Cada vez somos más conscientes de la importancia de reducir nuestro consumo de combustible: no solo por el ahorro económico, sino también por el impacto medioambiental.
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Vivimos en ciudades que a menudo parecen “ahogadas” por la polución, y cualquier medida que ayude a mejorar la calidad del aire se convierte en una prioridad.
La Dirección General de Tráfico (DGT) insiste en que una conducción eficiente puede reducir el gasto de carburante hasta en un 35% sin necesidad de reducir drásticamente la velocidad.
¿Sabía que cada litro de gasolina o gasóleo que quemamos emite entre 2,35 y 2,6 kilos de CO₂? Apostar por una conducción inteligente no solo implica menos emisiones contaminantes, sino también un mayor confort y seguridad en la carretera, además de menos desgaste en el motor, frenos y neumáticos.
Claves de una conducción eficiente
La DGT ha definido las claves de la conducción eficiente, y la primera es muy sencilla: arrancar sin acelerar. El sistema electrónico del coche está preparado para regular el encendido, así que pisar el acelerador solo provoca un consumo innecesario.
Otra recomendación es usar la primera marcha solo para iniciar la marcha y pasar rápidamente a segunda, acelerando de forma progresiva.
Cambiar de marcha de forma anticipada es clave: entre 1.500 y 2.500 rpm para motores de gasolina y entre 1.300 y 2.000 rpm para diésel.
Conducir en marchas largas y mantener una velocidad lo más constante posible es otro gran truco para evitar despilfarrar energía. Frenazos, acelerones o una conducción brusca pueden aumentar el consumo hasta en un 15%, además de incrementar el riesgo de accidente.
Gestos que cuentan
Hay otros gestos que también cuentan: mantener la presión correcta de los neumáticos, planificar las rutas para evitar atascos, evitar el exceso de carga y moderar el uso del aire acondicionado, que puede disparar el gasto de combustible hasta un 25%. Incluso algo tan sencillo como circular con las ventanillas cerradas a alta velocidad puede suponer un ahorro del 5%.
Una conducción eficiente es mucho más que una forma de gastar menos en gasolina: es una actitud que mejora la seguridad vial, reduce el impacto medioambiental y prolonga la vida útil de nuestro vehículo. En definitiva, pequeños cambios en la manera de conducir pueden marcar una gran diferencia en nuestro bolsillo y en el planeta.