Felipe de Marichalar está asentado en Abu Dabi, donde ha comenzado una nueva etapa personal y profesional lejos de la presión mediática. La historiadora y biógrafa del Rey Juan Carlos, Laurence Debray, ha seguido de cerca esta transformación, y recientemente ha compartido su visión sobre la evolución del nieto mayor del monarca emérito. Entre los muchos aspectos que destaca, habla de su estrecha relación con su madre, la infanta Elena.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Felipe llegó a Abu Dabi a principios del invierno de 2023. En ese momento, según describe la historiadora, era un joven que despertaba curiosidad. Atractivo y carismático, pero con una mirada inquieta, se enfrentaba a un cambio radical. Su llegada al país suponía un giro de 180 grados respecto a su vida anterior: pasaba de la fiestas nocturnas a un entorno discreto, tranquilo y fuertemente marcado por la disciplina. Su abuelo el Rey Juan Carlos le ofreció una nueva oportunidad, con la que tenía que comprometerse al 100% para poder dar un cambio radical en su vida, llenándola de nuevos retos y objetivos que conseguir.
Debray explica que Felipe aceptó el reto y comenzó a forjarse una rutina completamente distinta. Se instaló en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad con un amigo, amueblado de forma sencilla. Pronto empezó a cuidar su alimentación, se apuntó al gimnasio, y llegó incluso a seguir el Ramadán junto a sus compañeros de piso: cuarenta días sin comida ni agua durante gran parte del día, y sin consumir alcohol. Aunque reconoce que no es un gran cocinero —se limita a presumir de una carbonara que genera dudas en su entorno—, su prioridad fue ponerse en forma y seguir una dieta estricta.
En lo profesional, su incorporación a la COP25 le obligó a demostrar compromiso y capacidad de adaptación, el tener que integrarse en un grupo de jóvenes internacionales y sin ningún trato de favor. Más adelante, comenzó a trabajar en la logística de la empresa estatal petrolera Adnoc, donde sigue desarrollando su carrera con discreción.
A pesar del cambio de entorno, Felipe ha mantenido una relación constante con su familia. La infanta Elena visita regularmente a su hijo y al Rey Juan Carlos en Abu Dabi, y en cada encuentro se percibe una relación marcada por la cercanía y la complicidad, afirma Debray. “No escatima en gestos tiernos” asegura la biógrafa, subrayando que su actitud hacia su madre ha sido siempre la de un hijo pendiente y afectuoso.
También mantiene una estrecha relación con su hermana, Victoria Federica, con la que comparte bromas, carcajadas y llamadas que le hacen no perder nunca el contacto. Del mismo modo, su conexión con sus primos, los hijos de la infanta Cristina, continúa siendo sólida: forman un “clan unido y alegre”, en palabras de Debray, a pesar de las distancias, las trayectorias tan distintas de cada uno y las dificultades a las que se han enfrentado como miembros de la familia del Rey, pero no de la Familia Real.
A lo largo de su vida, Felipe ha tenido que afrontar diferentes obstáculos, como su dislexia durante la etapa escolar, el divorcio de sus padres o su marcha a Nueva York para acompañar a su padre durante su recuperación médica. Ahora, en una etapa más estable, parece haber encontrado un cierto equilibrio. Según la biógrafa, ha dejado atrás los excesos del pasado sin perder su carácter, definido por una mezcla de generosidad, impulsividad, fuerte temperamento y gran corazón. Un corazón que sin duda está agradecido con su abuelo el Rey, su principal apoyo ahí en Abu Dabi, que le ha abierto las puertas a empezar de cero y su madre, que a pesar de la distancia y las adversidades de la vida nunca ha dejado de estar presente.
Felipe de Marichalar el primer hijo, el primer nieto y el primero al que su madre la Infanta Elena siempre ha tratado de comprender y nunca soltar de la mano. En los años más complejos, cuando Felipe se encontraba en medio de la presión mediática o atravesaba momentos de inestabilidad, su madre no solo estuvo presente: fue el punto de referencia silencioso, el respaldo al que podía recurrir sin necesidad de explicaciones. Una relación en la que no sobran las palabras, pero sí abundan los gestos que revelan afecto, respeto y un vínculo que ha madurado sin perder su esencia.
De esta manera, su vida actual está marcada por la discreción, el trabajo y la cercanía con los suyos. Una nueva etapa que combina disciplina, anonimato y, como destaca Debray, una dedicación constante hacia las personas que forman su círculo más íntimo. Entre ellas, su madre, que ocupa el primer puesto en su vida.