Si de todos los colores del espectro, tuviéramos que elegir uno con garantías de éxito, ése sería, sin duda, el blanco. Además de aportar luminosidad y amplitud, combina con todos los colores y con cualquier estilo decorativo, es atemporal y contribuye a crear espacios serenos, tranquilos y elegantes. En su contra, dicen que puede resultar frío y anodino, pero lo cierto es que no tiene por qué ser así. La clave está en jugar con diferentes matices y texturas que rompan esa sensación de austeridad y contribuyan a crear interiores acogedores y dinámicos. Porque ya se trate de ambientes decorados a partir de una base neutra a la que después se añadieron pinceladas de color, como de decoraciones “total white” que tanto se llevan esta temporada, el blanco es siempre una elección ideal para dotar de estilo a cualquier estancia de la casa.
Es una base perfecta
El blanco es el color luminoso por excelencia. Por eso, está entre los preferidos a la hora de pintar paredes y techos. Pero ¿qué blanco elegir? Como seguramente sabrás, existen muchos tonos de blanco: desde el blanco puro, sin ningún matiz de otros colores, hasta blanco roto, hueso, crema, perla, marfil… tonos que se suelen dividir en dos grandes grupos: los cálidos y los fríos.
Pintar las paredes de blanco y combinarlas con muebles del mismo color puede ser una elección de diseño de interiores elegante y atemporal, como vemos en esta propuesta de Valentine. Para evitar que el espacio se sienta plano y sin carácter, introduce una variedad de texturas en la decoración. Por ejemplo, usa cortinas de un tejido diferente, agrega cojines con patrones o texturas interesantes en los sofás, o coloca alfombras de colores y texturas diferentes en el suelo.
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