Puede que te despiertes por la mañana temprano, que el cielo esté despejado, que no haya ningún email urgente y que todos los factores que adelantan el día parezcan indicar que va a estar bien. Sin embargo, de repente llega —o nunca llega— un mensaje de alguien a quien estabas esperando con una contestación con información o un tono que no te place, y en cuestión de segundos, comienzas a notarte más irritada, triste o enfadada. Lo que parecía que podía ser un día sobresaliente, ahora parece nublado, y tu carácter se ha transformado completamente. Este fenómeno es más común de lo que crees, y puede que indique que dependes emocionalmente de otras personas para sentirte bien.
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Aunque a priori la palabra asusta, lo cierto es que, en mayor o menor medida, es muy frecuente sentir dependencia de alguien. Como comenta la psicóloga, terapeuta de pareja y sexóloga de Psicopareja, Teresa Ouro, “depender no es un fallo, es humano” y viene dado por la necesidad de sentirse cuidado. “Todos necesitamos cuidado, contacto y conexión. Desde pequeños, aprendemos que el otro (una figura de apego como madre, padre o cuidador) regula nuestras emociones. Por eso, querer sentirse seguro, visto y amado es natural”, señala la experta.
Pero cuando tu estado de ánimo se altera notoriamente en función de las expectativas que tienes sobre otra persona, entonces puedes entrar en un bucle que altere tu bienestar emocional. “El problema aparece cuando no consigues calmarte al necesitarlo, validarte o estar bien si la otra persona no está disponible. La dependencia emocional aparece cuando tu estabilidad emocional depende casi por completo de cómo te trata el otro”, comenta.
Señales de dependencia emocional en las relaciones
Para saber si eres dependiente emocionalmente, debes entender bien el concepto, pues a veces hay factores externos que, efectivamente, pueden alterar tu estado de ánimo, pero no siempre tienen que ver con este concepto psicológico.
“Una dependencia emocional significa que tienes la sensación de que no puedes funcionar de otra manera, que no podrías vivir de otro modo o sin esa persona que te condiciona”, señala la sexóloga, psicóloga y terapeuta de parejas, Nayara Malnero, quien entra en más detalle: “Estás pendiente, por ejemplo, de qué quiere o necesita tu pareja o de lo que hace tu pareja, para luego actuar tú. No puedes actuar, ni sentir de forma independiente”.
Y aunque es muy frecuente distinguir la dependencia en las parejas, no es el único ámbito en el que se manifiesta: "La dependencia emocional es ese sentimiento (que es un sentimiento, nunca es real), de que sin algo no podrías vivir. Puede darse entre personas, pero también incluso puede ser de objetos, de dinámicas o de empleo”, comenta Nayara Malnero.
¿Por qué somos dependientes emocionalmente?
Que la dependencia emocional exista tiene sentido, en parte, por la cultura y la educación que te rodean. “Todas estas canciones de ‘no puedo vivir sin ti’ y todos estos conceptos que afirman el mismo tipo de relación o el concepto de las mejores amigas, de todos a una, pueden estar muy bien, pero, por otro lado, refuerzan la dependencia, la falta de autodeterminación”.
Una de las causas principales que incentivan la dependencia emocional, más allá de estos inputs externos, es la experiencia pasada vivida, donde otro término juega un papel clave: el apego. “Según la teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, la forma en que te relacionas en la adultez depende en gran parte de cómo fueron tus primeros vínculos afectivos”, comenta Teresa Ouro al respecto.
La experta en salud mental hace hincapié en la importancia que juega el pasado en el presente y futuro: “Si creciste con miedo a ser abandonada, con afecto imprevisible o sintiendo que tenías que hacer mucho para merecer amor, es probable que de adulta busques fuera la seguridad que no sientes dentro. Por eso, cuando alguien importante se aleja, no solo sientes la tristeza del momento, sino que también se activa una herida emocional más profunda. Y eso hace que reacciones con tanta intensidad".
Cómo manejar los cambios emocionales y entender tus necesidades
Cuando tu estado de ánimo cambia en función de cómo te sientes ante las reacciones o comportamientos de los demás, es importante coger distancia de la situación y analizar cuáles son tus necesidades frente a tus deseos, determinando también hasta qué punto ese daño que sientes es real, o es solo producto de una expectativa no cumplida que no merece alterar tu bienestar diario.
“Confundes los deseos, los hábitos o los vínculos con necesidades, cuando realmente lo único que necesitas es aire, agua, descanso y poco más”, cuenta Nayara Malnero al distinguir las consecuencias que trae la dependencia emocional. También aclara: “Piensas que necesitas a determinadas personas, que pueden ser pareja, pero también puede ser tu familia o determinadas cosas o trabajos para subsistir”.
Cómo superar la dependencia emocional
¿Significa esto que nunca llegarás a ser independiente? En absoluto, como sigue explicando la terapeuta, cualquiera puede cambiar esta situación trabajando el amor propio: “Todos tenemos recursos. Lo importante es no centrarse en lo que tienes fuera de ti, porque eso no se controla. La única dependencia que tienes que tener es de ti misma, no necesitas de nada ni de nadie para que te vaya bien”. Acorde con esta sentencia, Teresa Ouro señala también otros lpasos que puedes llevar a cabo para revertir la situación:
- Empezar a vivir la dependencia de forma más saludable: “No significa dejar de querer, sino aprender a quererse también a uno mismo”.
- "Observar sin juzgar cómo reaccionas cuando la otra persona no está disponible". Si te genera ansiedad, puede que te encuentres ante un indicativo de que necesitas trabajar tu independencia.
- "Reconectar con tus propios espacios individuales, placeres y tiempos para aprender poco a poco a regular tus emociones sin esperar que el otro lo haga por ti".
- Hacerse preguntas: “¿Lo estás haciendo desde la necesidad o desde la apetencia o el deseo? ¿Necesitas esa respuesta o simplemente te apetece conectar?” Este matiz, aunque sutil, puede marcar una gran diferencia. Porque querer al otro no es aferrarse sin medida: es compartir sin dejar de ser tú, ni de perderte a ti misma.