Si pensabas que en redes sociales todo era hablar de “lo último que tienes que comprar”, llegó una nueva corriente que le da la vuelta al guion: el desinfluencing. Este fenómeno, nacido en TikTok y cada vez más presente en Instagram, está conquistando a la Generación Z con un mensaje claro: no todo lo que se viraliza merece estar en tu carrito de compra.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
De “cómpralo ya” a “mejor no lo compres”
Durante años, los influencers marcaron la pauta con recomendaciones de maquillaje o de moda. Pero el desinfluencing rompe con esa dinámica: en lugar de mostrar productos “imprescindibles”, los creadores revelan cuáles no valen la pena y explican por qué.
Un ejemplo: esa base de maquillaje de lujo que arrasa en redes, pero que en la práctica no dura más que una opción mucho más económica. O el termo viral que parece imprescindible en tu feed, pero que no es más funcional que uno básico.
Una generación más consciente
La Generación Z está cansada de las compras impulsivas y de acumular productos que terminan olvidados en un cajón. Para ellos, la autenticidad y la transparencia pesan más que la estética aspiracional. Por eso, el desinfluencing se siente como un respiro: habla de consumo inteligente, de elegir con cabeza y de no caer en cada tendencia pasajera.
Y aquí entra otro punto clave: la preocupación por el medio ambiente. Comprar menos y de forma más consciente también conecta con el deseo de reducir el impacto ecológico del consumo excesivo.
¿Por qué engancha tanto?
Porque se siente real. Los videos de desinfluencing son directos, sin adornos, y transmiten confianza. Ver a alguien decir “este producto no lo necesitas” genera un efecto liberador, casi terapéutico, en una era donde parece que siempre nos falta algo para estar “a la moda”.
Además, lejos de ser un movimiento negativo, muchos creadores lo usan para recomendar alternativas: desde marcas emergentes más asequibles hasta tips caseros que cumplen la misma función.
¿Una moda o un cambio de mentalidad?
Aunque algunos piensan que es solo una fase en el ciclo infinito de las tendencias digitales, lo cierto es que el desinfluencing responde a algo más profundo: una generación que ya no quiere consumir, por consumir. Para las marcas, esto supone un reto (y una oportunidad): la necesidad de apostar por la honestidad, la calidad real y mensajes que conecten con un público mucho más exigente.