Dormir unos minutos a mediodía no es un lujo ni mucho menos una señal de pereza. La siesta está respaldada por estudios científicos que demuestran su impacto positivo en la memoria, la salud cardiovascular y el bienestar emocional. Y en verano, cuando el cuerpo se resiente más por el calor, puede ser especialmente reparadora. Eso sí: no todas las siestas valen.
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¿Por qué nos beneficia?
Cuando descansamos tras la comida, el organismo activa un sistema de recuperación muy eficaz. El corazón se relaja, disminuye el ritmo respiratorio y se regula la presión arterial. También descienden los niveles de cortisol (hormona del estrés), lo que ayuda a calmar la mente. «Incluso en personas sanas, se ha comprobado que reduce la reactividad emocional y mejora la regulación del humor», señalan los autores de un estudio publicado en la revista científica Nature and Science of Sleep sobre los beneficios de la siesta.
Esto pasa en tu cerebro
Durante la siesta, el cerebro entra rápidamente en las primeras fases del sueño conocido como no REM, una etapa ligera pero muy restauradora. En ese momento, se consolidan funciones cognitivas como la memoria y la toma de decisiones. Por eso también se dice que esta costumbre mejora el aprendizaje y la capacidad de resolver problemas, ya que favorece la plasticidad cerebral. «También reduce la fatiga», cuenta el doctor Luis Gutiérrez Serrantes, médico de familia y colaborador de Marnys. Además de estos beneficios, muchas personas experimentan un pico de productividad y creatividad tras haber reposado un rato.
No es aconsejable que la siesta sea en la cama ni en pijama, para evitar que se alargue más de la cuenta. Un sillón orejero es el lugar perfecto para echarse una «cabezadita» después de comer
¿Cuánto debe durar?
Pero si queremos sacar provecho de una buena siesta, debemos tener en cuenta que el secreto está en no pasarse. «Entre 10 y 30 minutos es la duración perfecta. Ese tiempo permite descansar sin llegar a las fases profundas del sueño, que se alcanzan pasada la media hora y de las que cuesta más despertarse. Pueden incluso dejarnos confusos o somnolientos durante horas», indica el especialista. Si no dispones de tiempo para completar un ciclo (dura entre 90 y 120 minutos), es mejor evitarla.
La postura también cuenta
Otra de las claves de la siesta perfecta está en hallar una postura que permita relajarse, pero no caer en un sueño prolongado. Lo idóneo es estar semirreclinados, con el cuerpo elevado ligeramente por encima del nivel de las piernas. Esto puede lograrse en un sofá, como comenta el experto en medicina general, «o un sillón orejero», lugar que considera perfecto para este momento. En vacaciones, una tumbona podría servirnos, pero debemos estar a la sombra, con protección solar y bien hidratadas. Por último, el doctor Gutiérrez señala que no debe echarse en la cama ni en pijama y que hay que evitar el aislamiento total para que no se alargue más de lo debido y nos deje «zombies» el resto del día.
Problemas de sueño
Si bien la siesta puede ser beneficiosa, conviene prestar atención cuando se convierte en una necesidad diaria difícil de evitar o si notas que, al echártela, entras directamente en un sueño muy profundo. Si te despiertas con desorientación, sensación de aturdimiento o de no haber descansado, es recomendable consultar con un profesional. También si sientes somnolencia excesiva durante el día, pese a haber dormido bien por la noche, o si las siestas empiezan a interferir en tu vida laboral o social. Estos signos podrían indicar un trastorno del sueño.
Es importante mantener una rutina correcta de descanso para aprovechar los beneficios y que la siesta no cause insomnio
Consejos de experto: Dr. Luis Gutiérrez (médico de familia)
1. Si hace calor: «Con las altas temperaturas, el organismo gasta más energía para regular su temperatura interna. Además, esto puede afectar negativamente a la calidad del sueño nocturno, provocando más despertares o dificultando el descanso profundo. Dormir unos minutos al mediodía ayuda a contrarrestar ese desgaste».
2. ¿Para todo el mundo? «No existe una recomendación universal, pero algunas personas pueden beneficiarse especialmente de la siesta, por ejemplo, aquellas que tienen turnos nocturnos de trabajo, mujeres que han sido madres recientemente y estén en periodo de lactancia, adultos mayores que suelen tener el sueño fragmentado y también estudiantes con tareas cognitivas intensas y trabajadores sometidos a una gran actividad física».
3. Quizá no es para ti: «Dormir la siesta cada día no es perjudicial siempre y cuando se siga una rutina correcta para que no interfiera con el descanso nocturno. Hay personas en las que podría no ser recomendable, como en aquellas con insomnio, ya que una siesta prolongada puede agravar el problema. De ahí la recomendación de que no supere los 30 minutos y que te la eches a las 5 o 6 horas después de haberte despertado por la mañana, es decir, no muy tarde».