Hablamos con Barby Gant: así nació ‘La chica de los planes en Madrid’ que inspira a miles de personas en redes



© barbygant
Actualizado 6 de septiembre de 2025 - 11:00 CEST

Bárbara, más conocida como Barby Gant, tiene algo de exploradora incansable y mucho de narradora de la ciudad. Nació en Badajoz, pero su vida estuvo marcada desde pequeña por las mudanzas, por ese ir y venir de lugares que le enseñó a mirar cada esquina como un descubrimiento. Quizá por eso, cuando el marketing y las redes sociales entraron en su camino, encontró el lugar perfecto para unir profesión y vocación: contar historias sobre planes, cafés escondidos y rincones que merecen ser vividos.

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“La chica en los planes de Madrid”, como ella misma se bautizó en redes (y como afirman sus miles de seguidores, así como nosotros), no nació de un día para otro. Fue la pandemia la que le detonó la primera chispa: un vídeo sobre una azotea gratuita en Madrid se hizo viral y encendió una llama que ya no se apagaría. Poco después, un viaje en solitario por Europa terminó de confirmar lo que quizá siempre había estado escrito para ella: su capacidad para convertir lo cotidiano en experiencia y lo desconocido en plan imprescindible.

Desde entonces, Barby ha aprendido que este trabajo no es un juego de azar, sino una mezcla de constancia, creatividad y mucho sacrificio. Ha pasado de recomendar lugares como si fueran secretos compartidos entre amigos a convertirse en una referencia que combina instinto periodístico, sensibilidad estética y esa honestidad que la hace tan cercana. Hoy nos sentamos con ella para descubrir quién está detrás de los vídeos que ya forman parte del mapa emocional de Madrid. Porque Barby no solo enseña planes: nos invita a mirar la ciudad —y la vida— con otros ojos.

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—Para todos aquellos que no te conozcan, ¿cómo explicarías quién es Barbygant? 

Pues mira, al final soy una chica que, desde pequeña, por circunstancias de la vida he vivido en muchos lugares y ciudades. A eso se le suma que mi carrera profesional ha estado ligada al marketing y las redes sociales. La mezcla de ambas cosas hizo que me convirtiera en alguien con mucha curiosidad, a la que siempre le ha gustado explorar, descubrir sitios nuevos y compartirlos. Soy muy creativa, disfruto con las redes y así nació La chica en los planes de Madrid, como siempre me he autodenominado: una persona que descubre lugares y los recomienda a su comunidad.

—¿Y cuándo comienza todo eso? Porque estudiaste marketing

Sí, estudié Publicidad y Relaciones Públicas. Luego trabajé en marketing digital, en una gran empresa, llevando influencers y redes sociales. Durante la pandemia seguí trabajando, y todo bien porque era teletrabajo, pero justo después empezó un auténtico boom de los planes. La gente tenía muchas ganas de salir, y yo empecé a compartir sitios en TikTok. Se viralizó un vídeo tras otro y pensé: voy a seguir, porque esto me gusta. Creció muy rápido y decidí arriesgar, hacerlo mío como marca personal. Lo que antes hacía para otros, lo empecé a hacer para mí.

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—¿Hubo un vídeo que lo cambió todo? 

En realidad, diría que fueron dos momentos. El primero fue cuando se viralizó un vídeo sobre una azotea gratuita en Madrid: tuvo más de dos millones de visualizaciones. Ahí decidí ser constante y subir vídeos todos los días. El segundo fue un viaje sola por Europa, empezando en París. Nunca había viajado sola, y empecé a mostrar restaurantes, cafés y planes como ya hacía en Madrid. Fue un boom: crecí 50.000 seguidores en un mes, las marcas empezaron a escribirme… y ahí sí que vi que podía dedicarme a esto.

—Tomar la decisión de dejar un trabajo estable para dedicarte a las redes no debe de ser fácil. ¿Qué fue lo más difícil de ese cambio? 

Ser autónoma (ríe). No lo hice del todo a lo loco: primero compatibilicé mi trabajo con la creación de contenido. Además, empecé con contenido UGC para marcas, no tanto en mi perfil. Eso me dio seguridad. Pero llega un punto en que, si quieres crecer, necesitas ser constante y crear mucho contenido, y ya no podía con un trabajo de ocho horas. Y encima coincidió con que rompí con mi pareja de siete años, con la que compartía piso, así que de repente estaba sola, pagando todo yo. Daba miedo, claro.

—Un salto al vacío, pero con seguridad… 

Exacto. Autónoma, soltera… y adelante. Pero no me arrepiento nada, al contrario: todo ha ido a mejor y ha sido guay.

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—Este trabajo depende mucho de la creatividad y del estado de ánimo. ¿Cómo gestionas los bloqueos creativos o las rachas complicadas? 

Pues la verdad es que no sé ni cómo lo he hecho muchas veces (ríe). Yo me considero profesional igual que en cualquier sector, y al final he tenido que tirar para adelante. Ha habido momentos en los que no me quedaba otra. Te hablo de estar con la lágrima en el ojo, limpiármela antes de grabar la intro de un vídeo y salir a la calle a hacer lo que tenía que hacer. Cuando eres autónoma no tienes ni tiempo para llorar. Este trabajo exige el mismo sacrificio y constancia que cualquier otro si quieres que dure en el tiempo.

—¿Y cómo eliges los planes que compartes? 

Ya llevo tres años y eso me ha dado perspectiva. Al principio la gente buscaba sitios muy 'instagrameables', muy locos. Ahora las tendencias han cambiado: igual que en moda, pasa en gastronomía y en ocio. Yo consumo mucho contenido, estoy suscrita a newsletters, escucho lo que me dicen mis seguidores, analizo mis estadísticas y también observo a la competencia. Todo eso me ayuda a saber qué gusta y qué no.

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—¿Y qué tiene que tener un sitio para que te enamore? 

Para mí lo principal es la calidad, que se coma bien. Ya no me fijo tanto en lo estético o lo instagrameable. Me importa mucho la relación calidad-precio. Y también me encanta dar primicias, sentirme un poco como “periodista de la ciudad”: contar que acaba de abrir una terraza, que hay un plan gratis o que han inaugurado un restaurante nuevo.

—¿Cuál ha sido el plan más loco que has vivido gracias a tu trabajo? 

Uno que recuerdo muchísimo fue en Madrid. Era un edificio antiguo que, cada cierto viernes, se transformaba por completo y te llevaba a los años 20. Varias plantas, habitaciones con experiencias distintas, cabaret, cenas… una experiencia total. No sé si sigue existiendo, pero a mí me fascinó.

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—Este año has lanzado Alta Cuchara junto a Quino. ¿Cómo nació este proyecto? 

Nació de una conversación de madrugada (ríe). Vimos que los festivales gastronómicos estaban muy centrados en hamburguesas, pizzas o comida rápida, y quisimos crear algo que nos identificara más: alta gastronomía accesible, combinada con planes y experiencias. La gente respondió genial: por 25 o 40 euros podías comer de lujo, disfrutar de música en directo, tomarte una copa… y todo con un ambiente muy cuidado. Fue nuestra primera vez, hubo fallos, pero la acogida fue tan buena que claro que queremos seguir. Quizá el año que viene lo hagamos más efímero o en petit comité, pero sin duda va a continuar.

—Y, siendo pareja y dedicándoos a lo mismo, ¿cómo se lleva eso en el día a día? 

Yo siempre pensé que nunca estaría con alguien de mi sector, pero la verdad es que tiene muchísimas ventajas. Nos entendemos, nos apoyamos y hemos crecido juntos. Lo único complicado es desconectar: para nosotros ir a un restaurante ya no es ocio, es trabajo. Nos cuesta tener citas sin grabar. Pero en general, trabajar juntos nos hace todo más fácil.

Las recomendaciones de Barbygant en Madrid

—Un plan fuera de Madrid pero dentro de la Comunidad… 

El Alto del León, en la sierra. Tiene unas vistas increíbles, vacas pastando, se come genial y barato, sobre todo carne. Es un sitio idílico, parece que no estás ni en Madrid.

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—Restaurante favorito para una primera cita.

 Me encanta Raza Madrid, en la calle Barquillo. Tiene un ambiente muy romántico con luces tenues y velas derretidas, el trato es increíble y se come de maravilla. 

—Restaurante al que siempre vuelves.

Castelados (Antonio Acuña, 18), si tu presupuesto es ajustado; y Ugo Chan (Félix Boix, 6) si estás boyante. 

—Un rincón desconocido para relajarte.

El Parque de la Dehesa al norte de Madrid. Está al norte, parece un bosque y es perfecto para pasear, hacer picnic o correr. Me encanta ir con mi perro.

—Y por último, un plan barato de fin de semana. 

Un domingo en el Rastro. Desde tomar unas gildas en Aceitunas Jiménez, unas bravas en otro bar, hasta acabar con un cachopo en La Bobia. Haces un recorrido de tapeo, barato y muy divertido.

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