Marta Barrero y Elena Ramos, farmacéuticas, expertas en dermocosmética y directoras de The Secret Lab, diferencian estos tres términos, que a veces usamos (leemos) a la ligera de la siguiente manera.
La función de un producto cosmético (que podemos encontrar a la venta en cualquier superficie) es la de embellecer la piel y mejorar su visibilidad de forma superficial.
Un dermocosmético (a la venta en farmacias, parafarmacias y centros de belleza especializados) también puede tratar una patología o solucionar un problema específico (acné, pigmentación, sequedad, grasa, flacidez...) siendo siempre mucho más respetuoso con nuestra piel que un cosmético, garantizando al máximo que no produzca problemas de alergias y reacciones…
Dentro de la dermocosmética, encontraríamos la cosmecéutica, una disciplina híbrida a medio camino entre la medicina y la cosmética, que llega a la dermis (algo que no siempre logra la cosmética tradicional) la capa de la piel sobre la que se debe actuar si queremos aumentar la hidratación, estimular la síntesis de colágeno y trabajar los problemas de la piel, tanto los derivados de la edad como las patologías concretas.