Alfred García atraviesa uno de los momentos más especiales de su carrera y, quizá también, de su vida. Tras un tiempo de búsqueda interior, el artista catalán regresa con un nuevo trabajo discográfico que supone un punto de inflexión: más maduro, más emocional y, sobre todo, más suyo. El disco está compuesto mayoritariamente en catalán, la lengua en la que —como él mismo confiesa— sueña, se enamora y se reencuentra consigo mismo. Una decisión natural que nace de una etapa vital e intensa, de esas que marcan para siempre.
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El artista nos habla de identidad, raíces y sentimientos. De cómo volvió a componer tras un tiempo de pausa, de los artistas que le inspiran, de las canciones que lo han salvado... y de la historia de amor que ha dejado una huella imborrable en este álbum. “Els teus ulls”, el primer tema que escribió, acumula ya más de un millón de escuchas y ha tocado vidas de maneras que él mismo nunca imaginó. Con la calma de quien se ha permitido parar para mirar hacia dentro, Alfred comparte en esta entrevista una conversación sincera sobre emociones, música y aprendizajes. Y lo hace con la dulzura de quien ha aprendido a dejarse llevar, y también a decir que no.
—El título une dos lenguas, pero también dos formas de sentir. ¿Qué significa para ti esta fusión? ¿Por qué elegiste ese título?
—Me he criado con una madre catalanoparlante y un padre castellanoparlante. La tele la veía en catalán, fui a una escuela en catalán, mis amigos hablaban catalán… El catalán ha formado parte de mi vida desde siempre, y emocionalmente estoy mucho más vinculado a él que al castellano, aunque hasta ahora haya compuesto sobre todo en castellano.
—¿Por qué crees que componías en castellano entonces?
—Supongo que por las personas con las que me relacionaba, por las circunstancias… Me dejé llevar. No me paré a pensar quién era ni de dónde venía. Simplemente escribía sobre lo que me estaba pasando en ese momento.
—Después de escuchar el álbum, uno percibe una carga emocional muy intensa. ¿Dirías que es tu trabajo más personal?
—Sí. Lo es. Totalmente. Y, además, creo que hay una coherencia entre el momento personal que estoy viviendo y el profesional. Escribir en catalán ahora tiene que ver con eso: estoy viviendo un momento emocionalmente intenso, pero también muy positivo.
—Has vivido tanto en Madrid como en Barcelona. ¿Te han influido de manera diferente en tu proceso creativo?
—Sí. Tengo mi casa en Madrid, pero no compuse nada en esa etapa. No sé por qué me fui, la verdad. Pero cuando volví a Barcelona, todo salió del tirón. Fue como reencontrarme conmigo mismo.
—Y justo cuando te vas, te enamoras de alguien de Madrid…
—Exacto. La vida es así de irónica. Volví a Madrid, no a vivir, pero sí bastante.
—Pero prefieres Barcelona.
—Sí. Vivo alejado, en las afueras, en una casa donde no tengo vecinos. Estoy en medio de un paraíso natural.
—Ese espacio también ayuda a componer, ¿no? En Madrid, con tantos planes, cuesta más encontrarse a uno mismo.
—Totalmente. Además, no soy muy de hacer muchos planes con la gente. Soy hijo único, siempre me he gestionado mis tiempos.
—¿Hay alguna canción del disco que haya nacido de forma espontánea y que se haya vuelto clave para ti?
—Els teus ulls, sin duda. Fue la primera que compuse. Nunca imaginé lo lejos que llegaría. Cuando Dulceida tuvo a su hija, me escribió para decirme que la había puesto durante el parto… Me dejó alucinado. Han pasado cosas muy bonitas con esa canción.
La rumba catalana
—Musicalmente, hay mucha presencia de la guitarra española, la rumba catalana, ritmos flamencos… ¿Qué artistas te han inspirado?
—Desde Peret a Chambao, pasando por Charango, que fueron los últimos en renovar la rumba catalana. También me han influido mucho Serrat con Mediterráneo, Pedro Guerra, y cantautores mediterráneos y latinoamericanos.
—¿Has explorado esa fusión antes? —Sí. En mi primer disco ya hice Cremaranito con Amaya, y luego Ad Vuelve Ahora. También trabajé con Albert Pla, El Niño de Elche... Pero ahora es cuando he explotado todo ese universo.
—Vuelves al catalán tras explorarlo en 2016. ¿Qué ha cambiado en tu relación con la lengua?
—Siempre ha estado presente. Es la lengua en la que sueño, me enamoro, veo la tele… Tiene una dulzura muy especial. Es como el portugués: embriaga, tiene un punto cursi, pero en el buen sentido.
—¿Y qué sueles escuchar tú cuando estás en casa?
—Escucho de todo, depende del día. Pero me inspiran sobre todo los cantautores. Tengo la suerte de ser amigo de algunos, como Pedro Guerra, Albert Pla, Ismael Serrano…
—Els teus ulls ya acumula más de un millón de escuchas. ¿Esperabas esa conexión tan fuerte con el público?
—Para nada. Las canciones vienen como quieren, siempre son una sorpresa. Pero esa canción nace de un momento muy mágico: ese instante en el que te enamoras y no sabes si la otra persona siente lo mismo. Das sin saber si recibirás. Es incómodo, pero emocionante.
—¿Qué aprendizaje personal te deja este disco?
—Muchos. Me he dejado la piel, pero he aprendido a delegar. He trabajado con Manu Guix y Roger Rodés, que me han ayudado a tomar decisiones difíciles. Coproducir con ellos ha sido un lujo.
—¿Crees que este álbum marca un nuevo rumbo en tu carrera?
—Sí. Mis dos primeros discos eran más cambiantes. Este tiene una coherencia de principio a fin. Me siento más asentado.
—Y está dedicado a una persona concreta…
—Sí. Canalicé todo a través de esa historia.
—La pregunta del millón: ¿dirás quién es?
—(Ríe) No… Dejemos que la poesía hable por sí sola. Pero sí, es una mujer.
—¿Escribes para las mujeres de tu vida?
—Sí, suena muy Julio Iglesias, pero es así. Es inevitable.
—Si tuvieses que recomendar solo una canción del disco a alguien que no lo ha escuchado, ¿cuál sería?
—Els teus ulls, sin duda. Es triste pero esperanzadora. Resume bien lo que quería contar con este disco: sacar luz de la incertidumbre y del amor.