En los últimos meses, un nuevo fenómeno de consumo se ha vuelto viral: la compra de “paquetes perdidos” o “mistery boxes” de empresas de mensajería y tiendas online. La tendencia consiste en adquirir lotes de paquetes que nunca fueron entregados a su destinatario original.
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Estos paquetes suelen venderse a un precio muy inferior al de su contenido estimado, lo que despierta la curiosidad de los compradores y la emoción de descubrir qué hay dentro.
La idea resulta tan sencilla como tentadora: por un precio fijo, recibes una caja con productos completamente aleatorios.
Puede tratarse de ropa, electrónicos, juguetes, decoración o artículos de uso diario. Algunos compradores comparten sus hallazgos en redes sociales, mostrando desde verdaderos “tesoros” como auriculares de última generación, hasta objetos insólitos o poco útiles. Parte de su popularidad se debe precisamente a ese componente de sorpresa, que convierte la compra en una experiencia casi lúdica.
¿Por qué es tan atractivo?
El atractivo de este fenómeno tiene varias razones. Primero, la posibilidad de obtener artículos valiosos por un precio bajo genera la sensación de estar “ganando” algo, como si se tratara de una especie de lotería de productos. Segundo, el factor viral es enorme: las publicaciones en TikTok, Instagram o YouTube en las que los usuarios abren estos paquetes suelen acumular miles de visualizaciones, ya que el público disfruta viendo reacciones genuinas ante el contenido inesperado.
Sin embargo, esta tendencia también genera controversia. Algunos expertos en consumo advierten que no siempre se trata de una gran oportunidad. En algunos casos, los lotes pueden incluir artículos defectuosos, sin garantía o incluso productos que ya no tienen utilidad.
Además, no todos los vendedores son oficiales, y existe el riesgo de caer en estafas o recibir mercancía de calidad muy inferior a la prometida. Por ello, recomiendan comprar únicamente en plataformas confiables o en subastas verificadas.
A nivel logístico, la venta de paquetes perdidos también resuelve un problema para las empresas de mensajería: el almacenamiento de productos que no pudieron entregarse ni devolverse. De esta manera, se recupera parte del valor de esos objetos y se reduce el desperdicio.
El furor por los “paquetes perdidos” es una muestra de cómo las redes sociales están transformando el consumo. Lo que antes era un simple remate de mercancía se ha convertido en un fenómeno de entretenimiento que combina compras, azar y contenido viral. Y, para muchos, la verdadera diversión está en la emoción de no saber qué te va a tocar.