Retrato de una pareja de jóvenes juntos y enamorados© Getty Images

Pareja

Verónica Portillo, experta en terapia de pareja: "Cuando solo prevemos la cara bonita de las cosas, es fácil frustrarse ante las dificultades"

Esta especialista en parejas nos explica por qué hay relaciones que disfrutan mucho de las vacaciones juntos y otras se estresan, discuten o, incluso, rompen. También nos da las claves para que este periodo estival sea una oportunidad para quererse mejor.


10 de julio de 2025 - 16:00 CEST

Llega el verano, bajan las persianas del trabajo, sube la temperatura y, con ella, el tiempo que compartimos con la persona que amamos. Las vacaciones son, en teoría, ese momento del año en el que por fin podemos desconectar del estrés, disfrutar del presente y pasar tiempo juntos sin interrupciones. Pero lo que para algunas parejas es un bálsamo, para otras se convierte en una época de conflictos y de malestar. ¿Por qué parece que durante este periodo estival afloran todos los problemas de pareja que quedan soterrados el resto del año? Y, ¿por qué algunas relaciones van bien en vacaciones y otras no?

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La psicóloga Verónica Portillo, autora del libro Amar bien, querer mejor (Ed. RBA), nos adelanta que "cuanto más amigos sean los miembros de la pareja, más ganas tendrán de pasar tiempo de calidad, lo que permite hacer planes y vivir experiencias agradables conjuntamente”. Parece fácil, pero no siempre lo es. De hecho, también advierte de que cuando la comunicación falla, cuando hay tensiones no resueltas o cuando simplemente uno de los dos (o los dos) idealiza el verano como una película romántica sin escenas incómodas, llegan los problemas

¿Por qué el verano lo cambia todo?

Durante el año, muchas relaciones funcionan casi por inercia: los horarios de oficina, las actividades de los niños, la logística diaria marcan el ritmo. Apenas hay espacio para ver qué nos pasa por dentro. Pero en vacaciones desaparecen esas estructuras. Y entonces… hay que convivir de verdad. Las 24 horas. Con lo bueno y con lo que no lo es tanto.

“El verano suele aumentar el tiempo compartido, normalmente nos salimos de nuestras rutinas habituales y hay que buscar encajes que funcionen”, señala Portillo. Y ahí es donde muchas veces surgen los desencuentros: en cómo cada uno quiere vivir ese tiempo libre.

Pareja abrazada muy feliz© Getty Images

La clave para que vaya bien el verano en pareja

Uno quiere madrugar para aprovechar los días, el otro solo quiere descansar. Uno quiere playa, el otro, montaña. Uno busca planes en grupo, el otro silencio y desconexión. ¿El problema? Que no siempre se habla antes. Por ello, una de las recomendaciones de la psicóloga y experta es intentar hablar antes de hacer la maleta. “Es interesante abordar los ritmos de cada uno y cómo se quiere enfocar el viaje”, aconseja. “Desde el momento en que se empiezan a planear las vacaciones, es bueno hablar de todo aquello que sea importante para los miembros de la pareja”.

Este tipo de conversaciones —que pueden parecer triviales— son, en realidad, muy valiosas. Porque previenen malentendidos, anticipan necesidades y nos ayudan a crear expectativas más realistas. Y realismo, precisamente, es lo que más falta nos hace en esta época del año.

Aceptar que las vacaciones no tienen por qué ser perfectas, sino reales, es el primer paso para vivirlas con menos presión y más conexión.

El verano perfecto no existe

Otro aspecto que debemos tener muy en cuenta es que el verano perfecto no existe. Lo más curioso es que lo sabemos, pero a veces se nos olvida. Y es que las redes nos bombardean con imágenes de parejas felices al borde de una piscina infinita, cóctel en mano y sin una sola nube en el cielo. Pero la realidad rara vez se parece a eso.

“Hay épocas, como el verano, que tienden a idealizarse”, advierte Portillo. “Y cuando solo prevemos la cara bonita de las cosas, es fácil frustrarse ante las dificultades”. Por eso insiste en abrazar todas las experiencias que puedan darse, también las pequeñas tensiones o los días en los que simplemente no estamos de humor.

Aceptar que las vacaciones no tienen por qué ser perfectas, sino reales, es el primer paso para vivirlas con menos presión y más conexión.

Las 'red flags' que hay que atender 

La convivencia en verano tiene algo de espejo. Con el calor, el sudor y la falta de aire, muchas veces se nos escapan también los nervios. Y, como dice Portillo, las vacaciones nos exponen a situaciones nuevas que no vivimos el resto del año: “Ambos factores —más tiempo juntos y experiencias nuevas— propician que nos conozcamos mejor, para bien y para mal”.

Es entonces cuando pueden aparecer lo que muchas personas llaman “banderas rojas”: esas señales que indican que algo no va bien. Puede ser la falta de escucha, el tono de voz elevado, los silencios que ya no son cómodos, la sensación de que no hay un proyecto compartido más allá de los días libres.

Pero ojo: no todo lo incómodo significa ruptura. A veces, simplemente, significa que toca reajustar la forma en que convivimos. “Cada persona tiene sus tiempos y necesita sus espacios, y cuando lo tenemos en cuenta, lo acordamos y lo respetamos, tenemos la posibilidad de hacer equipo también”.

Las vacaciones nos exponen a situaciones nuevas que no vivimos el resto del año. Ambos factores —más tiempo juntos y experiencias nuevas— propician que nos conozcamos mejor, para bien y para mal

Una oportunidad para conocerse mejor

Si durante el año apenas hay tiempo para hablar, para mirarse o para expresar lo que duele, el verano puede amplificar lo que llevamos dentro. Verónica Portillo lo llama “mochilas emocionales”: esas vivencias pasadas, inseguridades o heridas que se activan cuando convivimos de forma más intensa.

“Es fácil proyectar aspectos propios en el otro. Esto ocurre siempre, pero en verano pasamos más tiempo juntos y aumentan las posibilidades de proyección”. La buena noticia es que, si hay confianza y voluntad, estas proyecciones también pueden convertirse en oportunidades para conocerse mejor.

El arte de discutir bien (y reconciliarse mejor)

Por otro lado, que haya conflictos durante las vacaciones no es un drama. Lo importante es cómo se gestionan. “Los conflictos forman parte de las relaciones y de la convivencia”, recuerda la experta. “Lo ideal es que se resuelvan con respeto e intentando llegar a términos que nos funcionen a ambos”.

Esto implica escuchar al otro, expresar sin herir y —muy importante— saber pedir perdón cuando toca. A veces una conversación en la terraza al anochecer vale más que mil planes organizados. Porque nos permite volver a conectar desde lo más básico: cómo estamos, qué sentimos, qué necesitamos del otro.

© Getty Images/Westend61

El ingrediente secreto: ternura

En todo este viaje emocional, hay algo que no puede faltar: el cariño. Las vacaciones son, también, una oportunidad para volver a mirarse desde el juego, la complicidad y el afecto sin prisa. “El cariño y la ternura potencian la intimidad en el vínculo”, afirma Portillo. Y muchas veces son lo que hace de antídoto cuando el calor aprieta y las discusiones amenazan con agriar el día.

Un gesto inesperado, un abrazo sin motivo, una caricia en la playa o un “gracias por estar aquí” pueden cambiar el rumbo de unas vacaciones. Porque nos recuerdan que, más allá de las diferencias, el amor también se construye con pequeños actos cotidianos.

Las vacaciones nos aportan un tiempo valioso juntos que muchas veces el resto del año no podemos compartir. Y eso es un regalo

Un verano para fortalecer la relación 

Hay parejas que regresan de vacaciones más unidas que nunca. Y otras que, simplemente, regresan con la certeza de que ya no pueden seguir. Y no pasa nada. “Cierto es que después del verano muchas parejas deciden dar el paso de separarse”, confirma Portillo. Y si esa decisión se toma con conciencia, aunque duela, puede ser un acto de amor propio (y mutuo).

A veces hace falta parar para ver. Y el verano, con su pausa, con sus horas largas y su espacio para hablar o para callar, puede ser el mejor momento para entender lo que uno quiere —y lo que ya no puede sostener—.

Pero, como decíamos, el verano no tiene por qué ser sinónimo de conflictos, discusiones o reproches. El verano también puede ser ese tiempo mágico en el que volvemos a elegirnos. “Las vacaciones nos aportan un tiempo valioso juntos que muchas veces el resto del año no podemos compartir”, recuerda la psicóloga. Y eso es un regalo.

Las estrategias para cuidarse dependerán de cada pareja. Pero en general, todo parte de lo mismo: fomentar lo que nos une. Hacer espacio para la risa, para el descanso, para los silencios compartidos y para los planes que nos hacen sentir vivos.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.