares".
- El deseo: "Es como abrir un buscador de vuelos y poner 'cualquier destino'. Quieres viajar, sin importar dónde. Lo importante es la experiencia en sí, el movimiento, la emoción de salir, el placer que te genera".
- La atracción: "Es elegir una isla concreta porque te encantan sus playas. Surge de una mezcla entre lo biológico y lo aprendido, y puede variar con el tiempo según tu momento vital, tu contexto y tus experiencias".
- El Interés más allá: "Es preguntarte '¿me quedaría a vivir allí?'. Aquí entra (o debería entrar) la parte más racional. Deberían surgir preguntas como si ese lugar, o persona, tiene lo que necesitas para sentirte como deseas sentirte, si compartís valores fundamentales o si encaja con tu proyecto de vida. El deseo y la atracción te invitan a hacer las maletas, pero el interés real se construye con calma, claridad y coherencia con tus valores”.
Por qué tenemos miedo antes o durante las relaciones
Curiosamente, no siempre que sentimos que alguien nos gusta reaccionamos con entusiasmo. A veces lo que aparece es bloqueo o inseguridad. "Descubrir que alguien nos gusta, puede despertar inseguridades. El miedo, emoción básica de supervivencia, activa sus alarmas ante cualquier cambio o posible peligro. Y, este miedo, actúa mediante tres respuestas clásicas; la lucha, la huida o la parálisis”, detalla Laura Montané.
Este miedo, según añade la psicóloga, no nace solo de lo que ocurre en el presente: "Lo que dispara estas reacciones no solo son las hormonas, sino también nuestra mochila cargada (a veces, demasiado) de experiencias pasadas. Por eso, será importante poder separar lo que no controlas (los cambios químicos en tu cerebro, la reacción de la otra persona, lo que despierta en ti) de lo que sí, es decir, tus pensamientos y lo que haces con ellos, la interpretación de lo que ocurre y las conductas que elijes. Será fundamental revisar tus expectativas y creencias. Una relación se decide y construye día a día. Y siempre tendrás la opción de volver a casa si no funciona como esperabas".
Cuando la mente juega malas pasadas: los pensamientos obsesivos
Cuando nos sentimos atraídos por alguien, no solo el cuerpo se altera: también la mente empieza a girar alrededor de esa persona. Es común que, al inicio, los pensamientos sean insistentes, pero si no se regulan pueden convertirse en un círculo del que cuesta salir.
Tal como explica la terapeuta, " es normal que, al inicio, una persona ocupe demasiado espacio en tu mente. Pero si no los gestionas, los pensamientos obsesivos y el apego pueden desbordarte". Para evitarlo, la experta considera fundamental que aprendamos a diversificar la energía: "No pongas todo tu mundo en una sola persona. Cultiva tus aficiones, amistades, proyectos y, sobre todo, tu relación contigo mismo/a. Eso te da equilibrio y sensación de control", aconseja.
Además, a veces estamos tan obcecados en alguien que parece que no existe nada más en lo que pensar. A este fenómeno, también cabe prestarle atención y, como ella cuenta, debemos detectar y frenar esos bucles mentales: "Las emociones duran segundos; lo que las prolonga son los pensamientos, (muchas veces basados en falsas creencias), que añadimos”.
Hacerlo no es fácil, pero Laura Montané propone una metáfora muy gráfica: "Imagina tus emociones como una montaña. En la base está la consciencia emocional, en la mitad se encuentra la regulación emocional, y la cima es el desborde emocional. Si en la base detectas un pensamiento como el de que irte de una ciudad puede ser peligroso, o que la otra persona puede herirte, puedes llevar a cabo dos paso a seguir". Por un lado, señala, "quitar intensidad y estima la probabilidad real de que ocurra (normalmente bajísima), además de buscar evidencias". Por otro, "actuar. Realizar una conducta que te distraiga y te ayude a romper ese bucle. Ya sea un paseo, hablar con un amigo o una ducha fría".
Los pensamientos obsesivos, si no se detienen a tiempo, tienden a crecer como una bola de nieve. Lo que empezó con una duda sencilla puede transformarse en un guion mental cargado de escenarios irreales. Tal como advierte la psicóloga Laura Montané, “si no frenas ahí, tu mente puede encadenar historias cada vez más catastróficas (y muy poco probables) hasta llegar a la cima de la montaña con sintomatología o desborde emocional".
La tercera clave, señala la experta, es aprender a observar la mente sin dejarse arrastrar: "Tenemos unos 60.000 pensamientos al día; imagina lo lejos que pueden llegar nuestros guiones de telenovela”.
Cómo gestionar la obsesión por alguien
Para hacerlo más manejable en el día a día, debemos empezar por entender lo que pensamos, darle un lugar y, después, restarle fuerza.
- Anotar los pensamientos cuando los detectes. "Al ponerlos por escrito, dejas de darles vueltas en la cabeza y los miras con distancia".
- Analizar qué los activa. "Identificar el desencadenante es el primer paso para comprender por qué aparece esa emoción".
- Quitarles peso racionalmente. "Pregúntate sobre la probabilidad de que ocurra tal y como los imaginas imaginas. Muchas veces la respuesta será que no".
- Buscar actividades que te centren en el presente. "Pasear, cocinar, leer o incluso ordenar un cajón pueden ayudarte a cortar el bucle mental y volver al aquí y ahora".
- Terapia, si es necesario. Y añade: "Trabaja con un/a profesional para desmontar tus pensamientos de raíz. Recuerda que nuestros mapas mentales sobre cómo vincularnos comienzan a formarse en la infancia. Para ello, es esencial que nuestras figuras de referencia nos brinden tres pilares fundamentales. Estos deben ser el afecto, la estructura y la pertenencia. Cuando faltan estos elementos, pueden aparecer apegos inseguros o dificultades en las relaciones afectivas”.
Regresar al presente
Para no quedar atrapados en bucles de pasado o futuros inventados, la psicóloga recomienda un enfoque práctico: “la clave va a ser no dejar que la mente nos lleve a la cima de la montaña, ni a otros lugares que no existen: el pasado o el futuro. El objetivo es redirigir el pensamiento al presente (lo único que tenemos)”. Y, para hacerlo, una de las herramientas más efectivas es la técnica de los 5 sentidos. "Enfócate en detectar a tu alrededor y repetir en tu mente cinco cosas que puedas ver, cuatro cosas que puedas tocar, tres cosas que puedas oír, dos cosas que puedas oler, y una cosa que puedas saborear", aconseja Laura Montané.
Disfrutar del viaje
Al final, enamorarse es un recorrido lleno de sorpresas. Y como en cualquier viaje, no todo estará bajo control., las sorpresas son parte del mismo: "Habrá turbulencias, imprevistos y cambios de rumbo. Lo que sí puedes elegir es cómo moverte dentro de esa experiencia”, recuerda Laura Montané. Por eso, la psicóloga invita a viajar ligero: “Lleva siempre contigo tus valores como brújula, expectativas realistas como equipaje ligero y la atención repartida entre varios espacios, para no volcar todo en un solo destino”.
Y concluye con una reflexión que funciona como guía final: “No se trata de llegar rápido, sino de elegir con calma dónde quieres quedarte. Recuerda que esa elección se hace cada día. Así que, vayas donde vayas... ¡Disfruta el viaje!”.