Hay un hecho innegable: vivimos en un mundo donde el consumo de psicofármacos sigue en aumento. España, por ejemplo, es uno de los países que consume más hipnóticos, ansiolíticos y antidepresivos. Un dato que, sin duda, nos debería hacer reflexionar. Y es que ¿hasta qué punto medicalizamos la vida en lugar de enfrentar sus desafíos? Sobre este aspecto tan interesante hablan en su nuevo libro los prestigiosos especialistas Javier Urra y Gabriel Kaplan. Los doctores en Psicología y Psiquiatría -respectivamente- abordan el papel de los fármacos en la salud mental, reflexionan sobre su uso adecuado y exploran alternativas terapéuticas en las páginas de Un país medicado.
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¿Cómo nace este libro? ¿Cuál fue la motivación para escribir este libro sobre los psicofármacos y su impacto en la vida cotidiana?
Dr. Kaplan: Tanto el Dr. Javier Urra como yo observamos no solo un aumento en las consultas desde el ámbito profesional, sino también una creciente preocupación social por el impacto de los problemas de salud mental, reflejada en la frecuencia con que los medios publican artículos sobre el tema, casi a diario. Sin embargo, no siempre es fácil para los medios abordar este asunto en profundidad sin caer en un tono alarmista, especialmente cuando se citan cifras elevadas de consumo en países como España.
Consideramos que hacía falta un libro dedicado al gran público que, de forma accesible, pero con rigor profesional, ayudara a comprender cuándo es apropiado —y cuándo no— recurrir al uso de psicofármacos. El libro nace de nuestra convicción que la decisión de iniciar, ajustar o interrumpir un tratamiento con medicación debe tomarse únicamente entre el paciente y su médico, y no a partir de una nota periodística, una entrada de blog, o consejos encontrados en buscadores o redes sociales. Y que cuanto mejor esté informado un paciente, mejor será la decisión tomada.
La posición de España en cuanto al consumo de estos medicamentos suele situarse en cabeza, ¿por qué piensan que España es un país más medicado que otros de nuestro entorno? ¿Qué factores pueden influir?
Las benzodiacepinas son medicamentos que se prescriben solo en el contexto de una enfermedad, por lo que su uso nunca puede considerarse “normal” en el sentido estricto de la palabra
Dr. Urra: Este es un tema muy complejo, pero que abordamos en profundidad en el libro. Presentamos las distintas teorías que intentan explicar el aumento en el consumo de psicofármacos y compartimos nuestro punto de vista al respecto. Algunas de estas teorías, aunque ampliamente difundidas, podrían no contar con la solidez que habitualmente se les atribuye.
Mirando a nuestro alrededor, cuesta encontrar a alguien que no haya tomado nunca un lexatin, un orfidal… ¿Creen que puede haber disminuido la percepción de cierto riesgo de tomar este tipo de medicamentos, se ha, podríamos decir, normalizado su consumo?
Dr. Kaplan: Estos dos medicamentos pertenecen a la clase farmacológica de las benzodiacepinas, conocidas por su gran efectividad en el tratamiento de diversas condiciones, entre ellas los trastornos de ansiedad. En el libro explicamos en detalle en qué situaciones se recomienda su uso y en cuáles se consideran una opción de segunda línea. Si al hablar de 'normalización' nos referimos a que la población cuenta hoy con mayor información sobre estos tratamientos y que el estigma asociado a la salud mental ha disminuido, coincidimos plenamente. Sin embargo, es importante subrayar que las benzodiacepinas son medicamentos que se prescriben solo en el contexto de una enfermedad, por lo que su uso nunca puede considerarse “normal” en el sentido estricto de la palabra.
En el libro, hablan del impacto de la pandemia. ¿Marcó este momento clave un antes y un después para nuestra salud mental?
Dr. Urra: Hemos dedicado un capítulo completo a este tema de gran relevancia. El impacto de la pandemia fue profundamente severo, y hoy resulta difícil encontrar a alguien que no haya sido afectado de alguna manera. Presentamos una amplia base de datos que respalda la conclusión de que la pandemia provocó un mayor deterioro de la salud mental en ciertos grupos en comparación con otros. Aun así, afortunadamente, la humanidad en su conjunto ha demostrado una resiliencia mayor a la que anticipaban algunas de las predicciones más pesimistas.
Sabemos que pueden ser muchos, pero, en su opinión, ¿cuál consideran que es el principal riesgo del consumo abusivo y sin control de este tipo de medicamentos?
Dr. Kaplan: El consumo abusivo y descontrolado que puede identificarse se limita, en general, a los casos de personas que padecen un trastorno por uso de sustancias. Por otro lado, como explicamos en el libro, existen múltiples factores que han influido en el aumento del uso médico de los psicofármacos reflejado en las estadísticas, aunque ninguno parece tener un rol predominante. Creemos que la mejor manera de promover un uso racional y adecuado de estos medicamentos es mediante el diálogo entre un paciente bien informado y su médico.
No es cuestión, eso sí, de demonizarlos, ¿no creen? Hay ocasiones en las que son necesarios y bien utilizados, pueden ser fármacos útiles, ¿no es así?
Dr. Urra: Estamos completamente de acuerdo. Los psicofármacos son una de las clases de medicamentos más útiles disponibles y, de hecho, la Organización Mundial de la Salud los ha calificado como esenciales. Una de las razones que nos motivó a escribir este libro es nuestra preocupación por el impacto de ciertas opiniones demonizantes, que podrían llevar a algunos pacientes a interrumpir un tratamiento sin consultar a su médico, ocasionando gran perjuicio, o a no iniciarlo, privándose así de un posible beneficio.
Ha habido un aumento considerable en el consumo general de psicofármacos a nivel mundial, llamando la atención su mayor utilización en la población infanto-juvenil
No es sencillo para los pacientes identificar cuándo necesitan realmente un psicofármaco y cuándo pueden beneficiarse de otras estrategias, ¿no creen?
Dr. Kaplan: Efectivamente, esta valoración constituye un acto médico que solo un profesional clínico está capacitado para realizar. Al mismo tiempo, un paciente bien informado y conocedor de todas las opciones disponibles se encuentra en la mejor posición para decidir, junto a su médico, el camino más adecuado a seguir. Nuestro deseo es que este libro sea una de las herramientas que contribuyan a iluminar ese camino.
¿En qué casos consideran que los psicofármacos no son la mejor opción de tratamiento?
Dr. Urra: Es importante tener en cuenta que no existe una oposición con base científica entre la medicación y la psicoterapia, como a veces se plantea en los medios. Ninguno de estos abordajes es intrínsecamente 'mejor' que el otro; la elección del tratamiento más adecuado depende de múltiples factores clínicos y personales. En la gran mayoría de los casos, la psicoterapia debería acompañar al tratamiento farmacológico. Este es un tema complejo que desarrollamos en profundidad en cada capítulo dedicado a un trastorno específico. La respuesta varía según la enfermedad: en algunos cuadros, es poco probable que el paciente mejore sin una intervención farmacológica; en otros, la medicación solo se recomienda en situaciones graves, cuando han fracasado otras estrategias. Entre esos dos extremos, hay muchas situaciones intermedias: casos en los que la medicación se indica por un tiempo limitado, y otros en los que se sugiere mantenerla a largo plazo.
¿Existen diferencias en el consumo de psicofármacos según la edad o el contexto social?
Dr. Kaplan: Así es. Dos ejemplos que la ilustran son el mayor consumo de psicofármacos en las personas con menos recursos económicos, en las mujeres, y en el caso de las benzodiacepinas un mayor consumo en la población de la tercera edad.
¿Han notado algún cambio en las tendencias de prescripción de psicofármacos en los últimos años?
Dr. Urra: Ha habido un aumento considerable en el consumo general a nivel mundial, llamando la atención su mayor utilización en la población infanto-juvenil.
¿Cómo afectan la cultura de la inmediatez y la búsqueda de soluciones rápidas a la manera en que se consumen estos medicamentos?
Dr. Kaplan: Algunos atribuyen a estos dos factores una connotación negativa, que probablemente sea responsable directa del aumento en el consumo de fármacos. Sin embargo, no son necesariamente negativos en sí mismos. ¿Quién podría estar en contra de utilizar un analgésico para obtener un alivio rápido del dolor? La búsqueda de una solución rápida es completamente comprensible, especialmente frente al profundo impacto que pueden tener los trastornos de salud mental en la vida cotidiana. Lo importante es que el paciente, junto con su médico, valore como primera opción aquella intervención que sea lo más accesible, rápida, efectiva y segura posible. En muchos casos —aunque no en todos— esto implica el uso de un psicofármaco.
¿Por qué piensan que hay problemas de salud mental que tienden a ser tratados solo recurriendo a los fármacos?
Dr. Urra: No todos los problemas de salud mental requieren obligatoriamente psicoterapia, aunque muchos sí. En ciertos casos específicos, como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), particularmente en adultos, se obtienen mejoras significativas con el uso exclusivo de medicación. Muchos médicos suelen recomendar combinar ambos tratamientos, ya que la psicoterapia puede abordar dimensiones que los fármacos no alcanzan, como dificultades sociales, emocionales o familiares.
Sin embargo, cuando los pacientes experimentan una mejoría significativa solo con la medicación, muchos optan por no continuar con la terapia, en parte por el costo adicional que esta representa. Y, por supuesto, están en su derecho de hacerlo. En otras patologías, cuando un cuadro agudo mejora con tratamiento combinado, puede ocurrir que la psicoterapia deje de ser necesaria, aunque se aconseje continuar con la medicación para prevenir recaídas. Esto sucede con frecuencia en trastornos depresivos, donde se observa una buena evolución tras un período de tratamiento combinado. En estas situaciones, es común que el paciente opte por suspender la psicoterapia y mantener únicamente el tratamiento farmacológico por algunos meses más.
Existen también otras situaciones. El libro explica en detalle en qué casos resulta fundamental considerar abordajes complementarios a la medicación, y cuándo puede ser razonable limitar el tratamiento a una sola estrategia terapéutica.
Cuando los pacientes experimentan una mejoría significativa solo con la medicación, muchos optan por no continuar con la terapia, en parte por el costo adicional que esta representa
¿Son un recurso fácil y, sobre todo, rápido para abordar problemas de salud mental tan habituales en la actualidad como puede ser la ansiedad?
Dr. Kaplan: El tratamiento farmacológico no es, en general, una solución rápida ni sencilla. Requiere consultar a un médico, realizar una evaluación clínica, obtener una receta, enfrentar posibles efectos adversos, lidiar con la eventual ineficacia del primer medicamento y, en muchos casos, probar otras opciones, además de acudir a controles médicos periódicos. Sin embargo, en aquellos casos en los que la ansiedad resulta incapacitante y afecta gravemente el funcionamiento cotidiano, el uso de medicación está plenamente justificado. De hecho, los avances científicos en el tratamiento de estos cuadros han mejorado notablemente la calidad de vida de personas que, en el pasado, sufrían miedos patológicos que les impedían desenvolverse socialmente y, en muchos casos, pasaban largos períodos internadas. En comparación con ese panorama, el acceso a un tratamiento farmacológico proporciona en este sentido, una solución fácil y rápida. Es fundamental entender —como se explica en detalle en el libro— que no todos los cuadros de ansiedad requieren medicación. Existen otras formas de abordaje, como determinadas terapias psicológicas, que han demostrado ser altamente efectivas y, en muchos casos, suficientes por sí solas.
¿A quién va especialmente dirigido el libro?
A toda persona que esté considerando iniciar o interrumpir un tratamiento psicofarmacológico como así también a sus familiares y amigos para que los apoyan en la toma de decisiones.